Maestro Scorsese: la influencia de un director revolucionario
Pau Gómez coordina el libro 'Maestro Scorsese: retrato de un cineasta americano', donde numerosos directores españoles repasan la filmografía del autor de 'Taxi Driver' o 'Uno de los nuestros' y la huella de su cine en generaciones posteriores. Rodrigo Cortés, devoto y experto en la obra del neoyorkino, escribe el prólogo
Madrid
Rodrigo Cortés descubrió a Martin Scorsese en una proyección de El color del dinero en Salamanca. El director español se quedó fascinado frente a la pantalla. No había experimentado nada igual. “Sentía en la piel que eso era cine en su forma más pura, cine como bala —plástica y cinética— irreproducible en ninguna otra disciplina: planos en colisión, actores estallando, la pantalla sacudida con la fuerza de mil terremotos, la cámara como estilográfica y espada, la violencia exterior como expresión de la interior, hecha discurso catártico, resonante, transformador. Nadie hasta entonces había obviado mis ojos para inocularme sus historias directamente en el flujo sanguíneo”, describe en el prólogo de ‘Maestro Scorsese: retrato de un cineasta americano’, editado por Libros Cúpula.
Para varias generaciones de directores de todo el mundo, el director neoyorkino es el máximo referente. El hombre que ha marcado el cine de los últimos cincuenta años. “Si algo aprendí de Scorsese es que el qué es el cómo y que el cómo es el qué. Son indistinguibles y su forma, lejos de ser envoltura vacía, se convertía en la esencia máxima de la energía explosiva de sus personajes, que esos planos en colisión eran también la energía retenida por estos personajes a punto de estallar en cualquier momento a la vez que la propia pantalla estallaba. Conseguía precisamente transmitirme la temática y hacer forma y fondo absolutamente indistinguibles”, analiza en conversación con El Cine en la SER.
Pau Gómez, licenciado en Periodismo y doctor en cine, coordina este libro en el que más de 20 directores españoles comentan y analizan las seis décadas de una de las figuras más importantes de la historia del cine. La filmografía de Scorsese es un reflejo del entorno en el que se crió, el barrio de Little Italy, poblado de personajes que sueñan con ser alguien en la vida, delincuentes de medio pelo, mafiosos, matones y algunos triunfadores sepultados por su propio éxito. El director es uno de los grandes cronistas de la otra América, la que el llamado sueño americano les dio la espalda. “Normalmente nos han vendido la idea del sueño americano como algo idílico, maravilloso, que solo puede tener lugar en Estados Unidos, que es la tierra de las oportunidades. En el caso de Scorsese, su abuelo es el que llega a Nueva York procedente de Italia con la idea de cumplir el sueño americano. No se produjo, ni para su abuelo ni para toda la gente que vivía en Little Italy. Luego vino su padre, que nació en Estados Unidos, pero tampoco lo consiguió y se dedicó toda su vida a planchar pantalones. Y luego el propio Scorsese, que jamás pensó que pudiera cumplir el sueño americano porque vivía el ambiente de frustración de su padre y su abuelo. Lo consiguió de manera totalmente involuntaria. Era un niño enfermizo que se refugiaba en los cines para huir del frío de Nueva York y de los matones del barrio. Ahí encontró su pasión y empezó a forjar su leyenda”, explica.
Cuando en los 70 se convirtió en un autor reconocido, el director sí se dio cuenta de la travesía que habían pasado sus padres y abuelos. “Por eso en su cine, el sueño americano está tratado desde una perspectiva desmitificadora. El sueño existe, para algunos, para otros no existe. Aquellos que alcanzan un triunfo desorbitado siempre lo hacen de una manera poco recomendable, como sus capos mafiosos o esos tres personajes, que además son reales, como Jake LaMotta, Jordan Belfort y Hogar Hughes, que alcanzaron el sueño americano de una manera fulgurante y casi tan rápido bajaron al infierno. Él cumplió el sueño americano pero estuvo a punto de estrellarse también. Después del éxito de Taxi Driver invierte mucho dinero para hacer el musical New York, New York, que es una fracaso y que lo mete en una espiral de autodestrucción que a punto estuvo de acabar con su vida”. Su adicción a la cocaína y problemas médicos casi se llevan por delante su carrera. Scorsese siempre ha contado que su amigo Robert de Niro lo salvó cuando se empeñó en sacar adelante Toro Salvaje. Este pasaje marcó un punto de inflexión en su vida.
