Todo eso que me ha dado Pau
Igual que el añorado Michael Robinson, Pau decidió que la vida no se para cuando te dicen que estás enfermo
Madrid
La hora canaria nos descoloca siempre a los peninsulares. Hace un montón de años, recién llegado a la SER, era todavía negra noche cuando arrancamos un Hoy por Hoy en Tenerife con apenas una veintena de espectadores desperdigados por un auditorio monumental. Alguien no calculó bien y la verdad es que los programas de cara al público, pero sin público, desaniman un poco. Pero ese día, y la noche anterior, tuvimos la gran suerte de que un músico se hubiera echado la guitarra a cuestas, viajando desde Barcelona, para regalarnos sus canciones y su alegría. Así conocí a Pau Donés y de esa alegría he disfrutado desde entonces.
Cada entrevista, cada conversación, cada llamada o cada mensaje terminaba indefectiblemente con una sonrisa; incluso en los momentos más jodidos del puto cáncer. Porque igual que el añorado Michael Robinson, Pau decidió que la vida no se para cuando te dicen que estás enfermo; y por eso ha seguido cantando, viajando, queriendo y echando una mano para que otras personas, que no salen ni en la radio ni en la tele, se curen del cáncer o por lo menos no dimitan de vivir.
Sé que muchos obituarios van a centrarse, sobre todo, en cómo nació La flaca, de las tripas de las que surgió Humo, o ese amago de himno gallego que es Depende. Yo tengo la inmensa fortuna de poderle añadir a todo eso que Pau haya compartido conmigo su humanidad, sus ganas de vivir, de navegar, de cuidar a su familia, de recuperar el tiempo con su hija, de pasear con sus perros por el Pirineo, de su pasión por el Barça, de su casa de Formentera…
Hace tres años le dieron un Ondas y lo celebramos; estaba muy contento. Hace uno me dijo que se iba a Nepal; ahí estaba exultante. Y no volví a verle hasta el video de Eso que tú me das, que pudimos estrenar en La Ventana comentando lo apuradito que aparecía de aspecto, pero celebrando su agradecido mensaje de despedida. Escribo estas líneas desde casa, postrado con una lesión de esas que duelen mucho y con las que parece que se hunda el mundo. Hasta que te topas con algo grave de verdad. Eso sí es jarabe de palo. Vaya racha, joder…