La moda basura contamina más que los carburantes
Una investigación de Carro de Combate concluye que la industria textil supone un daño medioambiental equivalente al de todo el tráfico aéreo y marítimo juntos
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El consumo de ropa es uno de los que más ha crecido en los últimos años, especialmente en países europeos o Estados Unidos. Un ciudadano medio compra ahora un 60% más de ropa que hace quince años y, sin embargo, ha disminuido su uso, lo que tiene una huella social y medioambiental enorme y que sigue en aumento.
Carro de Combate ha lanzado la investigación “Moda Basura” sobre la industria textil para visibilizar, no solo los abusos laborales ya conocidos en la industria, sino sobre todo el daño medioambiental que produce.
La industria textil es la segunda más contaminante del mundo solo por detrás de los carburantes, y supone un 10% de las emisiones globales, según datos de la ONU. Una contaminación en emisiones de Gases de Efecto Invernadero equivalente a la de todo el tráfico aéreo y marítimo juntos y que afecta a millones de personas.
Laura Villadiego, de Carro de Combate, subraya que “la ropa se ha convertido en un producto que prácticamente no tiene ningún valor” por el bajo precio y la accesibilidad que tiene, lo que incentiva la compra compulsiva sin que apenas le demos uso. Hoy más del 30% de la ropa que puebla los armarios europeos no se han usado en, al menos, un año. Y esto se debe también, asegura, a que “la ropa que tenemos es cada vez de peor calidad”.
Pero la presión de “tener que ir a la moda” es lo que más contribuye al cambio constante de vestimenta y, contra esto, dice Villadiego, es muy difícil luchar salvo que “nos opongamos frontalmente a recibir todo ese impacto publicitario y desligarnos de esas tendencias”.
Para evitar que el consumo descontrolado siga creciendo Laura cree que es importante que la gente conozca las grandes cantidades de recursos que requiere la moda y el impacto que tiene “y que repercute en nosotros mismos”. Es la segunda industria más demandante de agua y genera alrededor del 20% de las aguas residuales del mundo, liberando anualmente medio millón de microfibras al océano.
Es en países como Bangladesh y Camboya con poca regulación medioambiental donde muchos de los residuos que se general acaban en los ríos y tierras. El daño medioambiental en estos casos es difícil de contabilizar, asegura Villadiego. Lo mismo ocurre con la cantidad de tela que se desecha en cada pieza de ropa realizada. Se calcula que cada segundo se tira o quema un camión de la basura llena de ropa o telas de los procesos productivos “que son muy ineficientes”.
Los vertederos en los que acaban los residuos textiles acaban muchas veces en zonas costeras y en los países más pobres, a los que los países industrializados envían sus desechos. Eso hace que las microfibras, fruto de procesos químicos y plásticos, acaben en el mar.