El día en que llegó la realidad
Atrás quedaron los balcones, las bromas en twitter y los vídeos en WhatsApp. Este lunes, la realidad fue bien distinta
El día en que llegó la realidad
02:12
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/1584427362_069557/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
Madrid
El lunes fue el día de encontrarse con ella cara a cara. Durante el fin de semana, los mensajes de WhatsApp y los hilos de twitter habían ayudado con hilos y bromas: el que cortaba el papel higiénico como si fuera jamón, el que lo metía en la caja fuerte, pero ayer llegó la realidad.
Mil contagiados más. Ayer llegaron los ERTEs y los despidos. Sobre España cayó una DANA. El ministro Ábalos dijo que la situación se alargará más de quince días y el telediario acabó con el dúo dinámico cantando 'Resistiré'. El lunes en que cerraron las fronteras y también cientos de empresas fue el día de darse a cuenta de que lo duro no sería empezar el aislamiento con ánimo, sino mantenerlo. Economía de guerra pero sin guerra, han dicho. Macron dijo otra cosa.
Dijo que lo estamos. La última vez que un presidente de la República pronunció esa frase, estamos en guerra, fue Hollande tras los atentados de París. Francia anuncia medidas, las anuncia Italia. Están diciendo políticos que fueron liberales en el pasado -tal como van las cosas el pasado es es la semana pasada- que este es el momento del Estado. Han revivido a Albert Camus con la peste lo mismo que están reviviendo a Keynes. Se van desmontando mitos igual que se desmontan bulos, que es lo que le toca ir haciendo a Fernando Simón.
Lo extraordinario empieza a ser lo ordinario. Colas en los supermercados, que se acostumbran a los nuevos horarios y a las restricciones: entradas de uno en uno.
Dijo Simón que va a empezar a dejar de ser divertido. Ya no tiene gracia, en efecto, pero dice el pronóstico que la Dana descargará hoy con más fuerza. Los italianos, cuya situación es peor aún, se siguen asomando a los balcones a cantar que, al final, el cielo es siempre más azul. Y eso, habrá que seguir cantando.