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'Normal people', la serie del verano que cuenta una historia de amor marxista

La plataforma Starzplay estrena la esperada adaptación de la novela de Sally Rooney, la escritora irlandesa que habla del amor en tiempos de crisis económica

Fotograma de la serie 'Normal people' / CEDIDA

Madrid

Sally Rooney se convirtió, a su pesar, en eso tan manido de "la voz de una generación", como si todos los jóvenes vivieran y sufrieran su juventud de la misma manera y en las mismas circunstancias. Fue el error que cometió Lena Dunham, una de las creadoras más atrevidas y revolucionarias de la ficción televisiva y el que ha evitado al máximo esta escritora irlandesa, millennial, pero poco dada a asumir las etiquetas de la prensa cultural. 

Con Normal People hizo que columnistas de The Guardian, también muy generacionales, aunque con unos cuantos años más, alabaran su manera de escribir y de contar el primer amor. La serie, que ha ayudado a adaptar la propia escritora, sigue a dos jóvenes protagonistas, Marianne y Connell, en el último año de instituto en un pueblo pequeño de Irlanda en 2011, años posteriores al colapso económico de 2008, en un país muy golpeado por esta crisis. 

Un relato naturalista y cercano, bien contando y con una delicada dirección, incluso en las escenas de sexo, del director irlandés Lenny Abrahamson, nominado al Oscar por el drama La habitación, y la directora británica Hettie Macdonald. Cuenta, además, con dos actores jóvenes no muy conocidos hasta esta serie, como la londinense Daisy Edgar-Jones, a la que ya vimos en La guerra de los mundos, y debutante irlandés Paul Mescal. 

Ella pertenece a una familia rica, por lo que tiene claro que acudirá a la prestigiosa universidad Trinity College en Dublín para estudiar Políticas. Él no sabe si conseguirá llegar, su madre es la limpiadora de la casa de ella, madre joven y soltera, y él debe trabajar para pagarse los estudios. Aunque el sistema de becas funciona en este caso, lo hace como un sistema meritocrático y no como redistribución de la riqueza. Hay, por tanto, muchos matices que muestran que la serie no es solo un drama romántico millennial; sino mucho más; ya que abarca grandes disonancias que afectan a la sociedad europea contemporánea.

Si bien la novela tiene una dimensión más política, donde se ahonda en el activismo de ella y hasta se menciona a Franco, la serie también establece pequeños matices en los que se ve todo lo desarrollado en la novela. La diferencia de clases está en el origen de la historia de amor, pero no como en los relatos clásicos a modo de imposibilidad de que ese amor se dé; sino cómo dos modos de vida que provocan problemas de comunicación entre Marianne y Connell.

El amor puede ser también un arma revolucionaria, lo sabía Karl Marx, que en una carta escrita a la mujer de la que estaba enamorado, Jenny von Westphalen, dijo hablando sobre las representaciones teatrales: "Y sin embargo, es la verdad. Si esos canallas hubieran tenido valor, habrían representado de un lado «las relaciones de producción y de intercambio» y del otro a mí, postrándome a tus pies". Y ahí está la clave de lo que hace Normal People, contar una historia de amor mostrando cómo afectan esas relaciones de producción a la pareja, cómo la alienación en una sociedad capitalista, incluso entre los intelectuales, afecta a la vida plena de los individuos. "No sé cómo se escribe una novela marxista, me gustaría saberlo, pero sí creo que la estructura económica y cómo condiciona a las clases sociales está presente en esta novela", reconocía la autora en una entrevista en la BBC.

El amor se ha convertido en los últimos años en una de las categorías filosóficas más estudiadas. Ya sea para deconstruirlo, ante la crítica al patriarcado, o reflexionar sobre él y proponer nuevos modos de vinculación. Por fin se ha entendido que el amor tiene una dimensión política. Por poner solo un ejemplo, vean el de Kate Millet, quien en Sexual Politics, explica que las relaciones románticas son eminentemente políticas, siempre que se estructuran a partir del poder con base en arreglos que otorgan control a un grupo sobre otro. La ficción ha perpetuado el desequilibrio de poder.

¿Qué hace Normal people al respecto? Lo cierto es que no presenta ni una relación poliamorosa ni homosexual; sino una historia de un chico y una chica blancos en un país desarrollado, aunque en crisis. Sin embargo, su representación es diferente e interesante, en tanto en cuando no reproduce los estereotipos de la gran mayoría de comedias románticas y dramas hollywoodienses, donde el amor romántico perpetúa relaciones de poder y tic machistas.

Nuestra pareja, formada por Connell y Marianne, rompe con todo eso. El modelo de masculinidad es diferente y la pareja no es un todo, sino algo en lo que apoyarse en un mundo inestable por cambios económicos y sociológicos. El machismo también está presente. No de Connell hacia Marianne; pero sí de los amigos del colegio hacia ella, a la que hacen bullying, o de los amigos refinados y progres de ella, que la tratan con un paternalismo propio del machismo en círculos intelectuales.

Ni la serie, ni la novela, identifica ese malestar con el que viven los protagonistas, sobre todo los de clase obrera, con la alienación. Pero lo cierto es que hay muchos matices que apuntan a esto. Por ejemplo, el suicidio juvenil, presente en el relato, la incertidumbre por el futuro, en un país donde al igual que ocurrió en España, millones de jóvenes emigraban en busca de un futuro mejor, o la imposibilidad de vivir una vida plena -en lo económico y en lo social- en zonas rurales o pequeñas ciudades como en la que han nacido los protagonistas, una consecuencia del capitalismo.

Hay una escena en la que el protagonista asiste a terapia, ante su depresión galopante, y expresa que siempre creyó que tenía que salir del pueblo para tener una vida mejor, pero en la universidad esa vida no ha llegado y ahora ya no hay marcha atrás. La alienación, por tanto, es el producto de su transición de un joven de clase trabajadora en un pequeño pueblo irlandés a estudiante en una universidad de élite en la capital, donde nadie de su clase es como él; por lo que las diferencias de clase siguen ahí.

Como vemos, Ronney también realiza una nueva definición de lo que significa ser clase obrera hoy.  En un mundo donde el neoliberalismo fue propulsando la reconversión industrial, la clase obrera hoy ya no está solo en las fábricas. Está en el precariado, como es el caso de Connell y su madre. Él es un estudiante que trabaja en un supermercado, gasolinera o restaurante los fines de semana y en vacaciones, y ella, una madre que limpia la casa de la amiga de su hijo. Pero también es clase obrera, nos dice la autora, aquellos que tienen un buen nivel de vida, pero pueden perderlo todo ante un colapso financiero.

"Él se siente completamente alienado como escritor, una profesión a la que solo pertenecen gente de una determinada clase y que convierten los libros en mercancía. Libros a cambio de dinero. Eso es algo que me preocupa como autora y sobre lo que he reflexionado. Cuando entras en el mundo cultural, tu vida cambia, su status cambia, vas a actos, festivales, fiestas, cenas, con gente rica, famosa... ese mundo y lo que económicamente supone te aleja de tu clase y de lo que es la vida normal sobre la que después escribimos. soy muy escéptica sobre este modelo, también sobre la industria cultural y editoral. Me hace sentir que al final los libros no tienen potencia política y que solo juegan un papel en la economía política, como producto de mercado", insistía en la BBC

La serie tiene un sentido más gramsciano en términos de cómo la cultura le sirve a al capitalismo para perpetuar el sentido común y, en definitiva, un status quo.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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