Almudena Cid: "Mis padres llenaban la casa con mis fotos para cubrir el vacío que había dejado"
La exgimnasta y ahora actriz valora junto a Mara Torres, con la distancia del tiempo, las luces y sombras de su carrera
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Madrid
La exgimnasta y ahora actriz Almudena Cid cada vez que viaja al mar siente que el agobio y las prisas desaparecen si mira el horizonte, si se concentra en rebajar sus constantes. Le gusta el mar nublado, el excesivo calor le molesta. Esta dulce voz, nacida en Vitoria en el año 1980 y que se pone el seudónimo de 'Ave Fénix', es la única gimnasta en el mundo que ha logrado llegar a cuatro finales de los Juegos Olímpicos: Atlanta 1996, Sídney 2000, Atenas 2004 y Pekín 2008.
Almudena Cid: "Mis padres llenaban la casa con mis fotos para cubrir el vacío que había dejado"
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Mira ahora la vida del deporte de élite con retrovisor, tras 21 años de carrera a los que puso fin ese 23 de agosto de 2008 sobre el tapiz de Pekín en el que sonaba una versión instrumental de Nessun Dorma. Cid recuerda ese momento junto a Mara Torres en esta conversación, y se le humedecen los ojos. Dibujó al final de su ejercicio un corazón en el suelo y lo besó. "Para mí era la manera de agradecer a toda la gente que me había ayudado a aguantar todas las cosas que me habían ocurrido", ha explicado.
Cuando habla de todas las cosas que le han ocurrido durante esas más de dos décadas se unen dos cosas: el balance que hace de su carrera, con sus claros y sus oscuros, y el recuerdo de su abuelo del que coge el seudónimo y con el que empezó una nueva vida. Almudena Cid fue única y su nombre estará siempre vinculado a la cinta, el tapiz, las mazas, los aros y las pelotas pero también lo es la que hoy se pone delante de un micrófono para reconocer que empieza a valorarse y a "creerse" que puede ser muy buena en otras cosas, en algo que también la puede hacer muy feliz.
No se quita la lucidez en el discurso y el brillo en los ojos en toda la entrevista. "No fui consciente del vacío que dejé en mi familia hasta hace muy poco. Empecé a darme cuenta de que volvía de las competiciones a mi casa y mi madre había llenado la casa con fotos mías para cubrir el vacío que había dejado", ha explicado. Ha relatado cómo fue esa relación familiar colgada de un teléfono durante toda su juventud. La Almudena que llamaba a sus padres a última hora del día para compartir cómo avanzaba su sueño, luchaba en silencio para no preocuparlos contra los comentarios negativos de la competición, tantos y tantos en una disciplina en la que la juventud de las mujeres es un mérito.
Cuando se apagó la música, esa última del Nessun Dorma, supo que había que volver a empezar. Su abuelo fue clave para entender cómo funcionaba eso de "reciclarse". Lo recuerda esta noche con un cariño aún atravesado en el pecho, tras su reciente fallecimiento.
Pero cuando dibuja junto a Mara Torres los claros de tantos años dedicados a la rítmica recuerda con una sonrisa en los labios la niña que empezó a jugar mientras saltaba en la mesa de su casa y cogía y recogía el peine del aire.
Hay palabras que son llaves: público, al que agradece haberle salvado la vida tantas veces que necesitaba un grito de ánimo; Alcántara, el pueblo con el que imagina reencontrarse con su abuelo al que contaría que sigue intentándolo; cinta, la palabra de esta noche en El Faro y que le ha arrebatado una marca, tal y como cuenta a Mara Torres; peine, el objeto que lanzaba de niña cuando jugaba a ser gimnasta sin saberlo en el salón de su casa y Christian, su compañero de vida y el tándem perfecto en sus días, reconoce, caóticos.