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Achero Mañas: "Han dejado la industria cinematográfica en manos de las grandes televisiones"

El director de 'El Bola' y 'Noviembre' regresa 10 años después con 'Un mundo normal', una road movie muy personal en la que Ernesto Alterio está dispuesto a cumplir el último deseo de su madre: tirar su cuerpo al mar

Achero Mañas presenta en el Festival de Málaga 'Un mundo normal' / Juan Naharro Gimenez (Getty Images)

Málaga

Diez años después Achero Mañas, director de 'El Bola' y 'Noviembre', regresa al cine con un proyecto muy personal, una comedia agridulce que nació de la particular petición que un día le hizo su madre. Si moría, no quería que la incinerasen ni enterrasen, quería que tiraran su cuerpo al mal. De la investigación de esa posibilidad y el estudio de la singularidad, el autor crea una cinta que sirve de catarsis familiar. Su propia hija, Gala Amyach, acompaña en esta road movie a su alter ego, Ernesto Alterio, en una historia que en plena pandemia adquiere nuevas lecturas sobre el duelo y la necesidad de despedir a nuestros seres queridos. 

Vuelves a Málaga después de mucho tiempo y al cine 10 años después, ¿qué has estado haciendo?

Viviendo, estoy vivo. Es curioso porque en Málaga creo que estuve en la primera edición del festival y gané a mejor cortometraje por ‘Paraísos artificiales’. Estoy muy contento de estar aquí con mi hija, con Ernesto Alterio, que ha sido una relación maravillosa, y feliz de estrenar una película después de 10 años. Ya sé que me estoy haciendo un poco ‘ericiano’ en ese sentido, soy como Erice que dirige no sé cuánto tiempo, pero es lo que me ha tocado.

¿Tan mal está la industria del cine?

No es que esté mal, ha cambiado. Y es más complicada en el sentido de que los parámetros por los que se miden las ayudas no son tanto de calidad como de cantidad, de qué es lo que tienes, si tienes distribuidora, si tienes tal y cual, han dejado la industria cinematográfica en manos de las grandes cadenas televisivas y ellas tienen muy claro qué quieren hacer. De las ayudas, el 90% se han industrializado y están bajo esos parámetros, y las ayudas más selectivas, que son el 10%, pues no caben todos. Es imposible, hacen que las películas de director o autor tengan mucho menos presupuesto. Es una difícil ecuación la que que tienen que hacer. Yo creo que tiene que haber una ecuación donde convivan las dos, y si no lo hacen, pues también el país decide qué legado cinematográfico quiere dejar. Si lo que quiere dejar son solo comedias de género o películas de género, y no otras, pues creo que lo uno no está regañado con lo otro. Deberían convivir de otra manera.

Cada vez es más difícil levantar y financiar una película que tenga que ver con la clase media. Al final, desgraciadamente, son las series las que están haciendo historias sobre la clase media y están tomando el relevo. El problema es que el relevo lo toman las plataformas y se comportan como los antiguos estudios, entonces la mirada de los autores se ve muy condicionada. No tienes la misma libertad, los directores teníamos mucha más libertad respecto a nuestro contenido con los productores que lo que tienen ahora los showrunners con las plataformas. Eso es indudable, es una pena. Ha habido una traslación y veremos lo que pasa. Estamos en movimiento, en un momento de cambio absoluto, desde luego, no es fácil. Ruedas cada vez menos, con menos tiempo, con menos medios, y eso se hace cuesta arriba.

Durante estos diez años, ¿has rechazado proyectos? ¿hacer, por ejemplo, series? ¿no tenías esa libertad creativa de la que hablas?

Yo si firmo algo, lo firmo. Yo vendo lo que pinto, no pinto lo que vendo, como decía Picasso. Lo que me gustaría hacer son los proyectos en los que estoy ilusionado. Y yo tengo otra vida, esto no es malo, es bueno, tengo otra vida en la que vivo o sobrevivo, tengo tres hijos y hemos podido sobrevivir, hago otro tipo de cosas que me permiten vivir. Amo demasiado el cine como para hacer cine que no me gusta o que no tenga yo el control definitivo del contenido. Si yo no tengo el control del contenido, no lo firmo. Entonces, sí, eso es un problema. La gente no quiere que los directores-autores firmen sus contenidos y tengan una libertad específica. Yo no rechazo al productor, todo lo contrario, yo necesito a un productor para llegar a un acuerdo con él. Yo tengo esta obra, este contenido, quiero hacerlo de esta manera, a mí lo que me sirve el productor es para tener una mirada de por fuera, no para que me busque el dinero, eso ya lo hago yo, me he producido una película de tres millones de euros, lo que necesito es que me diga si eso que queremos contar los dos está o no está. Tienes que luchar porque ahí esté lo que habíamos hablado. Me tiene que ayudar a que cuando yo esté dentro, demasiado perdido ya, me diga por dónde está el fallo. Cuando no he tenido la figurar del productor, he tenido a cinco amigos diciéndome o discutiendo, o con mi propio montador.

