Historia de un aplauso
Después de la ilusión y la fuerza de los primeros días, parece que las salidas a los balcones también han entrado en fase de desescalada
Historia de un aplauso
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Madrid
Con qué fuerza, y hasta ilusión, aquellos primeros días en los que, si se te iba la hora, sabías que eran las ocho sólo con oír el rumor. Al principio era de noche, porque no habían cambiado la hora ni la época y en vez de hablar de fases nos hablaban del pico, al que no sabíamos si habíamos llegado. Pero aplaudíamos. Veíamos a sanitarios exhaustos que en muchos casos tenían que hacerse sus propios equipos de protección. Y aplaudíamos. En los balcones. En las UCI por cada alta.
En casa, los niños esperaban la hora y se asomaban al balcón o a la ventana y aguantaban un buen rato. Luego llegó el primer aplauso con vistas, ya a plena luz, y le vimos la cara al vecino de enfrente. En algunos casos, con un hola, empezó una relación entre vecinos que no se saludaban en el portal. Veías que lo hacían en otros países, que se asomaban a los balcones de Francia o en Italia.
Luego vinieron las polémicas, las propuestas para poner banderas, el cansancio. Vino el buen tiempo y la desescalada. Los primeros paseos. Las campañas como el vídeo en el que aparecía un sanitario comiendo aplausos y bebiendo aplausos con el mensaje de que estaban bien las palmas pero más lo estaría mantener la presión para que se invierta en sanidad.
Luego vino el rompan filas porque todo aplauso declina y se acaba. Y este, que fue espontáneo y común, que hermanó a gente que vive pared con pared, también se fue apagando: una desescalada de aplausos. Que no significa que se hayan apagado. Tal vez es que, a los dos meses del estado de alarma, sólo han cambiado de fase.