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Vallecas, años 20: los tiempos del coronavirus

Llevamos días informando sobre la crisis política entre el gobierno regional de Madrid presidido por Díaz Ayuso y el ministerio de Sanidad a cuenta de las medidas a adoptar para atajar el avance de la pandemia en la comunidad

La mayor parte del barrio de Vallecas vive bajo restricciones desde hace una semana. Caminamos por sus calles y hablamos con sus vecinos. Estos son algunos apuntes de lo que vimos y escuchamos concentrados en doce horas

Vallecas, años 20: los tiempos del coronavirus

Vallecas, años 20: los tiempos del coronavirus

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Madrid

Ocho en punto de la mañana. Sobre el puente Vallecas pasan ocho carriles de la M30. El tráfico de salida por Avenida de la Albufera es intenso. También en las incorporaciones y salidas de la por Peña Prieta y Ciudad de Barcelona. Todavía no se ha instalado el control de policía que se ve por televisión día tras día desde el 21 de septiembre. La entrada al metro es constante, pero fluida. Los andenes de la línea 1 están descongestionados. Supervisan dos agentes de seguridad y dos empleados de metro. Hay una persona de limpieza. Los convoyes pasan cada dos o tres minutos.

Nueve de la mañana. El Colegio de Educación Infantil y primaria Fray Junípero Serra está en Camino de Valderribas 120. Es zona restringida. El otro lado de la acera no. Es la frontera.

Los alumnos entran por distintas puertas. Los profesores toman la temperatura por cursos. Algunos echan en las manos gel hidroalcohólico. Al fondo se ve el cerro del Tío Pio, el parque de las Siete Tetas.

Imagen de la entrada del metro &#039;Puente de Vallecas&#039;

Imagen de la entrada del metro 'Puente de Vallecas' / Severino Donate

Diez de la mañana. Agentes de la policía municipal desplegados bajo el puente de Vallecas dan el alto a los vehículos. Solo a los que quieren entrar al barrio. No a los que salen de Vallecas en dirección al centro de Madrid o la M30. El paso a pie en ambos sentidos queda al margen de controles.

Los agentes reclaman la documentación y los permisos de tránsito a conductores de vehículos particulares, furgonetas, pasajeros de taxis, VTC y autobuses. Los agentes suben al autobús y los viajeros muestran los permisos. El 24 se mueve entre la estación de Atocha con el Pozo del Tío Raimundo. Dos mujeres se dirigen a un rastro de muebles. Una de ellas no tiene permiso para entrar en las zona de movilidad restringida a la que se dirige. El policía pide que baje del autobús para formalizar la sanción. La multa podrá ser recurrida si la viajera consigue justificar el traslado.

Once de la mañana. La Asesoría Martín y Sevillano está en la segunda planta de un edificio bajo de dos alturas en la avenida de la Albufera. La persistencia de la pandemia está agotando la capacidad de resistencia de sus clientes.

Angelines y Dilenia trabajan a medias en la peluquería Rayces, con y griega, en una esquina de la calle Monte Oliveti. Son las once y media y todavía no ha venido nadie. “Que está la cosa muy chunga, muy chunga. Esto es horrible. Desde las nueve y media y no ha entrado nadie a la peluquería. Como ahora es sin cita, así podemos estar todo el día. No ves que como la televisión dice que la gente no salga…Hombre, es lo que debe ser, lo que digan, que yo lo veo muy bien. Pero los trabajos están abiertos y para qué”

El contrabajista y cantante de Thirteen Bats, Dani, obliga a los clientes de Vallekas Tatto Zone, si los hubiera, a esperar en la puerta hasta que rocía la esterilla con un spray de alcohol para desinfectar el calzado. El gel en manos es obligatorio. Está en nuestra Señora de las Mercedes, en la zona de Nueva Numancia. Trabajan cuatro personas para atender a gente de toda España. Hoy solo tienen una cita, gracias a que el cliente es de Vallecas. Expedir justificantes es inútil. La policía no deja pasar a los clientes. Hacerse un tatuaje no está en la lista de prioridades.

Las doce, mediodía. Puesto de carnicería La Vaca, mercado municipal de Puente de Vallecas. Habla el carnicero. “Yo, desde casa, que es zona no restringida, tengo que atravesar tres zonas restringidas para llegar aquí. Pero bueno, lo de mi barrio también es…, que yo vivo en Villaverde y de ocho centros de salud, hay siete confinados y el que está justo en el centro, no. ¿Cómo te lo explicas? Tendría que estar Madrid entero. Pero, a lo mejor, encerrándonos a nosotros primero, no se enfadan los de Núñez de Balboa”.

