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De la melancolía de Woody Allen a la memoria de Viggo Mortensen

El director neoyorkino rinde homenaje a los grandes del cine europeo en 'Rifkin's Festival', comedia con lío amoroso y una ácida mirada a los festivales de cine. Viggo Mortensen debuta en la dirección con 'Falling', relato semiautobiográfico sobre la incomunicación famiiar

Además se estrena 'Explota explota', la comedia musical con canciones de Raffaela Carrá

El Cine en la SER: De la melancolía de Woody Allen a la memoria de Viggo Mortensen (02/10/2020)

El Cine en la SER: De la melancolía de Woody Allen a la memoria de Viggo Mortensen (02/10/2020)

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Madrid

Woody Allen regresa con Rifkin's Festival, película rodada en San Sebastián y que homenajea al cine clásico y de autor. Hablamos con el director y también con Viggo Mortensen, que debuta en la dirección con Falling, una historia de incomunicación familiar. Explota Explota, el musical con las canciones de Rafaela Carrá, que protagoniza Ingrid García-Jonsson, rebaja la intensidad de la cartelera esta semana. En cine clásico esta semana, Antonio Martínez analiza Espartaco, la película de Kubrick y la carrera del actor Rock Hudson. En televisión, entrevistamos a Luca Guadagnino por su incursión en las series con We are who we are.

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Rifkin’s Festival (Woody Allen)

Woody Allen lleva siglos haciendo la misma película, pero cada una es diferente. Parafraseando a su Alvy Singer, el personaje que él interpretaba en Annie Hall y uno de los mejores de su carrera, las películas de Allen son como el chiste de la gallina. Previsibles, sencillas, poca cosa; pero funcionan. Y eso ocurre con Rifkin's Festival, una película que refleja más comedia y más optimismo que sus anteriores trabajos y, sobre todo, un amor al cine europeo que pocos directores profesan hoy día.

Rifkin's Festival tiene una historia de enredo, de amor, desamor, con el miedo a la muerte siempre latente. Un estudioso del cine viaja con su mujer al Festival de San Sebastián. Ella es la agente del director más prometedor -y pretencioso- del momento, con el que flirtea sin disimulo. Él, mientras ella trabaja, conoce a una cardióloga española de la que se enamora y, que a su vez, vive una relación tóxica con un pintor excéntrico. La historia podría ser la de Vicky Cristina Barcelona, la otra película que Allen rodó en España, o la de A Roma con amor, o la de Midnight in Paris, o la de Día de lluvia en Nueva York.

Sin embargo, cada una de esas películas tenía una línea narrativa diferente. Por ejemplo, en Medianoche en París, el viaje en el tiempo a la época de Picasso, Dalí y Buñuel. En Día de lluvia en Nueva York, al mundo del cine y los rodajes y de una industria narcisista como la de Hollywood. En Vicky Cristina Barcelona un viaje a la locura y en Rifkin's Festival un recorrido por las grandes obras maestras de directores que han influido a Woody Allen, como Fellini en Ocho y medio, Truffaut en Jules et Jim, Bergman en El séptimo sello, Orson Welles en Ciudadano Kane.

Todas esas escenas son recreadas e insertadas en esta comedia romántica con sabor amargo, que tiene las líneas más ácidas de las últimas películas, por ejemplo, con esa rueda de prensa del director de cine asegurando que su película acabará con el conflicto palestino. O la charla con la muerte, maravillosamente interpretada por un fugaz Christoph Waltz. O las críticas al funcionamiento de la prensa cinematográfica, de los festivales de cine y al postrero de los artistas, a las entregas de premios que Allen siempre ha rehuido.

Evidentemente, Rifkin's Festival está a años luz de la genialidad de Annie Hall, de Manhattan o de la profundidad de Blue Jasmine, Interiores o Hannah y sus hermanas. Ni de la creatividad de Días de radio o La rosa púrpura del Cairo, o del humor de Bananas o Todo lo que quiso saber sobre sexo y nunca se atrevió a preguntar. Pero su cine siempre tiene unas escenas geniales, unas líneas brillantes de diálogos y un casting interesante, como el que componen Wallace Shawn, en un alter ego cada vez más mayor, o en Gina Gershon, junto a la parte española, Elena Anaya y Sergi López, en papeles que recuerdan a los de Bardem y Penélope.

Vittorio Storaro estruja el cielo de San Sebastián para alejar la lluvia y la niebla del norte. Metáfora que ejemplifica lo que el director neoyorquino buscaba durante el rodaje de esta película: alejar la tormenta que se ceñía sobre su persona, esa que le acompaña intermitentemente desde los noventa, tras la acusación de su ex pareja Mia Farrow y hija. En el año en el que el cine de autor casi muere, Woody Allen le homenajea. Es un canto al cine, a la comedia, a la risa, a todo aquello que, como siempre dice, le ha salvado incluso en los tiempos más oscuros.

