La ecologista que tuvo que huir de su pueblo
La oposición de Paca Blanco a la construcción de un complejo turístico en una zona protegida la convirtió en el blanco de las amenazas
La ecologista que tuvo que huir de su pueblo
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Madrid
Este pasado 2019 el clima fue uno de los temas de los que más se habló. Y esto fue así gracias a personas que dedican su vida a ello, a cuidar y proteger al medio ambiente. Muchos de ellos llevan mucho tiempo haciéndolo, porque esto de preocuparse por el planeta no empezó con Greta Thunberg. Y para muchas de estas activistas es una actividad de alto riesgo.
Hoy mismo hemos conocido que ha aparecido muerto el ambientalista mexicano Homero Gómez, defensor de la mariposa monarca, a la que la destrucción de su entorno boscoso amenaza su supervivencia. Gómez se encontraba desaparecido desde el pasado 13 de enero cuando realizaba trabajos de conservación ambiental. También denunciaba a aquellas corporaciones que se dedicaban a la tala ilegal de árboles en una región del país muy rica en recursos naturales.
En 2018 fueron asesinados 274 líderes ecologistas
Y este no es un caso aislado. Según datos oficiales en los últimos 15 años han sido asesinados 120 ecologistas en el país. Y es esta realidad la que nos ha hecho preguntarnos si en España hay también defensores de la naturaleza amenazados.
Hemos contado con Paca Blanco para que nos cuente su experiencia, ya que tuvo que dejar su casa en Extremadura y mudarse a Madrid por las amenazas que recibía. Esta activista de 70 años defendía una zona de Especial Protección de Aves y pedía que se derribara el complejo turístico de lujo ‘Marina Isla de Valdecañas’, en Cáceres.
Tuvo que soportar las amenazas a pesar de que todas las instancias judiciales dieran la razón a ‘Ecologistas en Acción’. “Fueron seis años de acoso continuo”, nos dice. Comenta también que los ecologistas estaban enfrentados con la mayor parte del pueblo porque les decían que “les quitaban el pan y el trabajo”.
Se opusieron a una macro urbanización en el Tajo, en una población de aproximadamente 200 habitantes. Nos ha contado que los jóvenes del pueblo atacaban a los ecologistas hasta tal punto que les tuvieron que poner protección policial.
Acosarla se convirtió en el principal pasatiempo
Y es que por su activismo se ha tenido que enfrentar a situaciones como las que nos ha narrado: “me rompían los cristales, las jardineras, me pegaban mierda en las fachadas,…”. Lamenta que atacar a la ecologista se convirtió en la principal afición de la gente del pueblo.
Recalca que consiguieron parar dos fases, pero sí que se construyó la primera, por la que les pedían 41 millones de euros para detenerla, un dinero con el que no contaban. Y ahora “¿quién lo va a tirar una vez que está hecho?” se lamenta.
“No queremos tirarlo ahora, queremos que no se hubiera construido”, aclara Paca. Y acaba haciendo una advertencia que pone en valor toda su vida de lucha: “Si no conservamos el planeta, estamos perdidas todas y todos”.