Que nos hablen claro

Madrid

Parece mentira que después de tantos meses aún estemos dándole vueltas a lo mismo. Si uno pone la radio y cierra los ojos parecería que estemos en marzo, o en abril. Goteo constante de cifras y cada vez peor, que si cómo parar la ola, cómo doblegar la curva, las ucis, los PCR, qué se puede hacer en la calle, qué no se puede, dónde sí, dónde no… Tal vez deberíamos plantearnos cambiar algo en términos de comunicación. Porque está claro que el estado de ánimo no es el mismo que en el mes de marzo. Y lo peor de todo… bueno lo peor no: lo peor son los miles de muertos y de parados que está provocando esta pandemia, pero es un problema añadido que en esa comunicación aparezcan voces que dicen una cosa y al cabo de dos días la contraria. Y que en un lugar se apliquen unas medidas y en otro, otras diferentes.

Por momentos España parece supervisada por un VAR, el VAR del fútbol, donde en la misma jugada se pitan cosas distintas. Ahora mismo la gran pregunta es si habrá que volver o no al confinamiento domiciliario para frenar la expansión del coronavirus. Se lo plantea media Europa, España también; y la sensación es que los responsables saben que posiblemente haya que tomar esa decisión, pero arrastran los pies. Por el impacto económico, que sería indudable, pero también porque saben que el depósito de moral de la gente -esa moral de victoria a la que apelaba el otro día Pedro Sánchez- está ya en la reserva desde hace tiempo.

Así que yo pienso, -es mi opinión, ¿eh?- si viene otro confinamiento será muy duro, será muy jodido, pero si es lo que toca, si no hay más remedio, por favor que alguien lo decida de una vez.