Falling (Viggo Mortensen)

La figura del padre en Estados Unidos ha tenido dos modelos, el padre estricto y el padre atento. Dos descripciones que, según el lingüista George Lakoff, ejemplifican las dos tradiciones políticas de Estados Unidos. Sin saberlo, Viggo Mortensen adapta el ensayo de Lakoff, sobre las metáforas políticas, el lenguaje y la vida íntima y familiar de los americanos, en su primera película como director, Falling, que bebe de sus recuerdos de niño y de sus vivencias como adulto.

"Mi madre tenía una demencia avanzada y mi padre justo empezaba a tener esos problemas. Es una enfermedad cambiante cada día, pero hay ciertas cosas que ves si conoces a la persona bien. Cuando fallece mi madre, en el funeral se juntaron familia y amigos y conocí a gente que no había conocido nunca. Te acuerdas de muchas cosas e historias de su vida que yo conocía, pero versiones contadas por otros. Eran distintas y ahí pensé en lo rara que es la memoria, es subjetiva", explica en conversación con El Cine en la SER. El actor anotó sus recuerdos en todo el tiempo y escribió ese relato como un cuento, saltando de lo vivido a inventar una familia como ejercicio de su propia vida y balance de las enseñanzas de sus padres.

Y es que Falling, protagonizada por el actor Lance Henriksen y el propio Mortensen, es una mirada a la incomunicación familiar y una reflexión sobre la familia y los recuerdos, a través de la historia de un padre conservador y de derechas que con 80 años tiene que estar al cuidado de su hijo gay. Un encontronazo entre dos modelos de masculinidad y de familia, que se corresponden con esos dos arquetipos de Lakoff, donde el control y la violencia de uno de esos padres, es incompatible con la idea del contrato social. "En la familia de los 50 hay un modelo nuclear donde el patriarca manda y la mujer es ama de casa. En la película estoy hablando de la incomunicación dentro de la familia y la gran diferencia es que ahora las líneas de comunicación están abiertas, hay cierto respeto, cierta autonomía para cada miembro, frente al modelo del patriarca inflexible, que no se adapta al cambio del tiempo. Eso hace muy difícil que la relación funcione porque uno cambia y el otro, no. No hay una garantía de punto en común, de aceptación mutua ¿Qué es la aceptación? ¿Qué te acepten ellos o uno mismo?".

La película se configura además como un tratado sobre la memoria y los recuerdos sobre los que construimos la percepción de nuestras vidas. "La memoria no es fiable. Casi todo pensamos que sí, el presente puede ser confuso, el futuro quién sabe, aún más impredecible en estos días de pandemia. Te apoyas en los recuerdos porque crees que son hechos, pero muchas de esas cosas no pasaron. En el cine la idea de lo subjetivo puedo mostrarla con imágenes y sonidos, cómo ve el que tiene demencia, su visión. Y aunque no se ajuste a la realidad, yo he aprendido que es mejor no corregirlos".

La tensión familiar en la cinta se refleja también en el contraste entre campo y ciudad, en el choque generacional, asuntos universales con los que Viggo Mortensen ancla la historia a una actualidad hoy atravesada por la pandemia. "Ahora se ve de otro modo a los mayores y su situación, muchos están solos o aislados. Esta preocupación por los mayores. Si se conduce la sanidad y la educación como un negocio, no hay margen. Viene una crisis o un virus y no hay equipamiento, personal... Espero que se aprenda eso, en España y en todo el mundo. No se puede conducir la sanidad pública como una empresa, no es una cuestión de eficacia económica e ir al límite. Uno piensa en todas estas cosas ahora. Cuando llegas a cierta edad, piensas en los cuidados, quién va a cuidar de mí y cuánto es lo razonable en los cuidados. Muchas personas se sienten enjauladas, sin libertad, si yo tengo 80 años, quiero tomar decisiones mientras pueda", reflexiona.

Explota, explota (Nacho Álvarez)

Ingrid García-Jonsson protagoniza una de las cintas más esperadas del otoño, un musical con las canciones de Raffaela Carrá. 'Explota, explota' es una comedia romántica ambientada en los setenta en torno al sueño de esta joven de participar en uno de los espectáculos de baile de Televisión Española. Eran los últimos años del régimen y España seguía intentando mostrar alguna imagen de modernidad frente la censura que medía las faldas. Dirige Nacho Álvarez y los protagonistas que acompañan a Ingrid García-Jonsson son Verónica Echegui, Fernando Guallar, Pedro Casablanc y Natalia Millán.

