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'Ema': el perreo nos hará más libres

Pablo Larraín mira al presente de Chile en 'Ema', una experiencia salvaje e incendiaria sobre la generación del reguetón y los nuevos modelos de familia. Mariana de Girolamo interpreta a una bailarina que utiliza la música como liberación y rompe con todas los prejuicios y construcciones sociales y culturales

"Estas mujeres son feministas, anárquicas, marginales y bailan reguetón hasta abajo", defiende la actriz

Mariana di Girolamo, protagonista de 'Ema', la nueva película de Pablo Larraín / BTEAM PICTURES

Mariana di Girolamo, protagonista de 'Ema', la nueva película de Pablo Larraín

Madrid

El cine de Pablo Larraín siempre ha mirado de forma poética y crítica al pasado. El Chile de Pinochet, de González Videla y de los abusos de la Iglesia recorre sus cintas, de Tony Manero a No, Neruda o El club. Ahora, por primera vez, fija esa mirada, tan autoral y sugerente, en el presente de su país a través de la generación del reguetón. Ema es una experiencia provocadora, ardiente, salvaje y rompedora sobre las pulsiones y retos de las sociedades contemporáneas. Mariana di Girolamo, en un papel deslumbrante e hipnótico, interpreta a una bailarina urbana ajena a todas las construcciones sociales, culturales y religiosas.

Un ciclón ingobernable que convive con la tragedia de haber devuelto a un hijo en adopción, de haber roto los lazos con su pareja, un coreógrafo al que interpreta Gael García Bernal. Larraín utiliza la música como vehículo de liberación, como un mecanismo emancipador para las mujeres, y resignifica y legitima el reguetón en un bofetón a la progesía. "Estas mujeres son feministas, anárquicas, marginales y bailan reggaeton hasta abajo", defiende la actriz.

Un Valparaíso punk, decadente y lleno de graffitis es el escenario idóneo para su propuesta estética y física. Ritmos latinos, colores y perfomances mueven a este grupo de bailarinas, que dominan los espacios públicos tradicionalmente masculinos, como las pistas de baloncesto o las canchas de fútbol. Con ese carácter primario, desprendida de convenciones, la protagonista propone redescubrir el sentido de tribu, revalorizar la amistad y volver a lo nuclear, a la familia, libre de ataduras religiosas. En su empeño, Ema deconstruye una familia para construir la suya propia

En un país muy conservador, Larraín subvierte así los códigos tradicionales de familia y maternidad, y también los de autor y musa, la fuerza del feminismo aplasta y entierra la resistencia patriarcal, encarnada en ese coreógrafo. Presentada en el Festival de Venecia, el director chileno defendía los logros de esta generación empoderada, y ensimismada, que, aún así, pelea por el avance colectivo. Larraín tomó el pulso a su país con una visión premonitoria. Rodada meses antes del estallido social en Chile, la película arranca con un semáforo -símbolo del orden- ardiendo, presagio de las protestas de una generación que ha perdido el miedo. Ema es explosiva, pasional, furiosa y contradictoria, una película personalísima y fascinante que invita a dialogar, a debatir sobre el arte, el deseo, la familia y esas mujeres que le perrean a lo establecido.

Entrevista a Mariana de Girolamo

Mariana di Girolamo, durante su visita a Madrid

Mariana di Girolamo, durante su visita a Madrid / Cadena SER

Mariana di Girolamo, durante su visita a Madrid

Mariana di Girolamo, durante su visita a Madrid / Cadena SER

Cuenta Larraín que vio tu foto en un periódico, en un cartel, y cambió la historia para que fueras la protagonista, ¿cómo fue este proceso?

Es gracioso porque yo me enteré de esto en Venecia, en la conferencia de prensa. Yo pensé que él probablemente me había visto actuar en televisión o quizás en teatro, pero yo me entero ahí que me había visto en una foto en un diario y que había preguntado por mí. Me llama, quedamos a almorzar, me cuenta muy poco de esta película, que un poco la dinámica que tuvimos hasta el final, nos da pequeñas luces solo, y hablamos de todo, de la vida, le conté que me gustaba bailar, el techno… Y él me habla de esta película sobre una mujer libre, que la quiere rodar en Valparaíso, que es una película netamente chilena, que no hay coproductores, que va a depender de otros proyectos de él, nada muy claro. Un mes después me llama y me dice que quiere que sea la protagonista, porque estaba entre dos chicas, y de ahí partimos.

Y empieza un desafío estético y físico porque la película te exige mucho como actriz

No sé si vistes fotos mías, pero yo tuve el pelo largo de princesa toda mi vida, 28 años, y lo primero que me dijo Pablo es que me tenía que decolorar el pelo y me lo tenía que cortar. Y yo le dije, ¡démosle! Además yo necesitaba un cambio, eran muchos años. Yo no soy bailarian profesional, siempre me ha gustado bailar, pero tuvimos que empezar con entrenamientos diarios por un mes y medio o dos meses, aprender esta coreografía de Jesús Vidal. Fue un desafío en todos los sentidos. Yo venía del mundo de la televisión, donde se trabaja con un lenguaje distinto, más inmediato, entonces tuve que masticar todo esto y entrar en el cine. Trabajar con la sensibilidad de Pablo, ha sido un desafío hasta hoy.

