"Los antidisturbios no son animales, ni bestias ni ratas"
Movistar estrena la serie de Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña, un portentoso thriller que desnuda la violencia policial y las cloacas del Estado, con un magnífico reparto que encabeza Vicky Luengo y los seis agentes interpretados por Raúl Arévalo, Roberto Álamo, Álex García, Patrick Criado, Hovik Keuchkerian y Raúl Prieto
Madrid
La narración seriada y su metraje le han permitido al tándem formado por Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña profundizar en asuntos que habían ocupado sus anteriores películas, los claroscuros policiales en 'Que Dios nos perdone' y la corrupción del sistema en 'El Reino'. De hecho, el inspector de Roberto Álamo en la primera tenían la intención de que fuera un antidisturbios pero no encajaba en la historia. De ahí y una idea sobre una investigación interna que arrastraba Peña nace la serie."Desde Que dios nos perdone nos interesaba ese tipo de policía. Estaba en nuestras cabezas ese universo. Sabíamos que no se había contado todavía y nos permitía hablar de lo que queríamos hablar, del sistema y de las cloacas de Estado, que es lo que nos gusta", explica el director.
Antidisturbios es un thriller policial que sigue a un grupo de policías que se ven envueltos en la muerte de un inmigrante en un desahucio que han tenido que desalojar. El suceso, la investigación policial posterior y las consecuencias de esa muerte, permiten a Sorogoyen adentrarse en las dinámicas de trabajo de los antidisturbios, y cómo tratan con la violencia. "La materia prima de trabajo de esta gente es la violencia, hay algunos que no saben gestionarlo, otros necesitan ayuda, hay tantas posibilidades... Son historias que te ponen la piel de gallina, es muy complicado el tema para decir que solo piensas una cosa", añade Isabel Peña. Y es que la mirada de la serie sobre la policía es poliédrica. Más allá de malos o buenos, la serie describe cómo funcionan las órdenes policiales, cómo la precariedad y la falta de recursos de la policía afectan o cómo se genera la violencia policial.
Los creadores descargan la responsabilidad y miran más allá del agente que está en las calles; pero el retrato de cada uno de los seis agentes es real y con matices. "Son todos distintos los antidisturbios, se piensa de todos ellos que son unos violentos, y de ahí nace la frase, de lo absurdo de esa generalización. Vemos a los antidisturbios cómo los mostramos en la serie", incide el director. "No había que humanizarlos, los policías antidisturbios no son animales, no son bestias, no son ratas. Me parece peligroso decir que los hemos intentado humanizar, como si no lo fueran, hemos intentado entre todos darles carne y darles sangre, emociones y sentido a lo que estamos haciendo. Ellos solos se humanizan a sí mismos porque son seres humanos, otra cosa es que a veces cometan errores o metan la pata, como todo el mundo", responde Roberto Álamo en desacuerdo con la formulación de la pregunta.
Y ahí están desde el choni con tensión violenta que refleja el personaje de Patrick Criado, o el de Álex García, al que empatiza con los desahuciados, como Raúl Arévalo, o el que tiene ansiedad y síntomas depresivos, como Roberto Álamo, o el que quiere salir de esa unidad lo antes posible, como Hovik Keuchkerian, o el que parece el menos violento, pero saca la furia con las mujeres, como Raúl Prieto. "Esto no tiene una dirección, no son demonios, son seres humanos que son dirigidos, y de esto va la serie, por otras personas que mueven los hilos y sacan tajada de todo esto. No son títeres ni cómplices, no tiendo a ponerme en los extremos. Son seres humanos que están ahí en medio, a veces sobrepasándose en sus cargos, a veces quedándose cortos, otras actuando como una auténtica manada de hooligans, también parándolos... No hay que irse a los extremos. Son gente que, desde luego, sí reciben órdenes de arriba. Y lo que que hay que mirar es hacia arriba si quieres atajar el problema, ahí es donde pone el ojo Sorogoyen", insiste Álamo. Corrupción judicial con los pisos turísticos, mordidas policiales y hasta un Villarejo con tentáculos en los medios de comunicación están en la serie.
