Deuda de gratitud

Madrid

Los que saben de incendios no se cansan de repetir que los fuegos se apagan en invierno, no después cuando el calor aprieta a tope. Y recomiendan observar las señales para evitar después problemas mayores.

Bien, pues yo propongo que nos fijemos en algo que a mí me resulta últimamente significativo: a los sanitarios ya no se les aplaude, aunque ellos sigan currando exactamente igual, a tope, desbordados en muchos casos; ya sea médicos, enfermeras, celadores… De todo.

Pero, claro, ya no es que no les aplaudamos; es que ahora se convierten a menudo en blanco del malhumor y el cabreo que llevamos encima. De hecho, en muchos centros de salud y en hospitales -seguro que lo han visto- hay carteles indicando el número de casos que tienen que atender, para que nadie piense que están mano sobre mano. Pero, claro, el simple hecho de que tengan que justificarse ya da una idea de por dónde van los tiros. Es más, la organización médica colegial está elaborando un informe donde se recogen los episodios de acoso o maltrato al personal sanitario. Así que dentro de unos días podremos hablar con datos concretos, pero está claro que el viento ha rolado y que los héroes de ayer son vistos hoy de forma, digamos, menos cariñosa. Y eso me parece profundamente injusto.

Hoy mismo los colegios de médicos de toda España alertan de la situación límite en que se halla el sistema nacional y del agotamiento de sus profesionales. Así que mientras dure esto, y después también, mientras dure esto que al menos no les falte el aliento ciudadano. Porque les debemos mucho.