Por qué es un director revolucionario
Scorsese forma parte de la generación del nuevo Hollywood que irrumpió en los 70. Un grupo de cineastas cinéfilos que cambiaron la industria con sus historias y revolucionaron el lenguaje cinematográfico con múltiples innovaciones técnicas. “Par empezar, trabaja con los actores de un modo que habría sido imposible con los actores de la generación anterior, con actores de 20 años menos. Consiguió un naturalismo en la expresividad de sus actores que no tenía nada que ver con lo teatral ni con lo literario, de alguna manera profundizando en el camino que iniciaron Brando, Montgomery Clift o James Dean, yendo a la carne del personaje incluso con diálogos que nos estaban nada estilizados, que no eran nada literarios y que muchas veces eran improvisados. Muchos de los grandes momentos de la carrera de Scorsese son improvisados, como De Niro frente al espejo con el famoso You talking with me? Esa es una escena que no puede escribirse, es una escena prácticamente de taller que tiene que suceder en directo”, analiza Rodrigo Cortés. “Pero, además, formalmente es una auténtico súperdotado y llevó el montaje analítico de Eisenstein a cotas infinitamente más estilizadas, precisamente porque estaba muy influido por esas rupturas y dislocaciones formales de los europeos del momento. Es un director absolutamente cinéfago y, como ningún otro, ha sido capaz de empaparse de influencias de lo más dispares, algunas absolutamente contradictorias, y concitarlas en un estilo nuevo que no habría sido posible 10 años antes y del que seguimos viviendo todos los cineastas 30 años después”.
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Pau Gómez pone de ejemplo una frase de Paco Cabezas en el libro. La cámara no solo es un personaje más, es el personaje principal de su cine. “Scorsese tiene un estilo propio, hace lo que quiere desde el principio, mueve la cámara como quiere. No hace nada que esté sujeto a una tradición. Junta dos planos de una mano y hace un fundido extraño, que en cualquier otro director quedaría ridículo y en él es un movimiento magistral. Juega mucho con los primeros planos, tiene un montaje muy abrupto, muy dinámico. En Jo, qué noche la cámara se vuelve absolutamente loca. En El color del dinero la cámara vuela. Son esos planteamientos que ningún director en un lenguaje mainstream haría. La contribución de Scorsese es asumir riesgos sin importar las consecuencias. Aún hoy su cine es más pausado, pero sigue siendo motivo de discusión y referencia. El plano secuencia de Uno de los nuestros se sigue poniendo en las universidades porque es uno de los mejores. Scorsese cuando quería hacer algo, lo hacía de una manera excelsa, de ahí su influencia”, opina.
La tipología de personajes y el punto de vista
En el cine de Scorsese no hay héroes, sus personajes están llenos de claroscuros. El neoyorkino ha narrado y filmado el lado perverso del sueño americano, en opinión de los autores. “Tiene que ver con que Scorsese es un cineasta de comportamientos y de contradicciones. Por lo tanto tiene que abordar historias de claroscuros, no siempre de perdedores, a veces son historias de ganadores que encierran los mismos claroscuros precisamente y los pliegues más recónditos del alma humana, habitualmente torturada. Si el muestra por encima de todo el comportamiento, nos tiene más remedio que adentrase en esas zonas que generalmente no se ven y que, sin embargo, delatan lo que somos basándose en la ambivalencia. Él recoge siempre la contradicción inevitable que impulsa cada biografía”, razona Cortés.