"Estamos hablando de seres humanos con diferentes oficios, tanto la chica de asuntos internos, como los antidisturbios o los jefes policiales. Eso te da la diferencia, que vas construyendo seres y luego Sorogoyen donde colocarlos en la historia, donde coloca la cámara... Y ahí está su virtud. Si quiere puede contar la serie desde otro personaje, pero aquí todos muestran los espacios de su vida y eso te hace empatizar más o menos con unos o con otros", suma Álex García admitiendo implícitamente que la serie, en su amplio retrato, acerca el lado humano de un cuerpo policial que solo es noticia si ejerce la violencia.
Se nota que a Sorogoyen, además del plano secuencia, le gustan los actores, todos están estupendos, también Vicky Luengo, en el papel de una policía encargada de investigar si ha habido corrupción policial en el caso en el que los antidisturbios están implicados. Una agente obsesiva que se enfrenta a los dilemas de la ambición. "Un conflicto muy grande del personaje que me interesaba era ver qué límites era capaz de traspasar o transgredir, dónde estaba el límite de su propia moral, qué era capaz de hacer para llegar más lejos. Como actriz es un gusto, es uno de los personajes más ricos que he interpelado a nivel de guion y me ha permitido darme un viaje muy guay por diferentes cosas, por la pareja, el trabajo, la ambición, la búsqueda de la verdad... Es un personaje muy rico", asegura la intérprete, artífice de uno de los mejores papeles del año en la ficción española.
Desde el punto de vista forma, Sorogoyen se luce con cámara en mano, planos secuencia y el uso de gran angular con, además, un excelente trabajo sonoro. "Visualmente hemos intentado que el espectador tuviera un viaje con la serie y en la que los medios visuales vayan cambiando. En el primer capítulo es todo muy caótico, cámara en mano, sucio, y capítulo a capítulo, nos hemos ido alejando de los personajes, la cámara más quieta, los planos más largos". Hay varios momentos reseñables. Por un lado, la presentación del personaje de Laia en la casa de sus padres enfadada por las trampas en un juego de mesa. "Cuando la leí, pensé que era la mejor presentación de personaje que iba a interpretar en mi vida. El gran angular, nunca había rodado con la cámara tan cerca, y los primeros días me costó un poco acostumbrarme. Necesitas una técnica distinta a la hora de, por ejemplo, colocar los ojos de tu compañero, que no lo puedes mirar a la cara, tienes que mirar la lente. Las primeras tomas tenían inseguridad por si perdía verdad, pero luego poco a poco me fui acostumbrando. Tener la cámara cerca hizo que al final casi ni la notara. La dejé de ver porque estaba tan metida. Hay una cosa muy chula en que te graben así de cerca, que cualquier cosa que haces se ve, el ojo o la ceja que mueves, cualquier pensamiento que te viene a la cabeza, se ve. Eso me ha ayudado mucho para construir a Laia, un personaje absolutamente mental que lo pasa todo antes por la cabeza que por la boca", describe la actriz.
Las otros momentos son los planos secuencia del primer y último capítulo. La escena inicial en una corrala de Lavapiés parando el deshaucio y la reunión final de los seis antidisturbios en una marisquería, 17 minutos concebidos casi como una obra teatral donde los actores acabaron llorando. "Es la cosa más mágica que he vivido en un rodaje en los años que llevo haciendo cine o audiovisual. Es algo que surgió con muchísimo trabajo detrás, mucho ensayo, mucho guion, mucho sufrimiento, no hay ni una coma improvisada ni un foco improvisado. Hubo un momento en el que a las 4 de la mañana de aquel rodaje, la última secuencia que compartíamos los antidisturbios, creíamos que no iba a salir un plano secuencia de 17 minutos. Y Rodrigo nos dijo, vamos a intentar esta última toma, no pasa nada, he querido ser ambicioso, pero quiero que no nos quedemos con mal sabor de boca. Brindamos con mezcal que tenía yo allí, por la serie y por nosotros, dimos acción y no me preguntes cómo salió eso del tirón. Cuando lo he vuelto a ver, me he sentido tan orgulloso como cuando acabas una función y te abrazas en el camerino. No sé si volveré a vivir otra vez algo tan extraño, potente y mágico", concluye Raúl Arévalo.