Controles de temperatura y más personal de limpieza: el día a día en las grandes distribuidoras de alimentos
Los trabajadores y directores de las principales plataformas de venta a minoristas del país nos cuentan cómo es el día a día con las nuevas medidas de seguridad
El día a día en las grandes plataformas de distribución
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Madrid
Sergio impulsa la carretilla con un movimiento tan ágil y recto que casi parece automático. Como si al zambullirse en esa sucesión de pasillos paralelos de hasta cinco metros de altura, de cajas superpuestas, de aglomeración de colores y trozos de otros mundos -rodaballo del Atlántico, gubinge australiano, tomate de Huelva, pimiento rojo de Itala- la carretilla se fijara en un carril recto invisible y comenzara la carrera, con él a las espaldas, sus brazos duros, impulsando un vehículo que parece una extensión de su propio cuerpo.
Como en la guerra, la velocidad en el manejo de esa carretilla de mano prestada es requisito para la supervivencia. Porque Sergio (nombre ficticio) recorre la nave de productos frutícolas -en el corazón de MercaSevilla, la plataforma de distribución de alimentos de la capital andaluza: 32 hectáreas por las que cada año pasan más de 400.000 toneladas solo de frutas que abastecen a la provincia de Sevilla y a parte de Cádiz, Huelva, Badajoz y el sur de Portugal- con la velocidad de un rally para alcanzar la meta lo antes posible. Porque cuanto antes llene la carretilla de los productos que le ha encargado el carnicero, antes se ofrece a un pescadero para realizar la compra.
Carreras con la carretilla por 5 euros
La jornada de Sergio comienza a las cuatro de la mañana. Es la hora en la que pasa el control de acceso al mercado, enseña el carné de minorista de un local que ya no existe, y enciende el primer cigarrillo en el aparcamiento gris que a partir de esa hora comienza a llenarse de furgonetas.
Sabe que los martes es el día en el que el dueño de una pequeña tienda de alimentación acude al mercado para comprar fruta y carne y que para agilizar su tiempo, pedirá otra ver a Sergio que le haga una de las compras a cambio de cinco euros, a veces diez, incluso en ocasiones un paquete de tabaco.
Un día Sergio fue como ellos. Un día que duró casi 20 años. La crisis de 2008 se llevó la furgoneta y el negocio, y le obligó a colgar el mandil que utilizaba tras el mostrador de la frutería que regentó más de media vida. Él era antes uno de esos tipos que llegaba en furgoneta a Mercasevilla a las cinco de la mañana y corría para encontrar todos los productos de la lista escrita a mano la noche anterior. Ahora también corre, pero para hacer la compra para otros que, a cambio, le ayudan con lo que pueden. Lo que empezó como una idea desesperada, se ha convertido en su único trabajo después de cientos de llamadas a empresas y ni una sola respuesta en estos años.
Bajo ese techo de chapas tan alto como una catedral cabe todo un tratado de hortalizas, pescados, frutas y carnes. Bajo ese techo de ocho metros amanece la ciudad que habita dentro de la ciudad, su esqueleto convertido en cadenas de distribución; en camiones de carga y descarga, un par de cafeterías que cierran cuando el resto de hosteleros despiertan las terrazas de la ciudad.
Antonio conocía a Sergio. A veces tomaban un café rápido en la cafetería que ahora está cerrada. “Los primeros días del Estado de alarma fueron una locura. Había miedo, irracional, pero miedo a un desabastecimiento. Me levanté a las tres de la mañana para ir a comprar. Pero no hubo problemas. Al contrario, hay más productos por el cierre de la hostelería y en mi caso, en nuestra carnicería hemos facturado más durante las primeras semanas del confinamiento. Tengo la sensación de que la gente ha optado por la tienda de barrio. Y te diría que muchos, ante las enormes colas en los supermercados, han optado por volver a la tienda del barrio”.
Las estrictas medidas de seguridad solo permiten la entrada de aquellos con carné de minoristas, por lo que Sergio ya no acude cada día al mercado.
Mascarillas y menos tiempo para comprar
En Mercasevilla, las mascarillas y guantes son obligatorias. “Además realizamos controles de temperatura de forma aleatoria a los que entran al mercado”, explica José Ramón Navarro, director gerente. También en Mercabarna, que es el principal mercado de productos frescos de toda Europa y al que entran cada día 14.000 camiones diarios, también toman la temperatura en el ingreso. “y obligamos a mascarillas y guantes, se intenta al máximo cerrar todas las puertas de entrada al virus”, explica su director general, Josep Tejedo.
Mercamadrid podría ser una megalópolis dentro de otra ciudad por donde pasan cada día 9.000 personas, 800 camiones, 14.000 vehículos diarios y entre diez y doce millones de toneladas diaria de productos. La dirección ha aumentado un 700% el jabón desinfectante y han duplicado los contratos de limpieza. En cuanto a los tiempos de trabajo, ahora todo es más ágil. “porque nos hacen los pedidos por WhatsApp y los tenemos preparados cuando llega el comprador”, explica Raúl Fernández, de la empresa de venta de frutas Hermanos Montes.
“Antes el frutero llegaba, comparaba precios, veía el producto. Ahora se lo dejamos preparado con antelación”. Algo que también ocurre en Mercabarna, “donde antes el comprador pasaba hasta una hora dentro del mercado, ahora pasa la mitad”, explica Alberto García, trabajador de RondaFruits. “Compramos más rápido, sí, pero de momento está en suspenso el contacto directo con el mayorista, las charlas, los consejos sobre el producto”, señala Antonio, carnicero de Sevilla. “Cuando se levanten las medidas de seguridad, el acceso será menos estricto y podrá seguir viniendo Sergio, al que por cierto, le debo un café”.
Enrique García
(Sevilla, 1994) Corresponsal en Bruselas, siguiendo y explicando la política comunitaria. Antes, redactor...