Sánchez, Casado y la aluminosis institucional
Ni en el examen más complaciente obtendríamos el certificado de habitabilidad institucional
Sánchez, Casado y la aluminosis institucional
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Madrid
¿Sería concebible que una comunidad de vecinos discutiera ardorosamente sobre todos los asuntos que le afectan y no prestara la menor atención al hecho de que el edificio padeciera aluminosis? No. Sin embargo, España sufre aluminosis grave, conocida y reconocida ante la indiferencia general. Fernando Ónega, en un brillante artículo la semana pasada, repasaba la situación: la jefatura del Estado, maltratada y ninguneada; el Congreso, ni respetándose ni haciéndose respetar; el Senado, a la espera eterna de saber para qué sirve; el Consejo General del Poder Judicial, pendiente de renovación desde hace más de un año; el Constitucional, pendiente de nombramiento de cuatro magistrados y, ambos, Consejo y Constitucional, desacreditados por manoseo. El defensor del Pueblo, cubierto en interinidad, etcétera, etcétera. Ni en el examen más complaciente obtendríamos el certificado de habitabilidad institucional.
Son realidades que nadie ignora y menos que nadie Sánchez y Casado, que este lunes se reúnen en La Moncloa. Si se reunieran en su calidad de presidente del Gobierno y líder de la oposición, es decir, conscientes de su representatividad y responsabilidad, se esforzarían en acercar posturas en los temas fundamentales y acabar con los bloqueos, pero, si se reúnen como máximos mandatarios del PSOE y del PP, y con las maniobras dibujadas habilidosamente por sus aprendices de brujo para el juego corto, no ocurrirá nada de eso, y Sánchez y Casado terminarán su reunión sin avanzar un paso.
Ya sé que la mesa está abarrotada de problemas de todo tipo y que hablar de lo que hoy hablo parece irse por las nubes, pero no es así, todo lo contrario. No hay nada más concreto. Los cimientos no se ven, pero de ellos depende la estabilidad y la seguridad de todo edificio. Estaremos siempre en equilibrio inestable porque no valoramos ni respetamos las instituciones del Estado. De hecho, no valoramos ni respetamos al Estado y no hablo solo de los nacionalistas, con el Estado nos ocurre lo mismo que con cualquier espacio público: lo tratamos como si no fuera de nadie y es de todos.