En sus películas genera cierta empatía con los personajes, sin glorificar, en casi todos los casos están condenados por sus propias decisiones y hay pocas rendijas para la redención. “Hay personajes de Scorsese que nos caen especialmente bien y creo que consigue que el espectador se implique y quiera que tenga una vida mejor. Muestra cierta compasión con el personaje de Travis Bickle, el de Taxi Driver, que no deja de ser un psicótico, pero al que Scorsese redime en cierta manera al ser una persona traumatizada por la guerra de Vietnam. Esos perdedores son personajes que tienen algún talento como para mejorar, no han hecho cosas excesivamente malas y Scorsese les proporciona cierto estado de felicidad pasajero, como en Alicia ya no vive aquí o New York, New York, o El color del dinero. Luego están los que representan el cine de mafiosos que sí consiguen el sueño americano más tóxico. La vía criminal para ser una persona muy poderosa y a esos les prepara el peor de los castigos. En sus películas de la mafia acaba todo el mundo muerto o, en el caso de El Irlandés, el protagonista tiene un final casi más trágico, que es la muerte en vida. Luego están los triunfadores, basados en personajes reales, que alcanzan un poder incontrolable y que eso mismo es lo que les destruye”, repasa Gómez.
Pero en su cine hay casi una ley sagrada. No se juzga a los personajes ni hay espacio para moralejas. “No diría que es un cineasta amoral, de hecho, es un cineasta profundamente moral, pero jamás impone la tesis de su punto de vista. Uno puede sospechar cuál es la tesis. Si de alguna manera El Padrino inauguró una especie de tapiz sobre el crimen organizado que permitía demostrar que no era químicamente perverso, no porque fuera bondadoso, sino porque todo ser humano puede ser malvado en un aspecto y amar a sus hijos por encima de cualquier otra cosa, o conmoverse por una flor antes de disparar a alguien a la cabeza. En el caso de Scorsese lo llevó un paso más y mostraba que ese código de honor no existe, que ese código es el del dinero estrictamente. Pero, cuando él muestra situaciones, las muestra desde el punto de vista de sus personajes, que no se creen malvados en ningún momento. Eso es lo que hace que uno pueda reírse con un sociópata como Joe Pesci en ‘Uno de los nuestros’ y a la vez sentirse enormemente culpable mientras lo está haciendo. Deja que los deberes los haga el espectador”, reflexiona el director español .
Un maestro con muchos alumnos
“Es un maestro en el sentido más amplio y profundo de la palabra, ha ejercido su magisterio. Es tanto un revolucionario como un continuador de una herencia, con profundo respeto por sus abuelos, por decirlo de algún modo. Tanto lo cambió todo como se ha ocupado por perpetuar, e incluso de forma física, restaurar esas obras que debemos ver. Y ha hecho un trabajo de magisterio personal trasladándonoslas con una pasión y una didáctica única a los espectadores”, describe Cortés. La influencia de su cine es rastreable en autores como Quentin Tarantino, Paul Thomas Anderson o David O. Russell. Pero también en varias generaciones de realizadores españoles.
“Hace cinco años no pensaba que el cine español tuviera una incidencia tan grande de Scorsese. Justo entonces leí una entrevista en la que Cesc Gay decía que los directores españoles eran tan hijos de Buñuel como de Scorsese. Eso me dejó sorprendido y empecé a profundizar en la idea. Hablé con directores y directoras y, efectivamente, salió a la luz una huella de Scorsese que desconocía y que creo que todo el mundo desconocía. Además es que estamos ante un director con una idiosincrasia tan estadounidense, como el sueño americano, un poso cien por cien yanqui, donde todas sus películas -salvo las tres religiosas- transcurren en su país. Evidentemente afecta más a la parte técnica, Scorsese es un revolucionario en eso, pero también por un planteamiento narrativo”, concluye Pau Gómez.