Ken Follett en la SER: "Todo aquel que llega al poder en democracia es aquel al que se le da mejor agradar"
Hablamos con Follett de 'Las Tinieblas y el Alba', su última novela que narra lo ocurrido antes de la saga 'Los Pilares de la tierra'
El escritor ha señalado cómo el confinamiento ha hecho que la gente esté leyendo más que de costumbre: "Yo como escritor me encantaría que en lugar de ir a cenar a un restaurante se quedaran en su casa leyendo un libro"
Madrid
'Las tinieblas y el alba', publicada en España por 'Plaza & Janés', viaja al pasado, a lo ocurrido antes de la saga de 'Los pilares de la Tierra'. Tiene todos los ingredientes que hacen de Ken Follett uno de los maestros de la novela histórica. De sus personajes, de su querencia por aquella saga, hablaba hace unas semanas con el escritor la periodista de la Cadena SER Emma Vallespinós:
Tinieblas y el Alba es la precuela de Los pilares de la Tierra. ¿Qué tiene esta historia -La de Los pilares de la Tierra- que le hace querer volver a ella periódicamente?
La ciudad de Kingsbridge representa un poco Inglaterra, entonces siempre que escribo un relato sobre acontecimientos importantes en Inglaterra, siempre lo cuento mostrando cómo la gente de Kingsbridge lo vivió. Kingsbridge se ha convertido en un lugar muy familiar para millones de mi lectores. Es interesante porque es una ficción. Es un lugar ficticio. Ahora bien, la historia, los datos y hechos históricos son reales. O sea que en cierto modo no se trata tanto de la importancia de los pilares de la Tierra, sino de lo importante o de lo importancia que ha llegado a tener Kingsbridge para mí. De forma tal que siempre que pienso ahora en escribir una novela sobre alguna época de la historia de Inglaterra, siempre pienso en ambientar la historia de la novela en Kingsbridge.
Sus protagonistas tienen ciertos rasgos en común en todas sus novelas. Está la valentía, la compasión, la empatía, un fuerte sentido de la justicia. ¿Son esos mismos rasgos los que más valora en la gente o es porque son poco frecuentes el motivo de esta querencia?
Esas son las virtudes que yo admiro en la gente. Admiro la gente inteligente, que tiene determinación, que lucha contra las injusticias... Creo que son las personas más interesantes sobre las que yo podría escribir. Uno puede escribir una novela sobre una persona que lucha para salvar su propia vida, pero es más interesante este otro tipo de personajes. Es más interesante leer sobre personajes y personas que luchan por una causa. Creo que esto hace que la persona sea más admirable.
Hay más rasgos característicos en sus personajes, en los personajes de Follett... Por ejemplo, en este caso las mujeres. Las mujeres protagonistas siempre son fuertes, son determinadas, tienen coraje y tesón, son muy inteligentes, pero luego la historia las han ninguneado y parece que a lo largo de los siglos su papel fuera el de parir herederos y cuidar el hogar. ¿Hasta qué punto considera que es injusta esta invisibilidad?
Hay una contradicción entre lo que dice la gente sobre las mujeres y lo que realmente hacen las mujeres. Una y otra vez se dice en todos los periodos de la historia que las mujeres son débiles, no son inteligentes, demasiado emotivas, no son capaces de decidir y hay que cuidarlas... Pues bien, al mismo tiempo nos hemos dado cuenta y vemos que ha habido mujeres en posiciones de poder en la Edad Media. Por ejemplo, las mujeres podían ser abadesas de un convento. Y como abadesa de un convento, una mujer podía tener muchos empleados a su cargo y gestionar miles de hectáreas de terreno y tener mucho poder en la región donde esa abadía o convento estaba. Por supuesto, ha habido reinas -reinas muy poderosas a menudo- por ejemplo, Isabel primera de Inglaterra, una de las primeras reinas que hubo en Inglaterra. Por supuesto, había condesas. Y cuando el conde se iba a la guerra, que lo hacía muy a menudo, la condesa era la persona que se encargaba de la gestión y administración de todas las propiedades del conde. Y llevaba a cabo también otro tipo de funciones. Por ejemplo, en las cortes, que normalmente se suponía que llevaban a cabo los hombres pero no estaban. O sea que no son ni tan débiles ni tan frágiles, porque muy a menudo las mujeres han llevado a cabo estas funciones con mucha competencia. No es cierto, pues, que las mujeres nunca han sido poderosas. Sí que es cierto que las mujeres de las que yo escribo son mujeres excepcionales. Por qué era difícil hacer eso y había muchos obstáculos que tenían que vencer. O sea que en ese sentido sí que estoy de acuerdo con lo que tú dices. Es decir, las mujeres estaban silenciadas. A las mujeres no se les daba oportunidades, pero a veces estas mujeres aprovechaban las oportunidades que surgían.
