El documental que cuestiona que Unamuno muriera de forma natural
Manuel Menchón presenta este domingo en Seminci 'Palabras para el fin del mundo' una película que ahonda en la manipulación que hizo el franquismo de la figura del filósofo
Madrid
A Miguel de Unamuno se le atribuye una de las frases más manidas y manipuladas de la historia reciente de nuestro país. No se sabe si la pronunció aquel 12 de octubre, día de la raza como lo calificaba la derecha, en el paraninfo de la Universidad de Salamanca. Y es que hay pocas certezas acerca de qué ocurrió realmente en esos días, las últimas semanas del filósofo antes de morir. Palabras para el fin del mundo ahonda en las horas previas a la muerte y los días posteriores a la misma. Y siembra muchas preguntas sobre la muerte de Unamuno. ¿Por qué no hubo autopsia? ¿Por qué las actas reflejan horas diferentes de la muerte? ¿Quién era Bartolomé Aragón, el último que habló con él antes de morir? ¿Fue Unamuno afín a las ideas falangistas o se lo apropió el régimen?
A todas estas preguntas trata de responder este documental, que el domingo se presentará en la Seminci, y al que ha tenido acceso la Cadena SER. Su director, Manuel Menchón, ya se había acercado a la figura de Unamuno en La isla del viento, un documental sobre sus años desterrado en Canarias durante la dictadura de Primo de Rivera. Para su siguiente proyecto, quería acercarse a un momento clave, desde el punto de vista de la propaganda, en la Guerra Civil, como fue su discurso en la universidad con Carmen Polo presente y Millán Astray. Fue crucial, porque ahí empezó a gestarse la manipulación de su figura por parte de los fascistas y también a escribirse el final de Unamuno.
De todas las investigaciones, el documental fue creciendo hasta lo que finalmente es: un nuevo punto de inflexión sobre nuestro pasado y sobre las guerras culturales, algo muy de moda en el Congreso. Lo que hace el director es montar un documental de corte clásico, con varios narradores, la voz principal es la de la actriz Marian Álvarez, acompañada de José Sacristán, que pone voz a los escritos de Unamuno, Antonio de la Torre que pone voz al general Mola, y Víctor Clavijo al temible Millán Astray. No hay bustos parlantes, solo uno: el del nieto de Unamuno, que apoya las tesis de la película y pone voz a las memorias familiares.
El resto son imágenes de archivo, muchas de ellas inéditas, como la quema de libros en distintas ciudades españolas, o la imagen de Millán Astray con Mussolini juntitos. Imágenes de los fascistas entrando en Salamanca o de muertos en las cunetas, donde la mayoría continúan tirados. El documental recorre la proclamación de la II República hasta la muerte de Unamuno en el año 36, en plena guerra, comparando la estrategia propagandística del nazismo alemán y del fascismo italiano, con la de los golpistas españoles.
En esa estrategia, la figura de Unamuno era clave. Descontento con algunas decisiones de los gobiernos republicanos, como la represión de Asturias o la quema de conventos e iglesias, llegó a decir "me duele España y me duele la república". Católico, conservador y enfadado con los republicanos, igual que Ortega, era un objetivo fácil para los falangistas. Sin embargo, el documental pone en duda que Unamuno colaborara o cediera.
Por ejemplo, el pago de 5000 pesetas, algo que aparece en la película de Amenábar sobre el filósofo, Mientras dure la guerra, y que, según la hipótesis de Menchón no era tal que así. Unamuno pagó, pero estaba arruinado, de modo que era difícil que se tratase de un pago voluntario; sino más bien de algo así como un impuesto revolucionario. Algo que copiaron del nazismo y que consistía en hacer que empresarios afines abonaran esa cantidad, que se atribuía en los libros de cuentas a personalidades e intelectuales que convenía acercar al régimen, como en este caso el autor de Niebla. Esa información se difundía en la prensa extranjera para dar la imagen de que todos los grandes hombres de España apoyaban al bando sublevado.
Volvamos al momento culmen. La muerte de Unamuno. El relato franquista es el que hemos creído hasta nuestros días. El relato ganador. El que cuenta que murió, con su zapatilla quemada en el brasero, diciendo aquello de "¡España se salvará, porque tiene que salvarse!" ¿Fueron, realmente, las últimas palabras de Unamuno? Solo hay un testigo de esa frase y de su muerte. Es Bartolomé Aragón Gómez que, hasta hoy, estaba considerado un antiguo alumno del escritor. No es cierto, nos dice la película. No existe ningún expediente académico que lo acredite, ni se ha encontrado relación epistolar entre ambos. Nadie de su entorno conocía a este señor. Aragón nació en Huelva, estudió en Pisa y allí se empapó del fascismo italiano. De vuelta a España fue un hombre cercano a Millán Astray y uno de los que trabajó en la propaganda del Régimen.
El documental presenta una serie de pruebas que cuestionan la versión oficial. Por ejemplo, las diferentes horas de la muerte o que el único testigo no firme el acta de defunción, ni acude al funeral. Tampoco hay autopsia, a pesar de que la causa de la muerte que dictamina el médico es una hemorragia bulbar y, por tanto, debería haberse realizado. No se cumplen las 24 horas para darle sepultura en la España católica.
Fue el propio Bartolomé Aragón quién ecribió la versión de la muerte. Publicada el 16 de enero y que ha sido la voz oficial hasta hoy, hasta el estreno de este documental, que podría dar un giro a las investigaciones. “Se apoderaron de él hasta el final", dice con tristeza su nieto. No solo porque se llevaran su cadáver de la casa familiar y lo enterraran en un funeral propagandístico; sino porque toda su figura y su legado se han utilizado, algo que todavía ocurre hoy, para defender algunos preceptos del fascismo y la ultraderecha. Ese es el gran cambio que ofrece Palabras para el fin del mundo, romper con la imagen de que Unamuno apoyó al fascismo.
El "Venceréis pero no convenceréis" se ha usado hasta la saciedad. Guárdense de hacerlo de ahora en adelante.