Una horita menos
Se nos ha ido la semana en la escalada, intentando llegar al pico. El pico de la curva. Vamos subiendo una ladera con la pega de no saber lo alta que es la montaña. Ni cuándo se llega

Madrid
Viernes. Con lo que eran los viernes. Ahora son, pero son distintos. Al menos acaba la rutina semanal del confinamiento. Eso, quien la mantenga. Que al principio lo íbamos a hacer todo: a cocinarlo todo, a leerlo todo, íbamos a hacer el deporte que hasta ahora nos negábamos. Iba a ser la catarsis. Luego se ha ido instalando la realidad. Se hacen cosas, pero se comprueba también el límite de la capacidad humana.
Está llegando el final de esa semana dura que sí, nos ha puesto a prueba en lo emocional y que instala costumbres que quizá ya no abandonemos. Se ha citado mucho esta semana un artículo del 'The Guardian' que se preguntaba por qué había tantos casos aquí. Nos describe como tipos felices que a finales de febrero llenábamos bares y terraza haciendo -hablaba de Madrid- lo que a los madrileños les gusta más, ser sociables. Y se vio en la necesidad de explicar qué era eso: se abrazan, se besan, charlan. ¿Qué pasará con esos exotismos nuestros cuando llegue el primer de semana?
Se nos ha ido la semana en la escalada, intentando llegar al pico. El pico de la curva. Vamos subiendo una ladera con la pega de no saber lo alta que es la montaña. Ni cuándo se llega. Al responsable de la asociación de funerarias se le cae hoy esta frase en una crónica de 'El País'. Afirma: Esto no es comparable con nada. Y luego lo compara, dice: "Es como un 11m continuo".
El único plan que uno le pide al fin de semana es que al menos empiece a bajar la curva. Quedémonos pues en que es viernes, se acaba esta que era la peor semana y además mañana cambian la hora. A este confinamiento le quedará entonces una horita menos...