Y luego está la maldad... Hay que ver lo malos que llegan a ser los villanos de sus novelas, señor Follet. ¿Cree que hemos mejorado como especie a lo largo de los siglos o simplemente se ha sofisticado la maldad?
Yo creo que sigue habiendo gente en el mundo que es tan malvada como los peores de mi novela. Por ejemplo, pensemos en -no sé- en el obispo Winston. Podemos compararlo con el presidente Putin de Rusia. Este hombre es muy similar a Winston. Los dos son crueles y matarían a cualquier persona sin pensárselo dos veces. Y esto no lo hacen por el bien del país ni por el bien de su pueblo, sino por su propio bien, por su propio interés. O sea que sigue habiendo gente muy malvada. Siempre la ha habido y siempre la habrá. Ahora bien, si que veo que ha habido un cambio, sí que veo que en algunos aspectos los seres humanos han mejorado; son más amables, son mejores. Pensemos en la forma en que se castigaba a los delincuentes. En la Edad Media sufrían los castigos más terribles. Por ejemplo, en 'Las tinieblas y el alba' hay un hombre a quien se le castiga de forma más terrible por falsificar monedas. Y hay muchos más casos. Hoy en el Times hay un artículo en el que cuentan cómo han recuperado restos anglosajones y parece ser que había una mujer a la que la que pillaron teniendo relaciones sexuales con quien no debía y la castigaron de la forma más terrible. En fin, esto ya no lo hacemos. Por ejemplo, antiguamente también había espectáculos con los animales, había peleas de animales. Ahora eso ya no. Antes la gente veía estas peleas de un perro contra un oso y eso ya no existe. La gente ahora en este país no podría hacer eso que en la Edad Media ocurría. O sea que en ciertos aspectos hemos mejorado. No somos tan malos como antes. Somos algo mejores.
Un lector de sus novelas puede llegar a afirmar con rotundidad que al mundo lo mueven tres cosas el poder, el dinero y el sexo. ¿Hasta qué punto aciertan?
Yo creo que estas cosas son muy importantes. Sin duda. No hay mucha gente que no quiera ninguna de esas cosas. No se encuentra con gente que no quiera ni dinero, ni poder, ni sexo, aunque supongo que quizá haya personas que tengan ese punto de vista y serán los monjes, las monjas. De todas formas, hay otras cosas que nos impulsan, hay otras cosas que hacen que el ser humano se mueva. Por ejemplo, el impulso de ayudar a los demás, y esto es algo muy bonito y muy profundo. Y cualquier persona, cualquier hombre, cualquier mujer que haya tenido un bebé, sabe que el deseo de cuidar a un bebé está por encima de cualquier cosa. En el momento en que nace tu bebé, tú te conviertes en prisionero, en prisionero de él y haces todo lo que el bebé necesita. Ni siquiera puedes hablar. O sea, tú tienes que hacer lo que diga el bebé. Este es uno de los impulsos que mueve al ser humano, el deseo de cuidar a los demás, el deseo de cuidar a un niño indefenso... A menudo en las novelas los momentos dramáticos -precisamente- son los de conflicto entre lo bueno y lo malo. Y precisamente lo divertido -el disfrute de una novela- es ver cómo eso se resuelve.
