Degradación y rabia
El primer paso del proceso depurativo tiene que darlo el Partido Republicano, hoy pringado de mugre antidemocrática
Madrid
Una anécdota histórica que revela la degradación a la que nos ha llevado el populismo. Las elecciones americanas de 1960, entre Nixon y Kennedy, fueron muy reñidas y hubo varios vuelcos en el recuento. Los asesores de Nixon le aconsejaron que las impugnara porque pensaban que había habido fraude en algunos estados, y la respuesta de Nixon fue: "No compensa obtener la Presidencia al precio de enturbiar para siempre la confianza del pueblo al sistema electoral". Recuérdese que estoy hablando de Nixon, no precisamente el paradigma de los escrúpulos éticos.
Degradación y rabia
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La degeneración democrática, la falta de respeto a las instituciones, ha sido la tónica bajo el mandato de Trump, al que no ha importado gran cosa que se pudriera la sociedad o que se radicalizan los enfrentamientos. Al contrario: "Yo hago que la gente saque la rabia que lleva dentro", le comentó Trump al periodista Bob Woodward, según nos cuenta en su último libro, recientemente publicado.
El primer paso del proceso depurativo tiene que darlo el Partido Republicano, hoy pringado de mugre antidemocrática. Lo que quede de solera del Grand Old Party, memoria de la historia americana desde Abraham Lincoln, tiene la palabra, si no lo ha aniquilado el virus del trumpismo y no lo ciegan los 70 millones de votos que aún en la derrota ha cosechado.
Y mientras cualquiera sabe que puedo ir tramando de la Casa Blanca un Trump derrotado y despechado desde hoy hasta el 20 de enero. Miedo da. No se trata ahora de extrapolar lo ocurrido a los Estados Unidos a nuestra vida política, pero haríamos muy mal en no aprender de algunos paralelismos. Por ejemplo, los riesgos de la polarización extrema y el peligro de relajar la autoexigencia democrática en nuestras decisiones. Ambos males nos están aquejando y son mucho más dañinos de lo que parecen.