Del Siglo de las Luces a la pobreza energética
El escritor Javier Pérez Andújar reflexiona sobre las diferencias de clases y la precariedad
Del Siglo de las Luces a la pobreza energética
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Madrid
¿Se acuerdan de las clases de Historia? De repente les cambiaron el nombre y empezaron a llamarse Sociales, como la policía. En todo cambio de nombre hay un golpe de Estado, y si no que se lo pregunten a Prince, que quiso abolir su historia y la dictadura de las discográficas renunciando a toda forma de ser llamado. El mismo profesor que nos daba Historia nos daba Geografía, o sea que encarnaba el espacio tiempo, y encima también andaba un poco curvado. El nuestro era un universo con chicles pegados a los agujeros negros. Enseguida me identifiqué con el Renacimiento, pero cuando empecé a trabajar me hice del Barroco. Ahora, cincuentón sin remisión, soy Neoclásico. Es decir, que pertenezco a las nuevas clases. ¿De qué clases se trata? Vayan a ustedes a saber.
Todo ha sido piramidal desde el antiguo Egipto. Estudiábamos el feudalismo con la pirámide del rey, los caballeros, los curas y los campesinos. Como aún se hablaba a la antigua, iba todo en masculino, menos la realidad, pues en esto, en lo real, España siempre ha estado a la vanguardia. Por ejemplo, si en Inglaterra tenían al Señor de los Anillos, nosotros teníamos a la Dama de Elche. Cuando los egiptólogos sucumbían a la maldición del faraón, nosotros disfrutábamos de las bendiciones de la faraona. Y aunque la quisimos mucho, tuvo que irse. Las frases funcionan al revés. Son como el volante de los autos de choque, que de tanto darles vueltas cambian de sentido. El año en que los profes se dejaron barba, trazaron en la pizarra un dibujo nuevo: la pirámide de las clases sociales, y en ella nosotros seguíamos abajo. En los coles de los pijos, ¿dónde les dirían que estaban? El Neoclasicismo al que pertenezco tiene como emblema la enciclopedia a plazos. Venimos del Siglo de las Luces y acabamos en la pobreza energética.