Los otros trabajadores esenciales del hospital: "Los aplausos son como un abrazo a profesiones maltratadas"
Las trabajadoras de limpieza, técnicos de laboratorio, celadores, auxiliares, administrativos o pinches de cocina defienden la importancia del trabajo que realizan en los hospitales. "Somos como una rueda. Si falla una pieza, fallan todas"
"Nadie se imagina la tensión a la que estamos sometidos. Cuando esto termine el apoyo psicológico va a ser fundamental", dice Iván, celador en el Hospital del Henares
Los otros trabajadores esenciales del hospital: "Los aplausos son como un abrazo a profesiones maltratadas"
03:25
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/1586497519_574803/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
Madrid
María Ángeles dice que un hospital es "como una rueda". Que si falla una pieza, "fallan todas". Ella trabaja en "un lugar escondido" del Hospital Río Hortega de Valladolid: en el sótano. "Yo lo llamo la bodeguilla", bromea. Quizás, por eso, su trabajo no es tan conocido. Ni valorado. Lleva 20 años siendo técnico del laboratorio de microbiología. Allí reciben las muestras, las manipulan y deciden un diagnóstico, que luego valora un médico. No ven a los pacientes, no tratan con ellos, pero sí están en contacto. Tratan las muestras de posibles Covid-19 y todas las que les extraen una vez han dado positivo, "porque el bichito causa problemas en otras partes del cuerpo y hay que analizarlas".
A María Ángeles le encanta su trabajo, aunque ella, en realidad, quería ser enfermera, pero conoció "a una gran microbióloga". "Sabemos cómo es nuestra profesión. Trabajamos con muestras de enfermos, lo hemos hecho con personas con el VIH, con la colza, con tuberculosis. Es un trabajo completamente vocacional". Y, según María Ángeles, que pasa desapercibido. "Nadie sabe quiénes somos. Estamos ahí, siempre en la planta baja. No somos visibles, pero el trabajo que hacen los técnicos es fundamental para los diagnósticos".
Hace unas semanas todos los servicios del hospital recibieron un ramo de flores. También el laboratorio. "Me emocioné muchísimo. Me puse a llorar, porque soy una llorona". María Ángeles dice que llora todos los días cuando sale a aplaudir a las ocho de la tarde. Lo hace con su hijo, que tiene discapacidad, y su marido, que trabaja en una obra. Él, cuenta, no tiene equipo de protección. A ella le dan una mascarilla todos los días, pero decidió usar la misma durante dos días seguidos "y guardar una para él". "Al día siguiente me la encontré encima de la cama con una nota que ponía 'te hace más falta a ti'".
"Cada día me digo a mí misma: '¡Vamos, tía, hay que darlo todo!'"
Las muestras que llegan al laboratorio donde trabaja María Ángeles las traen los celadores. Ese es, de hecho, uno de los contactos más cercanos que tienen con los pacientes: las palabras que se cruzan con estos trabajadores en ese intercambio. Iván trabaja en el Hospital del Henares, que ahora es "la sombra de lo que era". "Ahora es un hospital de Covid total".
Está trabajando en la UCI y cuenta que cada día sale de casa "alterado". "Le das muchas vueltas a todo. Ahora mismo nuestra cabeza está en bucle y es un ambiente muy duro". Hace unos días, cuando entró a su turno, se encontró ingresada a "una persona muy allegada". "Estaba intubada, así que tuve que mirarla tres veces para reconocerla. Se te hace un nudo en el corazón. Te sientes impotente. Pero lo que puedes hacer, lo haces". "Es una profesión que hemos elegido y ahora se ve aún más que es vocacional. No vale cualquiera para este trabajo. No en estos momentos".
Cristina también es celadora. Trabaja en el Hospital Universitario Ramón y Cajal. Y también habla con pasión de lo que hace. "Cada día me digo a mí misma: '¡Vamos, tía, hay que darlo todo!'". Cuenta que sale de casa con "las pilas cargadas", pero que a lo largo del día se va "desinflando". "Ves situaciones muy complicadas, abuelos solos, desorientados... Ves el miedo en sus ojos. Y es imposible no tener empatía, se te cae el alma a los pies".
Los celadores no son, oficialmente, personal sanitario. Son trabajadores "de bajo riesgo". Pero están en primera línea. En contacto permanente con los pacientes. Son los que los ayudan a moverse en la cama, los que les incorporan o los que los transportan por el hospital. Tienen que estar en quirófanos para colocar al paciente antes de la intervención, trasladan las pruebas a los laboratorios y controlan los suministros de material para comprobar que las plantas están abastecidas.
Y son, también, los que sacan a los pacientes de la UCI cuando reciben el alta. "Cuando sales con un paciente y todas tus compañeras se ponen a aplaudir, se te empañan las gafas", cuenta Iván. "Pone en valor todo tu esfuerzo, todas esas horas metido en un box, sudando, agotado".
También ellos se contagian. Tres de los compañeros de Cristina, que es delegada del sindicato Mats, han estado estas semanas en la UCI. "Ahora los tres están en planta y evolucionan bien. Ha sido un cóctel de sensaciones. Un chute de moral, ánimo, y energía para todos los celadores".
Rosa trabaja codo con codo con los celadores. Es auxiliar de enfermería en el Hospital de Moncloa, en Madrid. Desde hace dos semanas está en casa porque tiene síntomas. "Estoy un poco hundida. Es como cuando hay un accidente y se muere todo el mundo menos tú. Sé que mis compañeras están al pie del cañón y yo estoy aquí, en casa, y me siento mal". Rosa es, además, del Comité de Empresa y sufre atendiendo las dudas y quejas de sus compañeras a distancia.
