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La caída de Ícaro que nadie vio

Observamos 'Paisaje con la caída de Ícaro', la pintura de Pieter Brueghel el Viejo que retrata el mito de la caída de Ícaro en medio de un paisaje rural

'Paisaje con la caída de Ícaro', de Pieter Brueghel el Viejo

'Paisaje con la caída de Ícaro', de Pieter Brueghel el Viejo

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Madrid

Visitamos el Museo Real de Bellas Artes de Bélgica, en Bruselas, para situarnos delante de la obra ‘Paisaje con la caída de Ícaro’ pintada por Pieter Brueghel el Viejo a mediados del siglo XVI.

Vemos la indiferencia del mundo ante el drama personal de uno, o como la naturaleza sigue esplendorosa su curso a pesar de las desgracias humanas, o indiferente a ellas. Y también vemos como el quehacer humano, los trabajos del día a día, siguen tranquilamente su curso mientras en una esquina un hombre pierde su vida sin que nadie, aparentemente, se inmute por ello.

Estamos viendo la caída de Ícaro, que volaba por el cielo y ahora se precipita al mar. Ícaro cae en un paisaje donde nadie advierte ese momento dramático.

¿Quién era Ícaro?

Según la mitología griega, Ícaro es el hijo de Dédalo, constructor del laberinto del minotauro de Creta. Padre e hijo estaban retenidos en la isla, el rey Minos no les deja marchar por mar, ya que controlaba los puertos y los barcos.

Ícaro quiere huir y su padre, que es un gran inventor decide fabricar unas alas para que salgan volando. Reúne una serie de plumas de pájaros y las une con cera creando unas magníficas alas: dos para su hijo y dos para él. Se las colocan en la espalda y las prueban, ven que pueden volar. Y entonces se disponen a abandonar la isla volando.

Pero antes de salir, Dédalo advierte a su hijo Ícaro que no debe acercarse demasiado al sol porque el calor podría derretir la cera de las alas que se desmontarían y caería. También le dice que no vuele demasiado bajo porque el agua podría mojar las alas y también caería. Moraleja de la historia: ni un extremo ni el otro para llegar sano al final del viaje.

Salen volando de Creta y al principio todo va bien, vuelan, son libres por fin… Pero a mitad de viaje, Ícaro comienza a ascender atraído por la luz del sol. Y aunque su padre le grita, él no puede evitarlo y se acerca más y más al sol, atraído por la luz, hasta que el calor derrite la cera de sus alas y cae al mar, donde muere del golpe ahogado. Y este es el momento que nos presenta la pintura de Brueghel: la caída de Ícaro del cielo al mar.

¿Dónde está Ícaro?

Brueghel representa el final de la historia, justo el momento en que Ícaro impacta en el agua. De Ícaro solo vemos las dos piernas y una mano que se hunden en el agua del mar. Es un detalle en la parte derecha del cuadro.

El detalle pintado nos muestra el momento exacto en que Ícaro cae al agua: el impacto del cuerpo sobre la superficie del mar. Solo le vemos las piernas y una mano, el resto del cuerpo está ya dentro del agua. Se ve la espuma, las salpicaduras blancas que se han levantado en el agua por el impacto.

Y justo encima del cuerpo que se hunde en el agua, cayendo lentamente, hay unas pequeñas pinceladas blancas con un toque que indican las plumas de Ícaro, las plumas que se han desprendido de su cuerpo (motivo de la caída) y que en realidad son el único detalle de todo el cuadro que nos permite identificar la figura con Ícaro.

Sin esas pequeñas plumas, esas pequeñas pinceladas de blanco, el hombre podría ser cualquiera que ha caído al mar des de la costa. Las plumas son la única indicación de la pintura que hace referencia a la historia: al mito de Ícaro.

Es mágico acercarse y ver las diminutas plumas que cae por delante del barco, contemplar la “lluvia de plumas” que nos indica que la figura ha caído del cielo.

Las plumas son perfectamente visibles, pero hay que acercarse y fijarse porque están solo por delante del barco y en el mar y de lejos se pueden confundir con olas o las velas del barco.

Los muy conocedores de la historia narrada por Ovidio podrían encontrar otro detalle: una perdiz, en una rama cerca de Ícaro, que haría alusión a un momento anterior de la vida de Ícaro cuando al intentar matar a un joven arrojándolo de una torre, una diosa lo salvó convirtiéndolo en una perdiz. Finalmente, el que muere “cayendo” es Ícaro y la perdiz sigue feliz en la rama.

