No hay mal que por bien no venga
Hoy tenemos que agradecerle al coronavirus que haya conseguido que se regule el teletrabajo
No hay mal que por bien no venga
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Madrid
Como no hay mal que por bien no venga, hoy tenemos que agradecerle al coronavirus que haya conseguido que se regule el teletrabajo. El decreto aprobado por el Consejo de Ministros puede que no sea la panacea, y menos a ojos de aquellos jóvenes digitales y emprendedores que observan la impericia ante un teclado de los demás y les ven como un residuo analógico digno de estudio. Y tampoco entienden que se necesite de una norma para cumplir con lo que ellos consideran lógico y adaptan a necesidades y obligaciones personales.
Pero su mundo no es todavía el mundo, y menos en este país donde el trabajo presencial es falso sinónimo de control y laboriosidad. La prueba nos la dio el confinamiento, cuando aquellos que pudieron y tuvieron que llevarse sus obligaciones profesionales a casa descubrieron que si el teletrabajo era aquello, estaban sufriendo un martirio, cuando no directamente un calvario sin horario ni fecha en el calendario.
Es lógico, pues, que lo que a partir de ahora queda tipificado no podrá ser inmóvil. Al contrario, al estar ante una revolución también de las relaciones laborales y el nuevo contrato social que inevitablemente se avecina, habrá que ir adaptándolo a las circunstancias que, sobre todo, impondrán las nuevas generaciones suficientemente preparadas. Eso demostrará a la vez la involuntaria mirada limitada de quienes se han visto obligados a pactar porque ni han tenido más remedio ni probablemente han sido capaces de entender la magnitud del presente.