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Arturo Ripstein: "El enemigo del cine es la prisa"

El cineasta recibe el Premio Retrospectiva del Festival de Málaga por sus más de 50 años de carrera y presenta su última película, 'El diablo entre las piernas'

Arturo Ripstein, en una imagen de archivo / Hung Sung-Jun/Getty Images

Málaga

Criado en rodajes, su padre era productor, y con el sello de discípulo de Buñuel, Arturo Ripstein (Ciudad de México, 1943), es uno de los autores más influyentes del cine latinoamericano. Un artista ajeno a lo comercial con una personalidad desbordante y un cinéfilo eternamente enamorado. "Recuerdo desde pequeño que alguna tía me dijo que cuando creciera, vería mi voz. Para mí fue un choque, fue muy turbador que tuviera que encontrarme a mí mismo. Lo único que logró fue meterme en un laberinto de enigmas y preguntas. Descubrí mi vocación muy joven por razones familiares y supe que no quería salir jamás de un rodaje o un estudio. Lo que he cultivado durante estos años ha sido una vocación firme, que no he dejado nunca. Pero no me he conocido a través de mis películas. Algunas cosas que narro es porque la realidad me da miedo, porque quiero transformarla", explica el director en una conferencia virtual por el premio Retrospectiva que le concede el Festival de Málaga. 

Confinado en México desde hace más de 160 días, los lleva contados, lamenta no poder recoger este reconocimiento por la pandemia del coronavirus. "Las cosas se distorsionan en el encierro, el tiempo se ha abolido. No es como en la cárcel, aquí no tenemos ni idea de si es un día menos o más. No hay tiempo, solo espacio, un espacio que se deforma por completo. Tener un paréntesis a un reconocimiento de Málaga es una alegría y honor".

Al autor de 'La perdición de los hombres', 'Profundo carmesí', 'La virgen de la lujuria' o más recientemente 'La calle de la amargura', no le importa que digan que sus películas son lentas. Él necesita ese ritmo pausado y preciso para explorar las emociones de sus personajes. "En el cine comercial, los planos secuncias prácticamente no existen ni la edición tienen sentido, solo hay velocidad, que es el gran enemigo del montaje. Empecé como un cinéfilo rabioso, cuando había que ir a ver las películas en el cineclub, me gustaba ir para tener una mirada, pero esto me ha despareciado con el comercio y la prisa. El enemigo del cine es la prisa".

La expresión de su cine parte de dos mecanismos. Los guiones en los últimos años de Paz Alicia García Diego, su pareja, y encontrar una imagen que haga fluir su estilo narrativo. "Necesito una imagen que me ilumine para que se dé el ritmo, el tono, el encuadre, el sentido de la dirección de actores, es un segundo ese punto con el que origino todo. A veces es muy breve o circunstancial, pero necesito un momento rigurosamente visual para formar toda la narrativa. El corazón de la mirada es la cámara. Me gusta que fluya, la fluidez como sentido del arte. Eso es lo que me ha guiado siempre". añade.

También le ha guiado una mirada en blanco y negro. Sus cintas las considera casi un accidente comercial que ha tenido que pagar. "Muchas de mis películas jamás se tuvieron que hacer. La historia de un cineasta también es la de sus desastres. Todas mis películas tenían que estar en blanco y negro, yo conocí a mi país y el sentido de la vida en el cine en blanco y negro. Por eso me ha interesado siempre, siempre he pensado así, así conocí el cine y a México. El blanco y negro es una belleza infinita porque el espectador tiene que entrar inevitablemente en la convención", zanja.

El diablo entre las piernas, en sección oficial

Además de ser homenajeado, el Festival de Málaga ha proyectado en sección oficial la última película del director mexicano, ‘El diablo entre las piernas’, un retrato del deseo, la pasión y el sexo en un agrietado matrimonio de ancianos. Una pareja castigada por la memoria, por las lealtades y deslealtades, y por el maltrato psicológico con una propuesta sensorial. “Es una reflexión sobre el sexo en la vejez. Los viejos huelen distinto, ese olor produce repelús en el sexo, por eso había que explicitarlo en pantalla y sentirlo en la atmósfera. Importaba mostrar la decadencia del cuerpo. Ellos huelen a viejo y la casa a humedad. Servía para mostrar la decrepitud de la vejez y la vigencia del deseo”, explica la guionista.

Una película con soberbias interpretaciones, la de Sylvia Pasquel y Alejandro Suárez, y una poderosa fuerza expresiva por el trabajo de fotografía. “Esta película partió de la escena de un hombre dormido. La cámara se acerca y en una secuencia está definido el personaje. Este hombre sentado mirando las nalgas de su pareja, me gusta mucho, por la cámara quieta viendo a un hombre despertar”. El uso de los espejos y la mirada torna la película en un juego de apariencia y realidad con la criada de esa casa, cómo mira ella a esta pareja y cómo ellos la miran. “El reflejo es un concepto que me da mucho juego”.

“Queríamos hablar también de la noción del encierro en la vejez y de la noción de los celos, una noción imbécil pero poderosa. Es una cuestión que se retroalimenta, y eso hace que el ritmo narrativo sea circular, que la película esté dando vueltas. Hay un juego entre el día y la noche, y en la noche siempre somos más nosotros y mejores”, concluye Arturo Ripstein.

José M. Romero

José M. Romero

Cubre la información de cine y series para El Cine en la SER y coordina la parte digital y las redes...

 
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