El pueblo que volvió a tener colegio después de 30 años
Hablamos con Marta García, maestra de Aguilar de Alfambra, el pueblo de Teruel que este curso recupera las clases después de tres décadas sin niños en edad escolar. 'Tengo cinco alumnos de entre 3 y 10 años. No cambiaría ser maestra de escuela rural por ninguna otra cosa'

El pueblo que volvió a tener colegio después de 30 años
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Madrid
En Aguilar del Alfambra la vuelta al cole es noticia más que nunca. Y no por el Covid-19 o las mascarillas, aunque las medidas están muy presentes como en el resto de centros escolares. Es noticia porque este pequeño pueblo turolense de la comarca de las Minas vuelve a tener cole por primera vez en treinta años.
Cinco niños con edades entre los tres y los diez años han devuelto las mochilas y la pizarra y las risas del recreo a este municipio de apenas 63 vecinos censados, a cincuenta kilómetros de Teruel capital. Esta tarde nos lo ha contado en La Ventana, Marta García, la flamante nueva maestra que ayer estrenó el esperadísimo curso escolar en Aguilar del Alfambra. 'Estoy muy contenta, ha sido muy emocionante y la acogida muy cálida, se nota que la gente del pueblo -la mayoría son personas mayores- está feliz de que vuelva a haber cole y maestra'.
A sus 29 años, esta maestra interina de infantil con especialización en inglés, sabe ya lo que es dar clase en un entorno rural. 'Llevo tres años de maestra, siempre en colegios rurales de la provincia de Teruel y de Zaragoza'. Su nuevo destino le supone, como a la gran mayoría de profesores en el mundo rural, tener que hacer a diario bastantes kilómetros. 'En mi caso vivo a 59 kilómetros'. Así que a diario Marta recorre 120 kilómetros para dar clases a un grupo pequeño pero heterogéneo, otra característica de las clases en la escuela rural.
'Tengo cinco alumnos. La más pequeña tiene tres años y el mayor diez', cuenta Marta. Todo un reto para 'armonizar el temario y compaginarlo con el aprendizaje de cada niño. Tienes que programar doble trabajo para dar todos los niveles pero eso tiene una parte muy buena. Y es que no sólo aprenden los niños sino que yo lo hago a diario, me estoy formando todos los días y aprendo muchas cosas'.
En una profesión nunca suficientemente reconocida, y con la responsabilidad y preocupación añadida que supone la situación actual de pandemia, lo de Marta es como lo de muchos maestros y maestras, 'totalmente vocacional, es una alegría ver cómo los niños aprenden y salen para adelante y sobre todo son felices viniendo al cole con una sonrisa'.
'El entorno rural me gusta mucho, no me importaría nada seguir aquí muchos años hasta que vayan todos al instituto. Ser maestra en un pueblo te permite tener un contacto más directo con los niños y las familias, y el compañerismo entre los docentes también se nota más'.
De momento Marta ya conoce a dos de sus alumnos, los otros tres, hijos de familias inmigrantes que han venido a vivir a Aguilar, se incorporarán en los próximos días. El aula, con mobiliario a estrenar y cinco pupitres con la debida distancia de seguridad, se ubica dentro del edificio del Ayuntamiento. Marta, la nueva profe, la ha tuneado con algunas manualidades para darle color y alegría a la vuelta al cole que, pese a ser el curso de la pandemia, este año es todo un acontecimiento en Aguilar de Alfambra, uno de esos pueblos de la llamada España Vaciada que también existen y donde la vida no se para.




