¿Aprobar unos presupuestos? El problema va a ser elaborarlos
La voz de Iñaki Gabilondo | 07/05/20 | ¿Aprobar unos presupuestos? El problema va a ser elaborarlos / BEA POLO
Madrid
La votación de la prórroga del estado de alarma ha movido el suelo parlamentario, pero no sabemos si provisionalmente o no. Arañar esa prórroga le ha costado al Gobierno sudores de parto y ha puesto al desnudo la precariedad de su situación. Una mayoría en el límite que nos ha lanzado a todos a cavilar en muchas direcciones y a sumar votos con los que aprobar unos presupuestos, pero olvidando un pequeño detalle: antes de votarlos hay que elaborarlos, y aquí es donde nos vamos a topar con la verdadera magnitud del problema. Los legítimos intereses encontrados de siempre pero esta vez dramatizados hasta la exasperación, con todos los sectores en apuros graves tirando de las ubres de unas cuentas exhaustas.
¿Aprobar unos presupuestos? El problema va a ser elaborarlos
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Aunque a arañazos lograsen aprobarse estos presupuestos ¿cree alguien que un país convulso, con la piel económica en carne viva, con miles de empresarios arruinados y millones de trabajadores parados, puede abordar esta etapa histórica sin un cambio de mentalidad? ¿Cree alguien que puede ser suficiente una mayoría escuálida, con la oposición agitando el nerviosismo social? Algunos fantasean con una nueva mayoría PSOE-PP, pero mejor será que lo olviden. Hoy por hoy solo sería posible sin Sánchez y sin Casado, y no sin antes organizar un cataclismo en sus partidos, en los demás partidos y en la sociedad que rompería más de lo que arreglaría con una agitación que es lo único que nos faltaba.
Otros sueñan con unas elecciones, pero eso nos llevaría en la cresta de la crispación durante meses. Y no tenemos meses. De manera que, o ponemos nuestra política en modo sentido común y pactamos una base de acuerdos mínimos a partir de una propuesta marco del Gobierno que ya está tardando o nos vamos a meter en la boca del lobo con un desorden que puede ser socialmente peligroso.
Insisto en mi esperanza de que las organizaciones empresariales y sindicales, que son las que pisan tierra las 24 horas del día, actúen de locomotora y arrastren a la política a la senda del buen juicio.