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Un grito de dolor del siglo XVII que nos dice: "La vida es frágil, como una flor"

Hablamos de Rembrandt con Miquel del Pozo y nos fijamos en 'La muerte apareciendo a un matrimonio desde una tumba abierta', un grabado de 1639

Hay varias impresiones de este grabado en distintos museos y colecciones particulares: en el Metropolitan de Nueva York o la National Gallery de Washigton

'La muerte apareciendo a un matrimonio desde una tumba abierta'

'La muerte apareciendo a un matrimonio desde una tumba abierta'

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Madrid

Hoy miramos un grabado de Rembrandt, realizado en 1639 en Amsterdam. De la plancha original se hicieron varias impresiones que actualmente se encuentran en distintos museos y colecciones del mundo. El grabado se describe como: La muerte apareciendo a un matrimonio desde una tumba abierta.

Un grito de dolor que nos llega desde el siglo XVII y nos dice: “La vida es frágil, como una flor”

Lo que vemos es exactamente lo que el título del grabado dice. Un matrimonio joven, casados hace poco, que pasean enamorados cogidos de la mano cuando, de repente, en mitad del camino delante de ellos, se abre una sepultura de la cual sale la figura de la muerte: un esqueleto con la guadaña debajo del brazo que les muestra un reloj de arena, indicándoles que su tiempo en este mundo ha terminado.

La muerte no avisa, aparece de repente. A estos dos jóvenes enamorados se les ha colocado en medio del camino, cuando estaban iniciando una vida juntos, cuando acaban de casarse.

Rembrandt nos muestra en este dibujo la imprevisibilidad de la muerte, la fragilidad absoluta de la vida, que en cualquier momento puede romperse. La muerte que aparece cuando nadie la espera. Si miramos bien el grabado podemos ver la reacción de estos enamorados ante el infortunio.

¿Cómo reaccionan?

El hombre está de perfil y podemos verle el rostro y el gesto que hace con la mano izquierda. La sensación que da es como si reaccionara a una broma que alguien le hubiera gastado: “¡No hombre, no! ¡Cómo vamos a morir, si acabamos de casarnos!” No hay horror en su rostro, más bien es una mueca de extrañeza, como cuando te dicen algo que claramente tú sabes que no puede ser cierto.

Ella en cambio aparece de espaldas, no podemos verle el rostro, y su gesto es más solemne: ante la aparición de la muerte, la mujer muestra una flor que sostiene con la mano derecha, como haría alguien que quiere protegerse de un vampiro con una cruz.

Una simple y delicada flor, cogida con dos dedos, como única protección ante la muerte

La muerte no se detiene con una flor, pero en el dibujo, que es una imagen fija, estática sin movimiento, el encuentro entre la flor y la muerte se mantiene. La muerte vencerá, seguro, todos moriremos, también los dos enamorados, pero en el instante eterno del dibujo ella coloca la flor exactamente sobre el reloj de arena de la muerte, como si tuviera la capacidad de detenerlo, de imponerse al destino. El grabado de Rembrandt es un grito, una protesta airada contra el destino, que dice -que pide, que exige- si es que alguien puede oírlo que alguna vez debería ganar la flor.

Pero la muerte siempre vence y Rembrandt lo sabía muy bien, demasiado bien por desgracia. Cuando realiza este grabado en 1639, su mujer Saskia, con quien se había casado 6 años antes, estaba enferma, debía pasar casi todo el tiempo en la cama y su salud se debilitaba día a día. Saskia murió en 1642, tres años después que él hiciera este dibujo.

¿Es Saskia la mujer que aparece en el grabado?

En la mujer de espaldas del grabado, cuyo rostro Rembrandt ha ocultado con toda la intención, tenemos que ver una imagen de Saskia. Es ella, su mujer, que enfermó cuando los dos acababan de casarse, se habían comprado una casa y soñaban con la vida juntos.

