El ritmo agónico de los tablaos sin turistas extranjeros
Las restricciones de movilidad provocadas por la covid-19 ponen en peligro la supervivencia de los tablaos flamencos, completamente dependientes del visitante internacional.
Madrid
Carolina Fernández estaba muy feliz cuando empezó el 2020. Después de seis años de esfuerzo y papeleo, su negocio empezaba a florecer. O eso pensaba ella. Es la propietaria de la taberna El Cortijo, en el barrio madrileño de Vallecas, uno de los 21 que hay en la capital. "La temporada se presentaba estupenda y llena de reservas, pero a finales de febrero la cosa se torció. Marzo nos dio el patadón de nuestras vidas, hemos pedido el préstamo más grande de nuestra corta existencia. La pandemia ha sido un mazazo terrorífico”, lamenta. Todas las reservas se cancelaron y no han retomado la actividad desde entonces.
Su historia es un ejemplo de la situación que afrontan los casi 100 tablaos flamencos de España. Federico Escudero, presidente de la Asociación de Tablaos Flamencos de España (ANTFES), reconoce que la falta de turistas extranjeros es una losa imposible de levantar. Es el propietario de Torres Bermejas, ubicado en el centro de Madrid y uno de los pocos tablaos abiertos. Además de las medidas habituales, como geles, mascarillas y distancia de seguridad, Federico ha instalado purificadores de aire en el local y una gran pantalla colgante de metacrilato para separar el escenario de los espectadores. Abre dos días por semana, pero reconoce que sin clientes extranjeros no le sale rentable.
Rosana de Aza ha recibido el golpe por partida doble. Dirige el Centro Cultural Flamenco de Madrid y La Casa de la Memoria, en Sevilla. Dos locales que combinan espectáculo y museo de arte flamenco, ambos clausurados desde marzo. “Son sitios pequeños, de ambiente íntimo, con el público muy junto y cerca de los artistas, es parte de su esencia”, explica. En estas circunstancias no ve viable la reapertura, pero tampoco quiere plantearse cerrar para siempre. El flamenco es su forma de vida, dice, no quiere renunciar a ello "ni dejar tirados a sus empleados".
Los tablaos son una pieza fundamental del engranaje del sector. Dan trabajo estable al 95% de los artistas flamencos. “El problema es que esto es un circuito. Afecta a los artistas, camareros, proveedores, técnicos… Es mucha gente viviendo de un lugar”, explica Lola Mayo, bailaora desde hace 35 años y creadora de la plataforma Resistencia Flamenca. En su caso, la pandemia llegó cuando ya atravesaba un momento complicado. Lleva meses manteniendo a su familia con las clases de flamenco que imparte de forma esporádica. Por el momento, no ha recibido ninguna ayuda. Solicitó el Ingreso Mínimo Vital en julio y aún no ha obtenido respuesta.
El flamenco, declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en el año 2010, es un referente de la cultura española reconocido en todo el mundo. En 2019, los tablaos españoles recibieron seis millones de visitantes extranjeros, con un desembolso medio de 1.368 euros por viajero, según la encuesta de gasto turístico Egatur. Ahora, los tablaos piden ayuda a las instituciones, sin éxito. Desde ANTFES y la Asociación de Tablaos Flamencos de Madrid, que preside Juan Manuel del Rey, denuncian la indiferencia del Ministerio de Cultura, que ni siquiera les ha recibido.
El cierre definitivo de tablaos como Casa Patas o Café de Chinitas, dos de los más emblemáticos de la capital, pone en evidencia la crítica situación de un sector que agoniza. “Los tablaos crean destino turístico y cultural, es importante que nos ayuden a sobrevivir hasta que recuperemos las normalidad”, apunta Juan Manuel, dueño de El Corral de la Morería, y advierte: “Si desaparecen los tablaos, muere el flamenco”.