Ser el bandido más temible de Estados Unidos y que te maten haciendo bricolaje

En 1882, Jesse James llevaba casi más años fuera de la ley que dentro. Junto con sus hermanos, el clan Younger y otros miembros itinerantes, habían estado asaltando trenes y bancos desde el final de la guerra civil, en 1865. En un principio, estos robos habían sido su forma de continuar la guerra, considerando que estaban vengando la derrota del sur no aceptando volver a la legalidad. Pero claro, le cogieron afición tanto a lo de robar como a lo de convertirse en celebrities, y cualquiera vuelve a trabajar a la granja después de ser portada en los periódicos.

Las autoridades, mientras tanto, no compartían el entusiasmo del gran público por los forajidos, e iban subiendo el dinero que ofrecían a quien los llenara con una cantidad de plomo incompatible con la vida. Y claro, recordemos que los compañeros de James tenían como principal hobby la acumulación de dinero… y, al final, pasó lo que tenía que pasar.

El 3 de abril de 1882, James le preguntó a Robert Ford, uno de sus pistoleros, por unas sospechas que tenía sobre su fidelidad. Después de preguntarle, dejó sus pistolas encima del sofá, cogió una silla y se puso a alinear un cuadro que estaba torcido. Ford lo vio como el momento perfecto para confirmar las sospechas de James disparándole en la cabeza. Jesse tenía sólo 34 años, pero su nombre viviría para siempre en el imaginario del Salvaje Oeste. El de Robert Ford también, pero como sinónimo de traidor.