Esta página no se puede pasar así

Madrid

El fin del estado de alarma abre una etapa nueva, pero, en modo alguno cierra al anterior. Por mucho que nos distraigan las disipaciones del verano, por mucho que nos ocupe la recuperación socioeconómica, no podemos pasar página hasta que no se aclaren debidamente dos asuntos fundamentales: el número de muertos por el COVID-19 y lo ocurrido en las residencias de ancianos.

Por lo que se refiere al número de víctimas, comprendemos las dificultades derivadas de los diferentes sistemas de cómputo, que en todos los países está creando confusión. Pero el hecho indiscutible es que los retrasos y las contradicciones han provocado general desconcierto.

Ni con la mejor voluntad se ha entendido el sube y baja de las cifras que ha desnudado carencias técnicas y organizativas clamorosas. Resuélvase el problema como sea, pero resuélvase ya. Sería una verguenza colectiva que lo dejáramos pasar y que enterráramos a muchos de nuestros en la fosa común de la burocracia y el olvido.

Por lo mismo, es imperativo que se conozca lo ocurrido en las residencias de ancianos. Se intuye que se ha fallado en prácticamente todo en todas partes. En algunas, en Madrid por ejemplo, de manera escandalosa. Al margen de las actuaciones legales ya en marcha, la ciudadanía tiene que ejercer una vigilancia activa para que las políticas de campanario no conviertan la investigación de lo sucedido en una especie de expedición por la jungla. Porque nos podríamos topar con la espesura, con una telaraña de omertá o de escamoteos en el caso de que algunas comunidades prefirieran cuidar su imagen o justificar sus actuaciones antes que llegar al fondo de la verdad.

Hay que llegar al fondo de la verdad aunque duele o queme. Si nuestras autoridades nacionales o autonómicas pasaran página sin aclarar en detalle estos dos extremos o dándole una larga cambiada cometerían un gravísimo pecado social y político. Y si nosostros lo permitiéramos, otro aún más imperdonable.

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