Mal de muchos
Madrid
Yo ya sé que mal de muchos es consuelo de tontos; ya lo sé, y no voy a poner en duda el valor de este refrán, aunque a veces… no sé si consuela, pero al menos te reconforta un poquito. Hoy es una de esas veces para pensar aquello de: “aquí estamos mal, pero en otras partes…”. Y me ha venido esto a la cabeza a propósito del lamentable espectáculo de la política norteamericana en estas últimas horas.
Al ridículo de los demócratas en el inicio de sus primarias, los famosos caucus de Iowa, se le ha unido el gesto de la presidenta de la cámara, la también demócrata Nancy Pelosi, rompiendo públicamente -de forma aparatosa- los papeles del discurso que acababa de pronunciar Donald Trump. No entro en si ese discurso era más o menos repugnante, que lo era, a tono con lo que nos tiene acostumbrados el presidente norteamericano. No entro tampoco en si tras el ridículo mundial de los demócratas se oculta alguna maniobra del aparato del partido para frenar a tal o cual candidato; es posible que sea así, y de hecho ya pasó.
Pero al margen de opiniones y de la letra pequeña de cada uno de los episodios, no me negarán que la suma de ambos ofrece un resultado demoledor para el prestigio de la política, y ahonda además en la polarización, ese virus que transforma cualquier discrepancia en una batalla a brazo partido. Yo, desde luego, si fuera norteamericano, estaría pensando: ¿Estos son los jebos que tienen que ayudarnos, que tienen que arreglar nuestros problemas? Claro que para plantear esa pregunta no hace falta mirar a Estados Unidos; ya tenemos de esto en casa, ya tenemos de sobra. Es mal de muchos, efectivamente, pero ya no consuela ni a los tontos.