No he citado una cosa que también está muy presente en sus historias, que es el amor. En esta novela, por ejemplo, Edgar pierde a su gran amor y cree que nunca podrá volver a enamorarse. Luego está Ragna, que ella desde su juventud espera también un gran amor, una pasión arrebatadora, y es su madre la que le dice que en la vida real las mujeres nos conformamos con lo que hay. Esta idea del amor que tienen los jóvenes protagonistas de su historia cuando son jóvenes -del romanticismo- ¿se cura del mismo modo que la juventud?, es decir, cumpliendo años.
Entiendo lo que dices y es una buena pregunta. Es cierto que el amor cambia a lo largo del tiempo, con las décadas, con el paso del tiempo, cuando uno tiene 16, 17 años y se enamora, pues esto no tiene nada que ver con cuando uno se enamora a los veinte, pero sigue siendo amor. Fundamentalmente sigue siendo el mismo sentimiento. Quizá sea más tolerante con los años, más sabio -el amor, digo- y a lo mejor -quizá- incluso más agradecido.
En un momento de la novela se dice que ningún gobernador es capaz de complacer a todo el mundo de forma indefinida y pese a ello todavía lo intentan con bastante ahínco algunos de los que ostentan el poder hoy en día. ¿Intentar complacer a todos es la vía más rápida para disgustar a todo el mundo? ¿Es un rasgo que definiría al mal político?
Yo no creo que sea algo malo, porque hoy en día esto es una característica de la democracia. Tenemos un sistema mediante el cual el que es más popular, gana. O sea, que todo aquel que llega al poder en democracia es aquel al que se le da mejor agradar, si no a todo el mundo, a la mayoría de los votantes. O sea que se trata de algo que tenemos que comprender y aceptar. Ese es el precio de la democracia. Y a menudo, esto es lo que hace es que la gente oscurezca sus puntos de vista y hace que expresen sus puntos de vista de forma que puedan agradar a unos y otros no... En fin, es un aspecto de la democracia que evidentemente puede molestar, porque uno escucha a los políticos en la televisión y decimos: «¿Por qué no dice lo que piensa en lugar de dar vueltas?» Pero si dice lo que piensa, la gente entonces no le va a votar. Y no va a poder hacer nada. Yo entiendo lo que quieres decir. Lo entiendo, entiendo que existe ese pulso para agradar a todos que es bastante irritante, pero no veo cómo podríamos disfrutar de una democracia sin ese fallo, por así decirlo.
Le quería preguntar cómo está llevando este año, cómo se maneja entre tanta incertidumbre en este año que ha sido tan complicado, que nos estamos manejando todos sin ningún tipo de certeza...
En mi vida los días son como siempre. Es decir, yo me siento en mi despacho y escribo como he hecho en los últimos 45 años durante el día. En cuanto a la tarde, tarde-noche, pues ahí cambia, la verdad. Normalmente yo tenía una vida social que ya no tengo. A mí me gusta mucho salir a cenar, me gusta mucho ir a un restaurante. Me parece que los restaurantes es un gran invento humano. Estás ahí con tus amigos, cenando y encima te traen manjares y deliciosas botellas de vino. ¿Qué más se puede pedir? Bueno, pues eso lo echo de menos... Pero sobre todo echo mucho, mucho de menos no poder ver a mi familia, a parte de mi familia: los que viven en Estados Unidos. No puedo viajar a Estados Unidos. Sería muy peligroso volar a Estados Unidos. Quizá llegue y atrape el virus por el camino y se lo contagie a mis nietos, y eso no puedo hacerlo. No puedo permitirlo. Hay un riesgo enorme. O sea que eso es lo que más echo de menos: ver a mi familia. En cuanto al mundo editorial, pues bueno, el virus no ha tenido el efecto terrible que pensábamos que podría tener, la gente ha empezado a leer más. Sí que es cierto que la gente ahora es más cuidadosa en el gasto porque no sabemos qué va a pasar en el futuro. Pero sigue comprando libros. La gente lee más, lee mucho ahora. O sea que en cierto modo eso ha sido positivo, porque, claro, nos gusta cuando la gente lee, ¿no? Yo como escritor me encantaría que en lugar de ir a cenar a un restaurante se quedaran en su casa leyendo un libro.