Akelarre (Pablo Agüero)

En el cine de Pablo Agüero hay una constante, su mirada a lo femenino y lo místico. En 'Madre de los dioses' convirtió a Geraldine Chapllin en Dios, y en Primera nieve o Salamandra se interesó por la maternidad. Criado solo por su madre en la Patagonia, ahora el director argentino se propone reescribir la caza de brujas del siglo XVII desde una mirada feminista. "Hay una continuidad temática desde la figura de la mujer y la naturaleza y una visión política del mundo. Cómo llegamos a ser lo que lo que somos, cómo han forjado nuestro pensamiento, me parece interesante descomponer el pensamiento para poder ser libres de pensar lo que realmente pensamos".

En aquella época la Inquisición perseguía y quemaba a las mujeres acusándolas de corromper la moral con trucos de hechiceras. Bajo la excusa de la herejía, la religión pretendía adoctrinar a la población e infundir miedo sobre cualquier diferencia. Agüero toma como punto de partida el libro 'Tratado de la inconstancia de los malos ángeles y demonios' del juez Pierre de Lancre, al que en la cinta da vida Álex Brendemühl, para adentrarse en la mitología vasca de esa época. "Es el momento en que se funda el Estado moderno, el modelo de justicia contemporánea. Todo se hizo sobre la base de lo anterior, perpetuaba el poder monárquico y clerical, por eso es interesante mirar a ese momento del pasado en el que pretendían educarnos, ahora nos podrían manipular con Google y Facebook. En aquel momento hubo una política global contra los que resisistían al pensamiento único. Más allá del efecto del espejo, en ese momento nos educaron en el terror, y eso ha permanecido durante siglos, el pensamiento actual es heredero de los inquisidores", asegura en conversación con el El Cine en la SER.

El inquisidor, acompañado de sus acólitos, llega a un pueblo costero donde abuelas y nietas se entretienen con trabajos manuales mientras los hombres completan largas travesías en el mar. Aprovechando la ausencia de los pescadores, encierra a un grupo de jóvenes y las somete a un juicio psicológico para determinar si invocan con magia negra a Lucifer. A partir de aquí, el realizador reescribe la historia a través de la sororidad, la valentía de estas jóvenes que cantan y bailan para salvarse de la hoguera, y los fantasmas de propio juez, atraído inevitablemente por los deseos del lado oscuro. "Hay una epidemia de danza, no hay nada más peligroso que una mujer que baila", expone el inquisidor ante el juego seductor de las adolescentes. "Nos quieren vender que la caza de brujas es una cosa anecdótica, de viejas curanderas, de casos de brujerías, de gente del pueblo ignorante. Es falso en el sentido de que forma parte de una política global de la época de generar denuncias y clichés. El cliché de la veija curandera lo crean los propios jueces para ocultar la parte de líbido, la forma en que los perturba la juventud y la belleza de sus acusadas. Se reprimió a la juventud como hicieron todos los sistemas totalitarios".

El argentino no necesita recurrir a la fantasía para conformar una propuesta visual sugerente. Baña de luz a las niñas y sumerge en la oscuridad a los hombres, invierte el orden de ese universo hasta que el rojo-anaranjado del fuego envuelve a los personajes en un danza final de cadenas. Una fotografía pictórica para la que ha contado con Javier Agirre, autor de obras con entidad vasca como 'Loreak', 'La trinchera infinita' o 'Handia', y con Mikel Serrano, también colaborador en esta úlima, para la dirección de arte. El magnífico trabajo sonoro de Aranzazu Calleja y Maite Arroitajauregi acompaña todo el relato de forma orgánica hasta hasta el éxtasis coreografiado entre llamas.

Rodada en castellano y euskera, con un estupendo elenco de actrices jóvenes que encabeza Amaia Aberasturi, la cinta también encierra una crítica a la voluntad política de la Inquisición, exterminar cualquier nacionalismo o rasgo identitario. "Es una lengua demoníaca para hablar con las bestias", dicen del euskera que estas jóvenes hablan. 'Akelarre' interpela a nuestro presente, a la rebelión de una nueva generación de mujeres contra la misoginia y la culpa que la representación artística ha perpetuado durante siglos.

Otros estrenos

  • Hay un estreno español más, Una ventana al mar, película de Miguel Ángel Jiménez y protagonizada por Emma Suárez, en el papel de una mujer enferma que decide viajar a Grecia con sus amigas.
  • Y también se ha estrenado esta semana el documental de Jordi Évole, Eso que tú me das, su conversación con el cantante de Jarabe de Palo, Pau Donés, díass antes de que muriera de cáncer.
 
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