Poder de pregnancia

Madrid

La coalición que nos gobierna parece entregada al afán de cada día, sin guardar memoria democrática ni de la otra de la víspera. Intenta convencernos de que las cosas son como nos dicen y reduce nuestra capacidad de escándalo, porque, según la ley de Weber-Fechner, los estímulos han de crecer en progresión geométrica logarítmica para que las sensaciones lo hagan en progresión aritmética.

Se diría que a los actuales administradores del interés público, por encima de los hechos, les preocupa su capacidad de pregnancia sobre los electores. Quienes contrastan las informaciones, diversifican fuentes fiables y ponen en duda cuanto irradian los poderes antes de formar su propio criterio, son una minoría selecta, en palabras de Ortega. O sea, la casta, los de arriba, en la jerga podemita.

Pero la gente, los de abajo, sin tiempo, acaban adhiriéndose a lo que tienen mayor poder de percusión, a lo más ruidoso. Lo sabe bien el vicepresidente segundo, Pablo Manuel Iglesias, adicto a la teoría del discurso de Gramsci, según la cual el liderazgo político se basa en el consentimiento de los dirigidos, el cual se obtiene mediante la difusión y popularización del punto de vista de la clase dirigente. La vuelta de la tuerca que tanto se espera, ¿hará ruido suficiente? Veremos.