Las auxiliares ayudan a los pacientes con "sus necesidades más básicas". Les sanean, atienden sus quejas y responden a sus llamadas. "Ahora están especialmente sensibles, así que aumenta y mucho el tiempo que pasamos con ellos". Rosa, como Iván y Cristina, siente que el trabajo que hacen siempre ha estado al margen, no solo ahora, durante la crisis. Creen que están "minusvalorados" por parte de la dirección de los hospitales. "Una directora me dijo una vez que nuestro trabajo era una tarea y no una profesión", cuenta Rosa. "Se piensan que nuestra labor no tiene importancia, que nadie quiere dedicarse a esto... Pero no, porque esto no lo hace cualquiera. Hay que tener vocación".
"Somos una piña"
Los hospitales no son lo que eran estos días. Cambian las rutinas, las normas, los protocolos o los espacios. Y cambia el ambiente. Todos los trabajadores, sanitarios y no sanitarios, hacen referencia a la "tensión", provocada, sobre todo, por la falta de material. Por la incertidumbre de si tendrán o no, al llegar a su puesto de trabajo, la protección que necesitan. "No podemos trabajar con la misma mascarilla durante tres días y volverla a meter en la taquilla. O reutilizar batas impermeables que deberían ser desechables", se queja Cristina. "La tensión es palpable".
Esa tensión, además de provocar estrés y nervios, también fortalece el compañerismo entre los trabajadores del hospital. "Somos una piña", dice Rosa. "Hay enfermeras que se han ofrecido a duplicar su trabajo para que nosotras, las auxiliares, no tuviéramos que entrar en las habitaciones sin protección".
Alfonso no es sanitario. Es pinche de cocina en el Hospital Ramón y Cajal. Cuando empezó la crisis se ofreció voluntario para llevar las bandejas de comida a las plantas donde estaban ingresados los pacientes que habían dado positivo. "Me ofrecí porque había muchos compañeros que tenían miedo de pillarlo y contagiárselo a su familia". Él vive con su pareja, con Yolanda, que también trabaja en la cocina del hospital. "Nosotros no somos sanitarios, solo cocinamos y repartimos la comida... Esta situación ha superado a algunas personas. Impresiona mucho ver a todo el personal sanitario así vestido", cuenta Yolanda.
Raúl también trabaja en la cocina. Le impresionó tanto la situación, que llegaba a casa "muy apagado y tocado, cuando es una persona muy optimista", cuenta su pareja, Adriana. Veía al personal sanitario desbordado y a los pacientes solos y se llevaba eso a casa. Los dos decidieron empezar a escribir notas de ánimo para colocar en las bandejas. "Cogí mis folios de colores y mis rotuladores y me puse a escribir. Raúl dice que ha ayudado a cambiar el ánimo de la gente".
"Ahora tenemos que estar todas a una"
En la cocina, en el laboratorio, en las plantas, en las habitaciones de los pacientes... El personal de limpieza trabaja en todo el hospital. Y estos días lo hace doblando turnos, con protocolos nuevos y, también, en muchas ocasiones, sin la protección necesaria.
"Cuando estamos ahí dentro, nos sentimos muy, muy fuertes, Pero cuando salimos nos duele tanto el cuerpo, los brazos y las piernas del trabajo que lo único de lo que tienes ganas es de llegar a casa, meterte dentro de la ducha y no pensar en lo que has visto". Andrea lleva 15 años trabajando en la misma planta del Hospital Gregorio Marañón, uno de los hospitales públicos de referencia en Madrid.
Defiende con firmeza que las limpiadoras son "las grandes olvidadas". Y que su trabajo también es importante "porque sin limpieza y desinfección no van a conseguir vencer al bicho". Cuenta que no reciben el mismo trato que sus compañeros, que conseguir un equipo de protección es una "lucha diaria" y que, cuando tienen síntomas, no les hacen los test. Tiene más de 20 compañeras de baja. En el Ramón y Cajal hay 50. "El otro día me planté en el despacho del gerente y le dejé ahí el plástico que me habían dado para protegerme".
También ellas son "personal de bajo riesgo". "Y eso hace que tengamos más problemas para conseguir equipos de protección, a pesar de que nuestro contacto es estrecho y más ahora que las habitaciones han pasado de dos a tres pacientes", cuenta Nines, del Comité de Empresa del Hospital Ramón y Cajal.
"Estamos haciendo lo imposible. Limpiamos el pasillo, las paredes, las puertas... Dos, tres, cuatro veces. Todas las veces que haga falta. Pero no nos ven. Nadie nos ve cuando limpiamos. Ni cuando entramos a las habitaciones y sonreímos a los pacientes. Porque necesitan nuestras sonrisas, aunque vayamos con mascarillas. No solo limpiamos, también les escuchamos y les damos ánimos".
¿Y desconectar? Parece imposible. "Cuando llegas a casa, te da un bajón tremendo. Meto toda la ropa en la lavadora y me ducho concienzudamente. Cuando ya estoy limpio, entonces sí, mi familia me da un abrazo", cuenta Iván, celador en el Hospital del Henares. "Por la noche me dan las dos, las tres de la madrugada... No paramos de darle vueltas. Cuando esto pase, el apoyo psicológico va a ser fundamental".
Iván, María Ángeles, Rosa, Cristina, Andrea, el personal de administración, el de mantenimiento y todos los trabajadores del hospital forman parte de esa "rueda". "Somos un engranaje. El médico atiende al paciente, la enfermera recoge las muestras, el celador nos la lleva a nosotros, los técnicos. Y para eso el ascensor tiene que funcionar bien. Y el laboratorio tiene que estar limpio. Todos forman parte de eso".
Sara Selva Ortiz
Redactora de la sección de Nacional. Antes trabajó en el equipo de Hoy por Hoy, en Economía, en Informativos...