El Ábside de Sant Climent de Taüll
Lo que ningún ser humano ha visto jamás en el mundo real: la imagen del cielo, con ángeles, con seres que vivieron hace siglos y ahora parecen delante de nuestros ojos "resucitados"
El Ábside de Sant Climent de Taüll
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Madrid
Hoy vamos a “mirar al Cielo” porque en un lateral de la pintura de hoy, el Ábside de Sant Climent de Taüll (hacia el 1123) aparece Lázaro. Procede de la iglesia de Sant Climent de Taüll (La Vall de Boí, Alta Ribagorça). [Fresco traspasado a lienzo]
Comenzamos visitamos el Museu Nacional d’Art de Catalunya, en Barcelona, para situarnos delante del Ábside de Sant Climent de Taüll, la pintura románica realizada hacia el 1123 en los muros de la iglesia de Sant Climent de Taüll (en La Vall de Boí, Alta Ribagorça) que fueron arrancados y trasladados al museo a principios del siglo XX (1919-1923)
¿Qué estamos viendo?
Aquello que no se puede ver, lo invisible. Estamos viendo lo que ningún ser humano ha visto jamás en el mundo real: la imagen del cielo, con ángeles, con seres que vivieron hace siglos y ahora parecen delante de nuestros ojos “resucitados”. Y en la parte superior, lo más difícil todavía, no solo la imagen de lo invisible, la imagen de Dios, sino también la imagen del futuro: estamos ante el Cristo del Juicio Final, lo que vendrá al final de los tiempos.
La imagen de 'El Pantocrator', seguramente la más conocida del románico catalán
Una de las obras más importantes del románico europeo. Casi todo el mundo lo conoce como 'El Pantocrator' aunque no es realmente un “Pantocrator”.
Un pantocrátor es la imagen de Dios padre de medio cuerpo, como aparece en muchos iconos y en mosaicos bizantinos. Y en el ábside de St.Climent vemos a Cristo de cuerpo entero sentado en un trono.
En realidad, el 'Cristo de Taüll' es una Maiestas Domini, ya que representa al Cristo en majestad dentro de una mandorla o almendra mística.
Aunque no me parece trascendente el nombre con el que los historiadores se refieran a esta imagen: "Pantocrator", "Maiestas Domini", son palabras para designar tipologías de imágenes, lo que estamos viendo es a Dios hecho imagen.
Es Cristo resucitado, en el Cielo. La aureola blanca detrás de su cabeza lleva el símbolo de la cruz, seguramente en origen metálica pero hoy perdida. Está sentado. En los pies lleva las sandalias del pescador. Tiene la mano derecha levantada, en actitud de bendición o de amenaza, ya que es el Cristo del Juicio Final. Con la mano izquierda nos muestra un libro abierto donde podemos leer: "Ego sum lux mundi" (“Yo soy la luz del mundo”).
A izquierda y derecha del rostro de Cristo, pintadas sobre el fondo azul, hay dos letras griegas “alpha” y “omega”:
“Yo soy el alfa y el omega, el primero y el último, el principio y el fin” (Apocalipsis 22,13)
Alrededor de la imagen de Cristo hay varias figuras, algunos parecen ángeles pero también hay animales: ¿Qué significan?
Hay varios hombres con alas y también un león alado, un toro alado y una águila. Lo que vemos es la visión del Apocalipsis que describe San Juan:
San Juan dice que se abre una puerta en cielo (y así podríamos interpretar la mandorla alrededor de Cristo, como una puerta que se ha abierto para nosotros). A través de la puerta, San Juan ve un trono donde está sentado Dios y junto a él, Juan describe 4 “seres vivientes” con alas:
- Un león
- Un toro
- Uno de aspecto humano
- Una águila volando
Tradicionalmente, se han interpretado estas 4 figuras como símbolos de los cuatro evangelios y se los representa llevando un libro cada uno. De esta forma:
- El hombre alado es MATEO (1)
- El león alado es MARCOS (2)
- El toro alado es LUCAS (3)
- El águila es JUAN (4)
La cuatro figuras las podemos encontrar en muchas representaciones, en pinturas, altares y también esculturas. Normalmente se representa solo el símbolo, es decir: San Marcos es un león alado. Pero en Taüll, es muy curioso ver cómo el pintor ha representado a cuatro hombres alados “acompañados” de los símbolos: San Juan lleva un águila en brazo (como si fuera un bebe), San Marcos tiene al león cogido por una pata, lo mismo que el toro con San Lucas.
Completan la visión, dos ángeles serafines (A-A’), uno a cada lado. El serafín es un ángel muy especial: es el que vive más cerca de Dios y por lo tanto debe cubrirse de tanto resplandor. Según la visión de Isaías, tienen 6 alas: con dos de ellas se cubren el rostro, con otras dos se cubren el cuerpo y con las dos restantes vuela.