Cada vez es más complicado y difícil, y en eso yo intento mantener la integridad del personaje, pero porque tengo una vida. No quiero hacer de abanderado de la integridad, no se trata de eso. Hay gente que le gustaría tener una integridad pero no puede, tiene que vivir y no tiene otro lugar donde ganarse la vida, pues oye, que haga una serie, que haga lo que sea aunque no le guste. Sé que va a sentar mal espiritualmente pero es mejor eso que no poder sobrevivir y no darle de comer a tus hijos o tener tú una vida mínimamente digna. Si uno puede, y yo he podido, uno no tiene por qué hacer 100 películas. Ni en mi deseo ni en mi carrera está programado, no soy como Tarantino que quiere hacer no sé cuántas películas antes de morir. Yo no tengo número ni esa necesidad. Pero sí tengo la necesidad de que las circunstancias sean favorables para hacer el contenido como yo creo que debía de hacerlo. Y luchar por ello, esta vez lo he hecho, lo necesitaba hacer por determinadas circunstancias, y me he lanzado a por ello.

¿Por qué circunstancias? Es una historia muy personal, ¿cómo llegas a ella y si ha sido la más compleja en el plano sentimental?

Pues mira, no -risas- Tenía cierta complejidad sentimental porque estaba mi hija ahí, y no quería tirar por la borda o erosionar la relación por una cuestión profesional. Pero no ha sido así, ha sido todo lo contrario, nos hemos encontrado en esas partes que siempre se mezclan. La historia se origina porque mi madre me pide que yo la tire al mar. Ella me dice que no quiere que la incineren, que eso es una gilipollez, que no quiere que a entierren, que no se ve en un ataúd ni muerta ni viva. Yo conozco a mi madre y sé que lo dice primero así pero que hay un fondo, y a la semana siguiente ya me estaba insistiendo. Y luego me dijo que si no lo hacía, se me iba a aparecer. Ella quiere que lo hagamos y que no cuesta nada. A partir de ahí empecé a reflexionar sobre algo, que es la singularidad. Qué hacen o cómo sobreviven las singularidades dentro de lo común, de la comunidad.

Sobre esa reflexión nace un discurso de la película añadido, porque pasamos un problema familiar y la pérdida de un ser querido, y a partir de ahí me pregunto muchas cosas y me lanzo a hacer la película como una especie de catarsis familiar. Ernesto (Alterio) es un alter ego del futuro, mi madre está viva y coleando, no me tengo que enfrentar a eso, pero era también una investigación, por si me tengo que enfrentar a eso, saberlo, cómo la tengo que tirar al mar sin que me metan en la cárcel. Decidí que tenía que hacer por eso esa película, por si podía plantear ese asunto de manera realista. Lo que me interesaba es si pueden sobrevivir las singularidades dentro de los comunes. La pandemia ha exacerbado y puesto sobre la mesa todo ese discurso, nos hemos universalizado, todos nos hemos encerrado, hemos vivido una experiencia colectiva con cierta paradoja en el entorno familiar, y todos, por otro lado, estamos deseando volver a nuestras singularidades, volver a ser nosotros mismos. Lo fundamental es lo que nos diferencia y eso se ha perdido de alguna manera. Todo lo común está lleno de singularidades, cómo podemos tener una participación colectiva sin perder nuestras singularidades. De eso habla la película, las personas a veces renuncian a sus singularidades y eso causa una frustración tremenda luego dentro de la comunidad. Muchas veces se ven en esa tesitura de sacrificar sus sueños, de hacer lo que les gusta, la película realmente es una metáfora de cómo se vive en muchos casos para que la comunidad te acepte. Era importante construir un personaje que se saltara las normas para dar rienda suelta a su singularidad, pero que en el fondo pudiera ser entendido por lo común. Realmente, lo común no está en contra, está feliz de que una persona atienda su singularidad. Esto no quiere decir que cada uno haga lo que le salga de las narices.

Ya que estamos viviendo la experiencia de la muerte, el tono de la película para mí era muy importante. Lo habíamos vivido en la familia y yo decidí hacer una película en lo personal porque, como decía Tolstoi, todas las familias son felices de la misma manera, pero las infelices lo son a su manera. Yo no estoy de acuerdo con eso, creo que todas las familias han pasado por una desgracia, con lo cual todas tienen sus comportamientos, sus códigos, sus particularidades, que son conocidas entre ellos y eso es lo importante que muestra la película.

 
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