Los peligros
Leila Guerriero reflexiona sobre la pandemia de coronavirus, el confinamiento y la necesidad o no de héroes
Desgraciado el país que necesita héroes
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Madrid
Vivo en Buenos Aires. Mis amigos me escriben desde Barcelona, Madrid, Santiago de Chile. Algunos mensajes parecen partes de guerra. Otros están cargados de ira, de comparaciones entre la cantidad de muertos que produce el coronavirus con los que produce la gripe, la malaria, pero son mensajes escritos con precaución, en voz baja, porque, por estos días, no tener miedo los vuelve peligrosos. La epidemia de pánico ha logrado lo que ya estábamos logrando, sólo que sin virus: la desaparición de los cuerpos de la esfera pública. La virtualidad y la hiperconexión iban camino de transformar la presencia física en algo innecesario. Ahora eso se ha vuelto real: los cuerpos son peligrosos, y empiezan a ser superfluos: ¿cuántos empresarios decidirán que, finalmente, esto demuestra que no hace falta tener a todos esos sujetos sentados en sus escritorios, que pueden prescindir de unos cuantos? En casi todas las ficciones postapocalípticas, el hecho que genera el caos –el virus, la hecatombe climática- es menos importante que los retorcidos instintos humanos que el hecho desata: en The walking dead, los zombies son menos aterradores que los mecanismos crueles que los humanos adoptan para sobrevivir. Hasta hace días hablábamos del avance de la derecha, de la xenofobia, del nacionalismo. Ahora los ciudadanos claman a sus gobiernos que les impidan viajar, que los vigilen, que cierren fronteras, que expulsen a los extraños. El encierro se vive como alivio. La delación como deber. Qué significados tendrán, en el futuro cercano, palabras como patria o extranjero. El virus no es perverso. Está vivo pero es indiferente: no desea, no sueña, no quiere nada. Un mundo que pelea contra un enemigo que no tiene maldad no tardará en encontrar al villano perfecto. Es posible que surja entonces, como su terrible contracara, un héroe fenomenal. Y ya saben lo que dijo Bertolt Brecht de los héroes: desgraciado el país que los necesita. Cuidémonos mucho. Sobre todo, de nosotros mismos.