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Opinión

En manos de Torra

Con el cadáver de la legislatura catalana de cuerpo presente, pero sin enterrar, lo único seguro es que la distensión va a tener que esperar

undefinedVÍDEO: ROBERTO CUADRADO

Madrid

Aparentemente, la decisión de Torra despeja el camino para un nuevo tiempo político. Aparentemente. Porque sí, reconoce que la legislatura ha muerto, que está rota la relación de su partido con ERC, a la que acusa de deslealtad, pero la indefinición de la fecha de las nuevas elecciones prolonga las incertidumbres ya conocidas y abre alguna más. Con el calendario de los presupuestos para Cataluña, esta etapa durará un mínimo de 5 meses, hasta junio aproximadamente, un mínimo porque Torra podría ampliarlo si le conviene y si durante esos meses el Supremo hiciera oficial la inhabilitación de Torra, pues unos cuantos más, los precisos para elegir a quien le sustituya y para cumplir los plazos previstos.

En manos de Torra

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Con el cadáver de la legislatura catalana de cuerpo presente, pero sin enterrar, lo único seguro es que la distensión va a tener que esperar. La distensión, tan necesaria, que muchos confiaban en poder iniciar con los primeros pasos del diálogo, se va al limbo de los sueños. La campaña electoral radicalizará las posturas independentistas, expoliados los partidos en su carrera de marketing político y eso puede acarrear consecuencias bastante serias. No solo por avinagrar aún más las relaciones de soberanismo con el gobierno sino por algo más grave: puede arruinar la esperanza de Sánchez de cerrar pronto los Presupuestos Generales del Estado. Intuyo que Montoro va a seguir con nosotros por una temporada más larga de lo previsto y no sé cuántos planes del actual Ejecutivo tendrán que apuntarse a la lista de espera.

El primer año de la coalición Sánchez-Iglesias, en el que quieren jugar fuerte para marcar su impronta, puede irse de vacío o casi. La conclusión no puede ser más deprimente: Torra está acabado, no es sino una sombra de otro, un valido, el muñeco del ventrílocuo, más lo que queramos añadir, pero resulta que estamos en sus manos, que son las de Puigdemont.

 
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