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La crisis del coronavirus pone en peligro la vida de quienes padecen anorexia

El colapso sanitario por el Covid19 y el miedo al contagio impide mantener ingresados a los enfermos y sufren las enfermedades en sus casas

“¿La vida de una hija es un coste asumible?"

“¿La vida de una hija es un coste asumible?"

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Madrid

La transformación de los hospitales para poder atender a los enfermos de coronavirus está provocando que enfermos de otras patologías sean atendidos telefónicamente o dejen de recibir los cuidados que necesitan. Pero hay otros enfermos que deberían estar ingresados en hospitales y que por miedo al contagio, han tenido que mandarles a sus casas. Patricia Cervera está sufriendo esta situación de primera mano; su hija está ingresada en Málaga porque sufre anorexia severa y con la crisis del Covid19, consideraron que era mejor que estuviera en casa. Patricia ha escrito una carta en la que cuenta cómo su día a día:

“¿Qué ocurrirá si mi hija tiene una urgencia? ¿Cómo voy a exponerla a un contagio con desenlace fatal? ¿Cómo? Su sistema está inmunodeprimido. Será una cifra, una cifra más de la estadística macabra en la que se ha convertido esta pandemia. Cada noche en vela, escuchando en el silencio ese aparato que no deja de sonar. Ese aparato que intenta que su vida no se esfume con tan solo 22 años. Ese aparato que emite un intenso pitido cada vez que se obstruye. Empieza a sudar, un sudor frío recorre mi cuerpo, mi alma. Porque nunca quise ser enfermera, no por falta de vocación, sino por falta de valor. Por ser incapaz de tener en mis manos la responsabilidad de una vida. Ahora tengo en mis manos la vida de mi hija. La pantalla de la máquina me indica ‘obstrucción’. Se confirma mi temor. “Tranquila Patricia, serás capaz de permitir de nuevo el alimento de tu pequeña, lo harás”. Tras instantes de angustia el tapón se libera. Momento de máxima felicidad. Seguimos intentándolo, seguimos luchando”

Patricia lleva semanas sin dormir bien, siempre pendiente de que su hija y de que la máquina no deje de funcionar. Según cuenta, la bomba que hace que funcione la máquina no es buena y “hoy hemos estado una hora desatascándola”, dice. Patricia tiene miedo de que si se estropea la máquina, tendrían que volver al hospital y eso sería un alto riesgo para su hija.

“Estamos bastante acostumbradas al confinamiento porque ya son 9 años de lucha contra esta enfermedad”, al que hay que sumar todas las consecuencias físicas y mentales que supone. En el caso del coronavirus antes o después se obtendrá una vacuna, “pero con la anorexia no sabemos cuándo se puede curar, sabemos cuándo empieza pero no cuando acaba”, dice. El año pasado Patricia inició una campaña en la que recogió 300.000 firmas con las que reclamaba a la Junta de Andalucía más unidades de tratamiento de la anorexia. Con su iniciativa logró que en Málaga se abriera una unidad especializada en Málaga, pero “cuando estábamos viendo la luz al final del túnel, se ha vuelto a apagar”.

Una vez a la semana acude a su casa una enfermera para sacarle sangre, pero Patricia es quien debe proporcionarle el resto de cuidados. “Ayer mismo quise comprarle un portasueros para que se moviera y tuviese algo de autonomía, pero me lo rechazaron porque estaban para los hospitales de campaña”, se queja.

Con su carta, Patricia quiere visibilizar el enorme trabajo que tienen que hacer los familiares de quienes sufren un trastorno alimentario como la anorexia. “Esta enfermedad rompe familias, matrimonios y las que seguimos al final día tras día solemos ser las madres”, explica. Patricia hace un llamamiento para acordarnos de esas personas que, sin ser profesionales, tienen que sostener la vida de sus familiares enfermos. Estos cuidados les impiden el acceso a la vida laboral, pierden su salud, su vida social y, en definitiva “pierden su vida”.

Tras esta crisis sanitaria debemos hacer un análisis profundo sobre cuáles son los costes en materia de salud por el colapso de la sanidad. Patricia insiste “al estar colapsado el sistema sanitario se están olvidando otras enfermedades que también se cobran vidas”. Se queja de que les piden hacer un sacrificio para quedarse en casa y no colapsar los hospitales, pero “¿la vida de una hija es un coste asumible?”. Como sociedad, dice, deberíamos hacer una reflexión: ¿A quiénes estamos dejando morir?

 
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