¿Cuándo dejaremos de aplaudir?
"Un gesto tan noble merecería otro final que no fuera el paulatino desvanecimiento", la polémica de Isaías Lafuente
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Madrid
El pasado 13 de marzo, por las redes sociales fue difundiéndose una convocatoria para dar un gran aplauso colectivo a los profesionales sanitarios. Al día siguiente, a las diez de la noche la primera ovación atravesó todas las ciudades y pueblos de España, el mismo día que el Gobierno declaró el estado de alarma e impuso la cuarentena colectiva. Y el gesto llegó para quedarse. Se adelantó la hora para que los más pequeños se sumaran y desde entonces esa liturgia colectiva y transversal lleva acumuladas más de cinco horas de aplausos de millones de ciudadanos. Se ha mantenido con fuerza como gesto de agradecimiento y también, por qué no, como una forma de darnos ánimos y de marcar una pauta cotidiana en nuestro confinamiento. Un día más, un día menos…
Es evidente que las razones que movieron el aplauso permanecen, que quienes han ayudado a mantener el pulso en un país hibernado, jugándose la salud y la vida, merecen nuestra gratitud eterna. Pero también lo es que el tiempo transcurrido, que el progresivo desconfinamiento puede hacer que los decibelios y el entusiasmo vayan decayendo. Algunos signos se observan. Y seguramente un gesto tan noble merecería otro final que no fuera el paulatino desvanecimiento. Como una pieza musical necesita un último compás o una gran novela, un punto final. Y que igual que nos pusimos de acuerdo en el arranque acordemos un final a la altura de una liturgia ciudadana que quedará para la historia como un hermoso gesto en mitad de la tragedia.