Dices que necesitabas un cambio, ¿te ha cambiado la película a nivel profesional y personal?

Sí, sin duda. Hemos viajado un montón, yo nunca había viajado con un trabajo, fuimos a los festivales más importantes del mundo, me ha abierto los ojos en muchos sentidos. He conocido a artistas que admiro mucho, directores, productores, dramaturgos, y me he dado cuenta de que me encantaría seguir esta senda del cine. Es difícil también, soy una actriz latinoamericana, que no lo parezco, que quizás el camino va a ser lento pero es lo que me apasiona.

'Ema' es un retrato poderoso de una mujer libre, de un volcán, de las mujeres de una generación, ¿cómo es tu relación con el personaje?

Es difícil describir a Ema, es un volcán, como dices tú, es una supernova, una kamikaze, como la queramos llamar. Es una mujer fuerte, de nuestros tiempos, si bien es ficción, podíamos encontrar una Ema por ahí. Es una mujer de estas nuevas generaciones, es marginal, una mujer que no sabemos por qué quiere ser mujer a toda costa, por qué quiere tener su propia familia, es una mujer increíblemente sensual y sexual. Es madre, amante, esposa, es compleja. Es chilena, es de Valparaíso. Es una película abierta y cada uno la completa como quiere, y yo tengo muchas respuestas que no tengo, pero yo creo que Ema es como sol. Se lo escuché a Pablo Larraín, es sumamente atractiva y es peligrosa, es hipnótica, quieres estar cerca de ella pero quieres estar lejos.

Hablando del sol, Ema también es un ser primitivo, una mujer ajena a las construcciones sociales, culturales y religiosas que nos atañen

Por eso siento que es marginal. No sabemos a qué estrato social pertenece, aunque no es relevante. Es una persona no binaria, es pluriamorosa, es como si fuera un alien, una persona de otro mundo con ese pelo, esa tez, esa mirada hacia el mundo y las construcciones afectivas con las demás personas. Me es inevitable no relacionarlo con lo que está pasando en mi país ahora. Si bien la grabamos antes de este estallido o despertar social, tiene que ver con todo esto. Es premonitorio, no sé si Pablo pudo ver esta efervescencia entre los jóvenes, que estamos agotados de todas las construcciones sociales, de la política, por lo menos en Chile, y son estas personas que viven un poco al margen. Por eso el escenario de Valparaíso es tan importante, no podría haber sido en otro lugar, es una ciudad totalmente punk, está llena de graffitis, de testimonios, un puerto decadente, ha pasado la historia y el agua por ahí.

En la primera imagen de la película arde un semáforo, símbolo del orden. Es una metáfora premonitoria al menos. Y también está el retrato generacional, de unos jóvenes con un fuerte sentido de comunidad, esa sonoridad entre las amigas

Justo es así, y veo que es lo que va a pasar ahora en mi país. Como redescubrir el sentido de comunidad, de la tribu, del apañarse entre unos y otros, de la autogestión, de revalorizar la amistad, que es lo que queda cuando el resto se va. Las familias también, volver a lo nuclear, volver a lo esencial. La mostramos el otro día en Chile, lamentablemente después de lo que ocurrió estuvo muy poco tiempo en cartelera, y la volvimos a mostrar y no fue lo mismo ver esa primera escena del semáforo ahora que seis meses atrás. La gente se fue para atrás. No es lo mismo Ema quemando con el lanzallamas Valparaíso ahora que seis meses atrás. Es un relato muy contemporáneo.

Hablabas de la familia, pero la película pone patas arriba la idea cultural católica de familia, de hecho se cuestiona que es una familia y retrata los nuevos modelos

Yo tuve una formación católica, Pablo también la tuvo, de hecho estuvimos en el mismo colegio. Y ahí la familia era un padre, una madre, obviamente heterosexuales, e hijos, varios hijos porque tampoco creían en los métodos anticonceptivos. Decían: Dios proeverá. La familia de hoy es diversa, se construye de distintas maneras, y Ema lo ve así. De hecho, deconstruye una familia para armar la suya propia. Cree en una familia contemporánea, pluriamorosa, dos padres, dos madres, cuatro, abuela, hijo, hombre y perro.

Eso, supongo, es muy atrevido y provocador en tu país. Aquí también aún…

En mi país más. Lo dije en Venecia y se me tiraron varios periodistas encima. Nosotros somos un país muy conservador, hay que asumirlo, es verdad. Yo tengo una formación muy conservadora y, en general, es así. Lamentablemente la gente no la ha visto tanta gente en Chile, ha tenido muy buena acogida entre el público joven, y yo quiero insistir en enseñarla de nuevo porque ahora va a adquirir otro valor. Eso es lo hermoso del cine también, cómo la vamos revalorizando a partir de los contextos sociales y de los años. Pero sí, ha generado harto revuelo.