La historia de Ícaro: un detalle más dentro de la obra

En la pintura, el drama ya ha tenido lugar y lo que vemos es la acción del día a día del campesino, el pastor y el pescador en primer plano. El labrador del arado, el pastor y el pescador aparecen mencionados en el relato de Ovidio; están: «asombrados y creen ver a los dioses aproximándose a través del éter»…

Brueghel nos hace pensar: ¿cuán atentos estamos ante lo que sucede a nuestro alrededor?, ¿cuántas cosas, eventos, personas importantes dejamos pasar por no estar lo suficientemente atentos a lo que nos rodea o demasiado centrados en nuestro propio "yo"? O como afirma un proverbio flamenco, que sin duda Brueghel conocía: «Ningún arado se detiene porque un hombre muera».

El proverbio y la pintura de Brueghel nos hablan de la indiferencia de la gente ante las desgracias de los otros. El hombre también es un ser “insignificante” ante el curso de la naturaleza: la vida de la tierra, del universo, sigue adelante “sin inmutarse” por la muerte de Ícaro.

Realmente el tema de la pintura parece el trabajo de tres hombres (un labrador, un pastor de ovejas y un pescador) en primer plano y ninguno de ellos parece advertir la caída de Ícaro.

En la pintura, el drama ya ha tenido lugar y lo que vemos es la acción del día a día del campesino, el pastor y el pescador. Nadie lo ha visto caer. Nadie mira hacia esa dirección. El campesino sigue impasible arando el campo con la ayuda de un caballo.

La única figura que mira al cielo es el pastor con las ovejas, en el centro, pero está justo de espaldas a la caída de Ícaro.

Ícaro cae justo delante de un pescador en la orilla pero vemos como está absorto mirando dentro del agua, al pez que está a punto de coger, y tampoco ve a Ícaro

El impresionante paisaje, la visión del mar y las islas al fondo

Realmente la historia de Ícaro parece una anécdota más en esta pintura. La pintura se puede contemplar y disfrutar como un paisaje donde perderse contemplando los detalles: La composición es similar a otras obras de Brueghel: un primer plano en diagonal donde vemos al hombre arando el campo de un tamaño grande (lo tenemos cerca) y la ladera que baja y se abre a un paisaje lejano donde vemos muchos detalles y personaje pequeños.

Tenemos una contemplación de primer plano: con los detalles del arado, la tierra, la textura de los distintos materiales, las herramientas en el suelo… Y una visión del paisaje donde también encontramos muchos detalles (como los marineros trabajando en el barco, subiendo por la red, atando una vela colgado del mástil...). Al fondo se ve una ciudad con puerto, posible destino del barco en primer plano.

Al fondo del paisaje, la gran duda o enigma del cuadro: el sol que se está poniendo en el mar.

El hecho de que el sol esté a punto de ponerse acentúa la ambigüedad y el misterio de esta obra maestra. ¿No se suponía que las alas de Ícaro se quemaron cuando voló demasiado cerca del sol en su cenit? Algo falla aquí.

Si Ícaro acaba de caer por acercarse al sol, no puede ser que el sol esté en el ocaso a lo lejos. Es indudable que hay un sol pintado en el ocaso sobre el mar, pero si nos fijamos en la iluminación general de la pintura vemos que “la luz” de la escena no proviene del sol del fondo sino de una “fuente de luz” en la parte superior (el sol de mediodía). Hay como un gran halo de luz en la parte superior del cuadro, la posición del sol a mediodía (que corresponde con el relato mitológico).

La respuesta al misterio la encontramos en una segunda versión que apreció en 1935 donde no está el sol sobre el mar y se ve claramente que la posición “original” del sol es lo alto, al mediodía, al que se acercó Ícaro que cae justo debajo.

Otro detalle muy significativo de esta copia o versión es que en el cielo aparece Dedalo volando y justamente lo está mirando el pastor de las ovejas (que en la otra versión mira al cielo sin sentido).

¿Cuál de ellas es la original?

Seguramente ninguna de las dos, análisis en la madera de la segunda la fechan 7 años después de la muerte del artista, pero se basan en el original de Brueghel que seguramente se parecía más a la segunda descubierta con Dédalo en el cielo. Aunque hay quien duda de la autoría material, el cuadro de Ícaro podría ser una copia de la época, parece innegable la “autoría intelectual” de Brueghel.

¿Era habitual que el mito (o la escena principal) pasara desapercibida a primera vista?

