Que se contagien ellos

Madrid

Perplejidad. Ahí tienen ustedes que quienes más se quejan por la falta de libertad y aprietan hasta la burda cacerolada o el estruendo de los cláxones, son aquellos, juntos y revueltos, que aprobaron la ley mordaza con sus únicos votos, en compañía de los que utilizan la bandera como capote, ellos, o de pareo, ellas, los mismos que aplaudían hasta con las orejas la represión franquista, porque una cosa es libertad y otra, libertinaje.

Nos quieren apelotonados y sin protección. No están solos, que la caverna anda desatada, renovados los ímpetus de la conocida canallesca que entonces no cejaron, ni un solo día, de insultar como arrieros a Zapatero o Rubalcaba.

Bobos solemnes, fanáticos o bien pagados, que hay muchos grupos de presión que hace demasiado tiempo que no oyen tintinear las cajas registradoras, mil euros o un millón.

Ansiosos y cegados por el dinero fácil, el único que saben acumular, no comprenden que un rebrote del virus, ese sí, los llevaría definitivamente a la ruina. Que se suicide el conductor kamikaze, pero que no nos mate.

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