Una de la tarde. La Tesorería general de la Seguridad Social de la Avenida de la Albufera está cerrada. Cada mucho tiempo, se asoma un funcionario que dice el nombre del citado y las puertas se vuelven a cerrar. Miguel está en la calle, detrás de la persiana metálica. Después de mucho esperar, ha conseguido que le escuche una vigilante jurado que le habla a través de los agujeros de la persiana.Es autónomo, quieres darse de baja. La crisis derivada de la pandemia no le permite seguir adelante. Pero lleva mes y medio intentando que le den cita y no lo consigue. Ruega que le den una solución. No puede pagar el siguiente recibo

Dos de la tarde. El control de la policía municipal sigue bajo el puente de Vallecas filtrando el paso de vehículos. Solo los que entran. No los que salen del barrio.

Los agentes piden la documentación a los tres ocupantes de un coche particular. Los ocupantes vienten del trabajo, van a comer a casa. Todos tienen justificante, pero la conductora no lleva la mascarilla mientras conduce. Todos trabajan codo con codo, pero no pertenecen al mismo núcleo familiar. La conductora es multada.

Tres de la tarde. El camión del butano hace reparto en la avenida Monte Igueldo, delante de los estantes repletos de plátano macho, sandía y batata de la frutería Latino. Un hombre, con la camiseta de la selección española de fútbol y una bolsa negra al hombro reclama unas monedas a la puerta de Luckia, una de las muchas casas de apuestas que hay alrededor.

Cuatro de la tarde. Algunos hombres con gorras de baseball, charlan en torno a unos tercios de Heineken en una de las terraza del boulevard. Al frente están las casetas y el escenario con las imágenes de Benito Pérez Galdós y Miguel Delibes que homenajea la Feria del Libro de Vallecas. Aarón García Peña, poeta: “Que no se nos olvide que España es hermosa especialmente por su cultura. No sólo la gente literata o las grandes artistas, sino la cultura del barrio. La cuarta feria del libro reivindica esa cultura de barrio”

Cinco de la tarde. Avenida de San Diego. Un pájaro enjaulado canta desde una ventana frente a los bloques que se levantan en una gran solar. Hay proyectadas más de mil cien viviendas. Tres chicos caminan por Martinez de la Riva en dirección al centro comercial Madrid Sur.

A las seis de la tarde, comienzan a colocar la terraza de la Cervecería Moreno.Los pacientes del centro de Salud Ángela Uriarte hacen cola en la puerta al otro lado de la calle. La Asamblea de Madrid, sede de los representantes de los ciudadanos de la comunidad autónoma, está en frente.

Durante los siguientes minutos, las auxiliares intentan gestionar, resolver informar o derivar a los pacientes. Una madre, con su hija en brazos, reclama atención. La niña tiene treinta y ocho y medio de fiebre. Un estudiante, al que acaban de hacer un PCR, solicita un documento que justifique la ausencia clase. Un hombre con diagnóstico positivo, recoge el volante para hacerse una placa. Otro joven, también positivo semanas atrás, acude por un dolor en el pecho. Hay cinco niños dentro haciéndose pruebas de PCR y una niña, su padre es positivo, debe esperar fuer Los resultados de las pruebas PCR están tardando una semana en llegar a los pacientes. Eso genera varias reclamaciones de personas que necesitan saber qué hacen con sus trabajos.

Siete de la tarde. En los bajos del campo de futbol del Rayo Vallecano, entrando por Payaso Fofó y al fondo de un largo pasillo, entrenan en el club de boxeo.

No lejos, en Hermanos Trueba, una niña juega con su muñeca bajo las cuerdas del tendedero donde cuelga una toalla de Superman. Intenta llamar la atención de un niño que mea en un árbol en la calle Luces de Bohemia

Cuatro portales más adelante, le saluda un hombre apoyado en la barandilla de un tercero. La madre pregunta por sus hijas. Hablan del colegio. La clase de su hijo ha estado confinada. El hombre le cuenta que no lleva a sus hijas a clase: "La única manera de no pillarlo es no saliendo"

Ocho de la tarde. La vida sigue su curso.

Severino Donate

Severino Donate

Llegó a la SER en 1989. Ahora hace reportajes.

 
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