Al personaje le acompaña una fuerza visual, esa estética colorista y urbana, y también el reguetón. Es muy interesante como lo resignifica, incluso legitima. Siempre se habla de sus letras machistas, aquí se interesa por su valor físico, orgánico, aunque sea contradictorio

Así es, totalmente. Yo se lo escuché a Bad Bunny, le decían algo así como que sus hijas escuchaban sus letras, y eran tan brutales. Y él respondía que no decía a esas niñas cómo actuar, ni dictaba la moral. Estas mujeres son feministas, anárquicas, marginales y bailan reguetón hasta abajo. También escuchamos letras en inglés que no sabemos lo que significan y las cantamos a viva voz por la calle y da igual. No va a dictar tu moral.

Pero quizás, sin darnos cuentas, sí ha sido una música emancipadora, se baila en grupo, más las mujeres, sin un hombre al lado, no es un baile de pareja

Por supuesto. Fue a un festival a ver a una artista que se llama Tomasa del Real, ella hace como neoperreo. Tiene estas letras que, quizás sean aberrantes, pero estábamos todos ahí bailando, mujeres, queer, hombres… gozando entre todos, sudando, liberándonos. Para Ema y estas amigas, que se van de esa compañía de danza más docta y deciden bailar en la calle, ven el reggaeton como un baile de liberación y seducción.

La película justo juega con esas contradicciones, no las esquiva, sin dar respuestas al espectador. Y también es muy interesante que Larraín, que siempre ha mirado al pasado de Chile, ahora se fije en el presente

Lo admiro mucho por eso. Era algo muy impredecible. Y más después de ‘Jackie’, podría haber trabajado con la actriz que hubiera querido, con grandes productores, y decidió hacer esta película en Valparaíso, de bajo presupuesto, conmigo, es un acto de valentía y coraje grande. Todos caíamos embobados con Ema, quién es este personaje, nadie trató de entenderla, sí de aprender de ella. Es una película que siento que fue, no en el sentido negativo, un suceso de accidentes. Mi llegada, el reggaeton, Valparaíso, lo que pasó en mi país.

Hay retrato femenino y feminista, generacional, chileno… Pero también Ema arrolla la mirada patriarcal. En la relación de ese coreógrafo que interpreta Gael García Bernal y su bailarina, tú, no hay una relación de dominio, de autor y musa. Como si Larraín también se cuestionara él mismo

Es verdad, no lo había pensado. La relación que tienen es muy particular. Se dicen las atrocidades más grandes y se aman profundamente, comparten su pasión por la danza, pertenecen a generaciones distintas. Yo creo que quizás la generación de Pablo, del productor Juan de Dios, de todos los que trabajaron en la película, está encarnada en la figura de Gastón, de Gael, y cómo ellos miran y pretenden aprender de nuestra generaciones, que es tan distinta.

Me decías que la acogida ha sido tibia en Chile, ¿cómo lo habéis vivido?

Llevo tiempo fuera, pero el país ha estado paralizado. Los cines estaban cerrados, Cine Arte Alameda, un cine emblemático cerca de Plaza Dignidad, que es ahora la zona cero, lo quemaron. Es muy compleja la situación ahora en Santiago. Yo creo que, a nivel cultural, va a haber un despertar también, económicamente va a ser muy difícil, habrá que ver qué pasa. El otro día mostramos la película y se llenó. Pero estoy expectante.

También reivindica la cinta a esta generación poscrisis, diríamos, con esa fuerza colectiva, con el feminismo y el cambio climático como grandes luchas

Es impresionante, creo que retrata a una generación menor a la nuestra -menos de 30 años- que ha perdido el miedo. Ha entendido el poder de la tribu, del colectivos, de funcionar como una sola voz, tenemos el poder de las redes sociales que antes no estaban a nuestro a favor, hay ojos en todos lados, la información está llegando mucho más rápido. Es una generación muy creativa que se ha desprendido de todos los cánones éticos y morales, y sobre todo, ha perdido el miedo. Siguen combatiendo, yo voy solo a las manifestaciones masivas, pero meterse en la zona cero es peligroso. Y también es una generación que no teme a nada porque no ha tenido nada. La gente que está en primera línea es gente del Servicio Nacional de Menores, es decir, del lugar donde Ema y Gastón en la ficción adoptan a su hija. Tiene que terminar, es horrible, son gente que viene de historias de maltrato, violaciones, drogas, y ahí no reciben ayuda alguna, es un círculo que no termina. Y están ahí en la calle, por fin encontraron un sentido de identificación y no van a parar.

¿Hay vuelta atrás en estas luchas ante los ataques de los movimientos más reaccionarios?

Es imparable. Tenemos a nuestro favor las redes sociales, las tesis, estas chicas chilenas que han creado el himno de ‘El violador eres tú’… Ya no hay espacio para los abusos, para el maltrato, va a ganar más y más fuerza. Tenemos que seguir peleando por la brecha salarial en mi país, que no tiene ningún sentido. Se vienen años de igualdad y también hay que entender el concepto de feminismo. No me siento muy identificada con las ramas más extremas, creo que también necesitamos de la figura masculina para construir esto.

José M. Romero

José M. Romero

Cubre la información de cine y series para El Cine en la SER y coordina la parte digital y las redes...

 
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