La flor, además, es la prueba, lo que nos hace pensar que sea ella, es la flor que Rembrandt le había regalado a Saskia tres días después de su compromiso, en 1633. Se conserva el dibujo (en Berlín) de ese momento, Rembrandt lo dibujaba todo:

Es un documento extraordinario, poder asomarnos a este momento de intimidad, los dos enamorados sentados a una mesa, seguramente después de dar un paseo por el campo. Ella le mira a él, y él la dibuja. Es la mirada de los enamorados: vemos a Saskia mirando a Rembrandt y vemos como Rembrandt veía a Saskia. Ella lleva una guirnalda de flores sobre el sombrero y en la mano derecha tiene sujeta una flor, una flor que seguramente le ha dado Rembrandt hace unos instantes. Debajo, el artista ha escrito lo que estamos viendo: “Este es el retrato de mi esposa de 21 años, a los tres días de nuestro compromiso. El 8 de junio de 1633”.

Hay una intimidad única en este dibujo. Es el inicio de la relación y si seguimos los retratos que Rembrandt hizo de Saskia veremos que casi siempre las flores están presentes. Son retratos que nos hablan de la felicidad matrimonial de Rembrandt y Saskia.

Saskia “disfratada” (o en el papel) de Flora, la diosa era la diosa de las flores, los jardines y la primavera: FLORA (1634), del Museo del Hermitage en San Petersburgo, realizado el mismo año de su boda:

Al año siguiente (1635) realiza otro, actualmente en la National Gallery de Londres, también con Saskia “disfratada” (o en el papel) de Flora, la diosa era la diosa de las flores, los jardines y la primavera:

Y el más impresionante de todos, conservado en Dresde (Gemäldegalerie Alte Meister), realizado en 1641, un año antes de su muerte y dos años después de realizar el grabado. Aquí vemos Saskia sin ningún disfraz de Flora, es ella que emerge de la oscuridad del cuadro hacia nosotros (hacia Rembrandt). En la mano derecha sostiene un clavel (símbolo de fidelidad matrimonial), una pequeña flor, que tiende hacia nosotros como la mujer del grabado se la tendía a la muerte:

Una frágil flor, que pronto se marchita, como defensa de todo: como recordatorio permanente (en una obra de arte) de la fragilidad de la vida. Un recordatorio, uno más, de que aprovechemos el momento.

La muerte de Saskia

Saskia muerió el 14 de junio de 1642, ese mismo año Rembrandt termina su gran obra maestra, ‘La ronda de la noche’, y en ella aparece una chica con el emblema de la compañía que por la luz y posición más bien parece la aparición de un ángel. Si miramos con detalle el rostro de esa niña veremos que se parece mucho a los retratos de Saskia.

El CARPE DIEM de los clásicos

Carpe diem, quam minimum credula postero

(Aprovecha el día, no confíes en el mañana)

Recuerdo la primera vez que oí esta frase, en la película "El club de los poetas muertos", de Peter Weir, con el profesor Keating (Robin Williams) y aquellos alumnos, cuando les enseña a aprovechar el momento. El profesor les hace leer este poema:

Coged las rosas mientras podáis,

ya que veloz el tiempo vuela,

y la misma flor que sonríe hoy,

mañana estará muerta.

-Robert Herrick

Y la versión completa de Horacio, en sus “Odas”, la XI a Leucónoe:

No indagues, Leucónoe (no es lícito saberlo), qué fin reservan los dioses a tu vida y la mía, ni combines los números mágicos. Mejor será que te resignes a los decretos del hado, sea que Júpiter te conceda vivir muchos años, sea éste el último en que ves romperse las olas del Tirreno contra los escollos opuestos a su furor. Sé prudente, bebe buen vino y reduce las largas esperanzas al espacio breve de la existencia. Mientras hablamos, el tiempo huye. Aprovecha el día, no confíes en el mañana.

Y como conclusión, el último verso de la canción de Txarango ‘Les coses senzilles’ de su último disco ‘De vent i ales’:

Tant difícil dir-nos les coses senzilles

Tant difícil fer-nos mes fàcil la vida

Tu ja ho saps a vegades no trobo el camí

i al final d'aquest laberint només hi ha

Només hi ha un t'estimo.

 
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