El frío de lo virtual
Harrison Ford y Buck, un perro creado digitalmente por ordenador, protagonizan La llamada de lo salvaje
Madrid
A lo largo de su carrera Harrison Ford ha tenido como compañeros de reparto a los más variopintos personajes. Seres de lejanas galaxias como Chewbacca; niños, como Tapón en Indiana Jones y el templo maldito y, por supuesto, a decenas de hombres y mujeres. Lo que nunca había tenido el veterano actor de 77 años como “partener” era a un perro y menos aún a uno creado digitalmente por ordenador.
La llamada de lo salvaje está basada en la novela The Call of the wild que Jack London publicó en 1903 y que cuenta las experiencias del propio escritor en el territorio del Yukón entre Canadá y Alaska. El protagonista de la historia es Buck, un enorme y travieso perro, una mezcla entre San Bernardo y Collie escocés, que vive tranquilo en California con su dueño, el juez Miller, hasta que es raptado, vendido y llevado hasta Alaska. Allí formará parte de un tiro de trineo postal que lleva el correo hasta los más remotos lugares de la zona. Después de una serie de acontecimientos se convertirá en compañero de un viejo buscador de oro, John Thorton, al que da vida Harrison Ford, un hombre que intenta olvidar en soledad una tragedia familiar.
Chris Sanders, realizador de películas de animación como Lilo & Stich o Cómo entrenar a tu dragón ha dirigido esta película familiar de aventuras que mezcla personajes reales, como el propio Harrison Ford o el francés Omar Sy, el de Intocable, con perros, lobos, conejos, ciervos y alces creados por ordenador. Para dar vida a Buck, por ejemplo, se utilizaron los movimientos de un perro real rescatado de un refugio de animales. El resultado es un film entretenido, convencional y bienintencionado que ha suavizado bastante el relato original de London, más oscuro y violento.
En La llamada de lo salvaje vemos una reivindicación de la vida en plena naturaleza; y una amistad desinteresada que se entabla entre el hombre y el perro. También cómo este último va dejando atrás la sumisión doméstica y va descubriendo y asumiendo su instinto más salvaje y libre. La pena es que a diferencia de lo que ocurría en Colmillo blanco, también basada en otra conocida novela de Jack London, y en donde aparecían animales reales y entrenados, en La llamada de lo salvaje la interacción entre humano y animal digitalizado es algo más fría y distante y eso hace que la emoción disminuya. Lo que no cambia es el carisma de Harrison Ford capaz de dar réplica a cualquier compañero de reparto que le pongan por delante, ya sea digital, animado o, como en Blade Runner, a un replicante.
Elio Castro
Licenciado en Historia del Arte y Máster en periodismo por la Universidad Autónoma/El País. Periodista...