Sí, en pinturas de este género y en Brueghel especialmente, en realidad parte del juego consistía en descubrir la escena o el motivo “narrativo” de la pintura. Son cuadros que, en primer lugar, nos ofrecen “visiones del paisaje”, amplios horizontes, montañas, árboles, el mar… son paisajes (en los que se ha añadido “una historia”).

El cuadro de Ícaro aparece en el museo de Bruselas como ‘Caída de Ícaro’ pero también lo encontraremos en algunos libros como ‘Paisaje con la caída de Ícaro’.

A primera vista son paisajes, vistas de paseantes, niños jugando, cazadores, vista de pueblos en la nieve… Gente ocupada en su día a día y en una esquina, en un detalle de una casa sucede “la historia sagrada” o el “mito”.

Son un ‘¿Dónde está Wally?’ del siglo XVI. En el “paisaje con la caída de Ícaro” por ejemplo, hay algunos detalles dignos de aparecer en cualquier libro infantil de “Busca y encuentra”. Por ejemplo, hay un hombre dormido entre los árboles.

Seguramente pasaremos un rato buscando hasta encontrarlo, en la parte izquierda, entre los árboles. Se ve solo la cabeza. Y decimos “hombre dormido” para no decir “hombre muerto”, que realmente parece un cadáver escondido entre los árboles.

Precisamente, la dificultad de interpretar, o las varias opciones que ofrece, junto a los maravillosos detalles donde uno puede perderse (y disfrutar) mirando y mirando son la clave que explica el gran éxito de las pinturas de Brueghel, desde sus orígenes hasta hoy. (Existen numerosas copias de sus obras repartidas por el mundo).

Sobre todo nos muestra “el día a día” de la vida de los campesinos. La duda siempre es si simplemente son “visiones bucólicas de esa vida en el campo” o debemos hacer una lectura moral de sus actitudes.

Esta obra ha sido ampliamente admirada a lo largo de la historia y algunos poetas han escrito sobre ella. Ponemos de ejemplo dos poemas dedicados a esta pintura que nos ayudan a comprender la imagen. El primero es de 1938 y lo escribió el poeta W. H. Auden después de contemplar el cuadro en Bruselas.

Musée des Beaux-Arts

Acerca del dolor jamás se equivocaron

los Antiguos Maestros: y qué bien entendieron

su lugar en el mundo de los hombres; cómo hace acto de presencia

mientras alguno come o abre la ventana o cruza por su lado

sin prestar atención;

[…] (Aquí habla de algunos ejemplos de pinturas de Brueghel y sigue)

En el Ícaro de Bruehel, por ejemplo: cómo todo le vuelve

la espalda a la tragedia sin inmutarse; es probable

que el labrador oyera el chapoteo, el grito resignado,

pero a sus ojos no era un fracaso importante; el sol brillaba

como debía sobre las blancas piernas envueltas por el agua

verde; y la nave costosa y delicada que vio sin duda

algo asombroso, un niño que caía de los cielos,

tenía adónde ir y prosiguió su viaje imperturbable.

Auden vio el hecho de que la muerte de Ícaro pasó desapercibida como un símbolo universal de la condición humana. El poema hace hincapié en acciones que se desarrollan en el espacio y el tiempo (el labrador y el barco) para indicar que la vida sigue adelante.

El otro poema es del escritor William Carlos Williams:

Paisaje con la caída de Ícaro

(William Carlos Williams) 

Según Brueghel

era primavera

cuando Ícaro cayó

 

un granjero araba

el campo

 

todo el esplendor del año

despierto

se acariciaba a sí mismo

sudando bajo el sol

que fundió

la cera de las alas

 

Sin ninguna importancia

lejos de la costa

hubo un chapuzón

en el que nadie reparó

así fue

como Ícaro se ahogó.

Otros cuadros que ilustran el mito de Ícaro

El mito de Ícaro ha sido ampliamente representado en la historia del arte, desde los frescos de Pompeya hasta el siglo XX. En el propio Museo de Bruselas, hay un boceto de Rubens que muestra el instante del drama, cuando la cera comienza a derretirse e Ícaro comienza a caer ante la mirada desesperada de su padre, Dedalus, que sigue volando con sus alas.

Aunque a mí, la versión que más me gusta es la que hizo Matisse en 1947. Una simple figura negra (una silueta) recortada sobre un fondo azul lleno de estrellas. Una figura que cae del cielo, pero con un detalle trascendental: un punto rojo en la zona del corazón.

Matisse decía que esta imagen representa a Ícaro “con un corazón apasionado cae del cielo estrellado”.

 
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