Cuando termina de escribir un manuscrito, ¿quién es el primero a quién se lo deja leer? ¿Quién es su primer lector y qué le hace merecedor de esa confianza?
Bueno, yo doy mi primer borrador a mucha gente: amigos, mis editores, mis familiares... A historiadores también, a quienes pago para que lean el borrador y hagan las correcciones históricas pertinentes. Me gusta que la gente me diga lo que piensa, me gustan sus críticas y observaciones. Incluso el de los editores, aunque a mí que un editor me diga «qué bonito libro, me encanta, eres un genio...» Le puedo decir que muchas gracias, pero «dime qué piensas concretamente de cosas concretas» Yo quiero que me digan: «Eres un genio. Pero mira, el capítulo 3 es un poco aburrido». Es decir, me gusta ese tipo de observaciones y de comentarios. Hay mucha gente que lee mis borradores, no solo uno. Y es por esta razones que acabo de explicar.
¿Cuándo sabe que está listo para empezar con una historia, qué tiene que sentir? ¿Qué pasa cuando dice «lo tengo claro, voy a por esto, es lo que quiero contar ahora y dedicar los próximos años de mi vida»?
Cuando escribo el plano, una planificación, he hecho toda la investigación, me he documentado... Hay un momento en que digo: «ya no puedo cambiar la estructura -el plan- más. Ya lo tengo bien estructurado» Y es entonces cuando yo creo que hay que empezar a escribir. Es cuando yo creo que los personajes tienen que salir a la luz para que el lector pueda conocerlos. Entonces empiezo a tomar notas sobre lo que puede ocurrir o no. Por ejemplo, si hay una discusión entre dos personajes, empiezo a ver dónde se ubica esa discusión, en qué momento del relato... Antes de tener esa discusión, ¿cuáles eran sus sentimientos?, ¿cuáles son después? Es decir, todo este tipo de cosas, porque con estas notas que voy tomando cuando yo hago toda mi planificación, llega un momento en que ya no puedo seguir tomando notas, llega un momento en que ya he cubierto esa etapa y es el momento de empezar a escribir la novela de verdad.
Y ya para terminar: siempre hay curiosidades históricas en sus novelas. Hoy en día nos sentimos como muy modernos por haber inventado el poliamor, pero uno leyéndolo descubre que es una cosa muy antigua...
Sí. Normalmente en el pasado -hay que decir- un hombre podía tener varias mujeres. Pero era más infrecuente que una mujer tuviera varios maridos. Aunque no obstante, yo creo que sí que existía y yo creo que también puede ocurrir en otros lugares del mundo en la actualidad. Ese tipo de matrimonio existe en mi novela. Yo no puedo probar que en el mundo anglosajón esto ocurriera. Pero en aquel entonces la Iglesia no tenía mucha influencia en la vida moral de los anglosajones y en el matrimonio, y estoy seguro que seguramente ese tipo de poliandrias se produjeron aunque no fueran frecuentes. Lo que tenemos ahora, cuando hablamos de este poliamor, es mucho más igualitario, ¿no? Es decir, un hombre puede tener varias mujeres, pero una mujer puede tener varios maridos o amantes o como queramos decirlo. Es mucho más justo, ¿no? Pero si eso es lo que quiere la gente, nadie tiene por qué ni derecho a poner freno a lo que ellos quieran. Aquí lo único malo es cuando se obliga a alguien a formar parte de una relación, porque el sexo es bueno, salvo que sea forzado evidentemente, salvo que sea en contra de sus deseos y su voluntad. Pero si la gente lo hace voluntariamente... La gente puede hacer todo tipo de cosas por obtener placer. La actitud es, bueno, que lo hagan. ¿Por qué no?
Emma Vallespinós
Guionista en 'La Ventana'. Coordina la sección dedicada a los libros. Es licenciada en Periodismo y...