La reclamación de un psicólogo: "Necesitamos liderazgo político que iguale la salud mental a la salud física"

Madrid

Uno de los termómetros que nos pueden indicar el estado de la sociedad en salud mental es la venta de antidepresivos y ansiolíticos, que no para de crecer desde la crisis de 2008.

España era hasta entonces uno de los países europeos que menos tiraba de los psicofármacos, pero el impacto de aquella crisis -con el miedo a los despidos y los deshaucios- y la falta de ayudas públicas propiciaron que los españoles se engancharan a los antidepresivos. Su consumo se triplicó entre el año 2000 y el 2013, un período en el que pasamos al sexto puesto de los 21 países de la OCDE. Sólo Portugal supera a España en la Unión Europea en este ranking.

Hoy hay más de dos millones de españoles que toman ansiolíticos con regularidad. Es decir, ya hay más personas que los consumen que población diagnosticada por ansiedad y depresión. Esto, según los expertos, tiene una explicación: muchas personas no pueden pagarse un psicólogo y al sistema le sale más barato recetar pastillas que tratar la dolencia.

Pero que salga más barato sobre el papel, no significa que salga a cuenta: sólo en 2017 nuestro país se gastó 100 millones de euros en tranquilizantes, pero la factura real de los problemas de ansiedad, depresión y somatizaciones suma casi 23.000 millones de euros.

Aumento del consumo de psicofármacos durante la pandemia

Según el Consejo General de Colegios Farmacéuticos, el consumo de estos psicofármacos ha aumentado entre un 10 y 15% durante la pandemia. El número de trabajadores que consumen analgésicos opiodes se ha duplicado desde el inicio de la pandemia y, cerca del 20% recurren a tranquilizantes, sedantes o somníferos para templar los nervios o dormir mejor. En general, las mujeres consumen más psicofármacos que los hombres, pero el aumento es todavía mayor en este contexto en el que son ellas las que tienen ocupaciones vinculadas a los cuidados.

"Lo peor se puede ver en unos meses", advierte Antonio Vázquez Morejón, presidente de la Sociedad de Especialistas de Psicología Clínica del sistema público andaluz, quien reclama al "liderazgo político" que ponga a la misma altura la salud física y la mental.

Por su parte, Jorge Hurtado, médico de cabecera, detalla las demoras de hasta tres meses y las dificultades a la hora de derivar a los pacientes a un psicólogo clínico. Por ello, explica que en muchas ocasiones es el médico de cabecera quien tiene que ofrecer un primer tratamiento. Además, indica que los pacientes que acuden a consulta lo hacen demandando directamente recetas o la derivación a un especialista.

Que el paciente reciba un primer tratamiento en un centro de salud por los médicos de cabecera es bien acogido por Vázquez Morejón, aunque insiste en que esta responsabilidad no debe recaer sobre ellos. "Hay una parte importante de esos pacientes que tienen que trabajar con psicólogos clínicos. Los médicos de atención primaria tienen que complementar", añade.

En el resto de Europa también crece la demanda de asistencia psicológica y de consumo de ansiolíticos

En el Reino Unido, la demanda de asistencia psicológica ha subido un 20% a raíz de la pandemia, según una encuesta del Sistema Nacional de Salud que revela que las mujeres británicas son mucho más proclives a pedir ayuda que los hombres.

Un estudio del hospital San Rafael de Milán revela que el 55% de los ingresados por Covid sufren trastornos psicológicos, principalmente ansiedad, depresión, estrés postraumático e insomnio.

En Francia, la pandemia ha causado un aumento del 5% en el consumo de ansiolíticos. Una subida moderada si se compara con Portugal, donde se han vendido 5 millones de dosis de antidepresivos y ansiolíticos en un país de apenas 10 millones de habitantes.