Y eso es exactamente lo que encontramos en las pinturas: unos ángeles con 6 alas de los que solo vemos un poco del rostro.
Eso sí, siguiendo la visión del Apocalipsis de Juan, las alas están llenas de ojos (y el cuerpo del toro y el león también)
Ojos que nos miran, ojos que todo lo ven:
En la pintura mural románica la idea del ojo está muy presente en los dos sentidos: conceptual y formal, abstracto y concreto. El ojo es la forma de la almendra de la mandorla, pero también se multiplica en las alas de los querubines y en los cuerpos de los animales del tetramorfo.
Ojos que todo lo observan y que, por lo tanto, todo lo conocerán el día de Juicio Final (lo bueno y lo malo que hayamos hecho)
La visión de esta imagen para alguien del siglo XII
En el museo podemos ver esta imagen en la tranquilidad de una galería de arte, pero intentemos imaginar su visión en el interior de la iglesia oscura del siglo XII, iluminada tan solo por la poca luz que entraba por las ventanas y la luz de las velas encendidas por los creyentes. El resplandor, el brillo, la aparición.
En contraste entre el mundo natural, la vida en el campo, las montañas, los ríos, los árboles, los pájaros, el cielo azul… y de repente entrar en esa construcción de piedra y descubrir en su interior la visión del mundo invisible hecha en colores.
¿Por qué deberíamos ir al Museu Nacional d’Art de Catalunya a ver esta obra?
Para poder levantar los ojos hacia arriba. Hay que ir a Barcelona, subir a Montjuic, entrar en el museo i dirigirse a las salas de arte románico. Hay que situarse delante del ábside de Sant Climent y entonces, después de mirar unos segundos a la figura de Cristo, hay que levantar la mirada hacia el techo y ver la secuencia de tres imágenes extraordinarias: una lectura de tres imágenes en el espacio, del ábside a los dos arcos que hay delante.
De la cabeza de Cristo con la aureola blanca a la mano de Dios que está justo encima de Él, una de las imágenes más potentes de la Historia del arte: un simple círculo blanco en cuyo centro hay “una mano que habla”, la mano de Dios (Dextera Domini).
Siguiendo el eje vertical, en el centro del segundo arco, sobre la mano de Dios, está otro circulo, en este caso azul, donde vemos el “AGNUS DEI” el cordero que se sacrificó para salvarnos (Cristo). La imagen corresponde de nuevo con la visión de San Juan en el Apocalipsis, donde dice que tiene “7 ojos”
La visión de los tres círculos blancos, la aureola en la cabeza a de Cristo, el circulo donde aparece la mano de Dios, y la aureola del cordero, es una de las experiencias plásticas más potentes/emocionantes que conozco.
¿Dónde está Lázaro?
En el lateral derecho del ábside. Del conjunto no se han conservado todas las pinturas. Toda la superficie estaba pintada con distintas escenas del Antiguo y el Nuevo Testamento. Una de las escenas que han sobrevivido es la de Lázaro leproso delante de la puerta de un rico (alimentándose de las migajas que caían) con un perro que le lame las heridas
¿Se conoce al autor?
No, hablamos del “mestre de Taüll” por la singularidad y genialidad del estilo, muy característico y de una belleza formal absoluta. Se trata sin duda de una gran maestro pero no hemos podido identificar su nombre.
En Taüll se reconoce la mano precisa de un pintor genial, de gran personalidad, que aplica a la decoración mural ciertas recetas técnicas que son habituales en la pintura sobre tabla de la época, como la acentuación de los perfiles o la creación de volúmenes a partir de la gradación tonal de color.
La mirada “moderna” de los artistas sobre el arte del pasado
No es extraño que este repertorio de imágenes procedentes de un mundo remoto gustase tanto a los artistas de las vanguardias, que iban al museo como quien va al mercado a buscar alimentos; después los cocinaban a fuego lento en los talleres. A través de Taüll entendemos algunas obras de Picabia, y sin el eco icónico de la pintura mural del valle de Boí, Picasso nunca habría podido construir 'Les demoiselles d’Avignon', el cuadro que cambió el destino de la pintura en el siglo XX.
La fascinación de los artistas modernos por el románico (o por el arte africano) es esta: cómo consiguieron expresar tanto con tan poco, cómo una cara hecha con líneas simples puede tener tanta fuerza. Es esta la pregunta que se hace Picasso y es esto lo que luego intenta conseguir en sus obras: la fuerza de la presencia de un rostro hecho mediante cuatro trazos.