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¿Quién fue y por qué triunfó Phyllis Schlafly, la activista antifeminista que retrata 'Mrs América'?

La actriz Cate Blanchett interpreta a esta esposa y madre que recorrió los Estados Unidos de principios de los 70 luchando contra la Ley de Igualdad

Phyllis Schafly lidera el movimiento de oposición a la ERA, la Enmienda de Igualdad de Derechos que busca la igualdad entre hombres y mujeres, en 1976. / Bettmann Archive/Getty Images

Madrid

“A las feministas les encanta decir que tenemos derecho a elegir, pero si te atreves a elegir ser madre a tiempo completo, y no te sientes esclavizada, eres una idiota y una inculta”. Es una de las frases con las que Phyllis Schlafly comienza su carrera como líder antifeminista en Mrs America, la nueva serie de FX que ha estrenado HBO España.

En ella, Cate Blanchett es la actriz que encarna a este controvertido personaje en su primer papel para televisión. Desde el punto de vista de esa mujer conservadora, desarrolla esa cruzada que enfrentó a dos grupos de mujeres ideológicamente opuestas a partir de 1972. Dahvi Waller, guionista de la cantera de Mad Men, recoge la Norteamérica de los años 70 y continúa explorándola en esta nueva serie, centrada en el enfrentamiento entre el movimiento feminista y una agrupación de mujeres conservadoras que se organizaron para tumbar la Ley de Igualdad, en proceso de ratificación en el país.

Continuando con la antiheroicidad favorita por los creadores desde la Tercera Edad de Oro de la televisión, gracias a la cual hemos conocido a Tony Soprano, Walter White o Don Draper, Mrs America vuelve a centrar la historia en un líder para desarrollar la trama.

Phyllis Schlafly fue una mujer conservadora con muchas dotes políticas que pasó por dos candidaturas políticas frustradas antes de encontrar su verdadera vocación: comenzar una guerra abierta desde el salón de su casa contra la enmienda constitucional que buscaba la igualdad de sexos en los primeros años 70 estadounidenses.

La historia detrás de Mrs. América, la mujer en guerra con el feminismo

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La Nueva Derecha y el negocio del matrimonio

Un surgimiento, el de la derecha norteamericana, que se explica por la progresiva adquisición de derechos por parte de la mujer. Raquel Osborne, socióloga de la UNED, nos habla del contexto en el que Schlafly encontró legitimidad, y que está desarrollado en su libro La construcción sexual de la realidad. “Todo comenzó en los años 60 con la incorporación masiva de las mujeres de clase media al mercado de trabajo, quebrándose la concepción central de la familia nuclear: el hombre como proveedor económico y la mujer dedicada exclusivamente a la vida doméstica y a la maternidad”, considera.

Si el comunismo era el diablo de los años 50, el feminismo y el movimiento homosexual se convirtieron en los chivos expiatorios de los incipientes 70, amenazando con fuerza el modo de vida de la derecha. Tal y como expone Susan Faludi en su libro Reacción (La guerra no declarada contra la mujer moderna), estas reivindicaciones provocan una respuesta de la derecha. “El punto de partida de la movilización fue la sentencia en 1973 del Tibunal Supremo que legalizó el aborto a petición de las madres, que fue el primer gran éxito del feminismo desde su movilización en los años 60”, afirma Osborne sobre este surgimiento.

Schlafly difundió sus ideas a través de la prensa con una columna sindicalizada semanal y un total de 21 libros en los que recogía sus ideales llevados desde el cuidado de los niños hasta la educación o la economía. En El poder de la mujer positiva lanzaba uno de los planteamientos que más caló en sus simpatizantes. En él se preguntaba: si las mujeres, además de parir a los hijos, eran capaces de hacer todo lo que hacían los hombres, como decían las feministas, ¿para qué servían los hombres?

Casada con un adinerado abogado y madre de seis hijos, Schlafy consideraba el matrimonio como un “arduo trabajo para las mujeres”. Tal y como expone Raquel Osborne, esa institución no se sostenía por el amor, sino que era concebido desde su punto de vista como una empresa: “Para ella era un negocio que necesita de un presidente (el marido) y una vicepresidente ejecutiva (la esposa), y con unas leyes que obliguen al esposo en caso de problemas matrimoniales a mantener a la esposa y los hijos por medio de la custodia legal”. En este sentido, Schlafy quería reforzar ese orden tradicional y ofrecer sexo, organización familiar y sumisión a cambio de protección. Esta era la manera de tranquilizar a sus maridos y seguir adelante con esa lucha como verdaderas activistas.

La activista Phyllis Schafly, con el eslogan ‘Stop ERA’, liderando el movimiento contra la aprobación de la Enmienda de Igualdad de Derechos, en 1977.

La activista Phyllis Schafly, con el eslogan ‘Stop ERA’, liderando el movimiento contra la aprobación de la Enmienda de Igualdad de Derechos, en 1977. / PhotoQuest/Getty Images

La fragmentación y horizontalidad: las grietas del feminismo

Ese feminismo, surgido a través de pequeños grupos de autoconciencia donde se exponían las experiencias de desigualdad, fue el germen de esa amenaza. Está representado por mujeres cuyas reivindicaciones marcaron con fuerza el panorama político de la época, y que en la ficción serán las que intentarán parar los pies de la Nueva Derecha. La teórica Betty Fiedan (interpretada por Tracey Ullman), la especializada en aborto y derechos reporductivos Gloria Steinem (Rose Byrne) y la primera congresista negra, Shirley Chisholm (Uzo Aduba), son algunas de las mujeres que representaron este movimiento.

No existían líderes en este feminismo, en virtud de una estructura horizontal en la que todas las mujeres eran iguales entre sí. “La excesiva fragmentación y la falta forzada de liderazgo implicó voces muy diversas, lo cual contrastaba con los fuertes liderazgos, las estructuras jerárquicas y la clara división del trabajo entre las mujeres y los hombres de la derecha unidos en un amplio frente común”, considera Osborne sobre la forma de organización de ambos colectivos.

Además de hacer frente a un mal externo, Steinem y sus compañeras tienen grandes fricciones internas por delimitar cuáles son sus prioridades a la hora de reivindicar unos derechos con los que conseguir la igualdad entre hombres y mujeres. “Todo esto propició que alguien como Schlafly consiguiera extender el rechazo a la enmienda por la igualdad de derechos. Lo hacía con eslóganes muy directos como ‘mujeres opuestas a la igualdad’ y ‘mujeres que quieren ser mujeres”, continúa.

Más allá del maniqueísmo que podría verse al enfrentar dos posiciones de este tipo, que podría usar el paso del tiempo para dar la razón a unas y quitársela a otras, Mrs America muestra ese antifeminismo como fuerza para ejercer presión sobre el grupo de intelectuales, que tienen que organizarse de una forma más compacta para hacerles frente.

En un contexto social y político como el actual, en el que el feminismo ha vuelto a cobrar importancia tras el Me Too y la recuperación de la enmienda para la igualdad de derechos estos últimos años, la socióloga reflexiona sobre la intención de la serie, y considera que Schlafly es representada como “otra víctima del machismo, lo que la acerca a las feministas para hacer disminuir sus diferencias ideológicas y políticas, que eran muchas, tanto como que provocó esta potente y exitosa reacción conservadora de las mujeres de la derecha estadounidense”.

 
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