La película con la que el mundo dijo adiós al romanticismo

Barcelona

Estos días me acuerdo mucho de una película y de un libro. La película es “La gran evasión” y el libro es de Jack London. Al día siguiente de dar "La gran evasión", nos pusimos a jugar a esa película en el patio. Claro, consistía en fugarse del cole. Desde entonces he vivido evadiéndome de esa manera. La pelota de Steve McQueen la teníamos los chavales en una pelota de tenis. La calle nos proveía de todo lo que necesitábamos. Un palo, una rueda, una goma de pollo, un alambre, una peseta, cualquier cosa que te hiciera falta la podías encontrar en el suelo si ibas con los ojos bien abiertos. Cuando leí “Las aventuras de Huckleberry Finn” me entusiasmé con una frase que decía algo parecido y me di cuenta de que íbamos por el buen camino. La evasión de Steve McQueen era imposible sin la amistad. Como en el cine americano de antes, la épica se sustenta ahí en un puñado de amigos. Desde una patrulla en Birmania hasta un grupo de forajidos. “Malas calles”, de Scorsese, también trata de eso. Quizá fue “Cowboy de medianoche”, la película con que el mundo dijo adiós a esta forma de romanticismo. Era la historia de dos solitarios intentando hacerse amigos. Es brutal cuando nos reconocemos en otra persona y comprendemos que nos necesitamos. Esto nos pasa ahora con los aplausos. Y la distancia de un balcón a otro, de una ventana a otra, es todo lo que ha cambiado la vida durante estos últimos años. ¿Vieron la peli del Joker? Nos habíamos quedado solos igual que él. Las macetas y los tendederos de nuestros balcones son el autocar al que nos agarramos para hacer el viaje más bonito de nuestra vida. Como la ilusión de Dustin Hoffmann en “Cowboy de medianoche”. Otro día les hablaré del libro de Jack London, que se titulaba “El vagabundo de las estrellas”.