Los últimos regalos de navidad de los muertos de enero y febrero
"Reconocer que nuestras limitaciones como país cuestan vidas no suena bien"
Madrid
Imaginemos que los periódicos y noticiarios nos hubieran anunciado una comparecencia especial del Jefe del Estado para la noche del viernes de hace... digamos un mes. Todos reunidos en nuestras casas hubiéramos esperado frente al televisor el importante anuncio del soberano. Su majestad hubiera aparecido como de costumbre en su despacho, con el retrato de la reina y las infantas tras él y después de una breve introducción, nos comunicaría las conclusiones a las que habrían llegado el gobierno, un amplio panel de expertos sanitarios, los principales responsables de los sectores económicos del país y algunos mas que también tenían algo que opinar. La conclusión sería unánime: Nuestro país no puede permitirse salvar a todos los que podrían salvarse. No nos da el dinero. La economía no aguanta otro cerrojazo y ya debemos más de lo que podremos pagar en varias vidas, así que se ha decidido tomar medidas, pero no todas las posibles. Solo hasta cierto punto. Se intentará que la situación sanitaria no se desmande hasta colapsar los hospitales, pero mientras estos aguanten... Si en Alemania comienzan a tomar las medidas mas duras con una incidencia acumulada de 70 casos por 100.000 habitantes, aquí no empezamos a hacer nada hasta que no superan los 500 o más porque ellos tienen el dinero para aguantar el tirón y nosotros no. Sus ministros ya anunciaron que harían lo que tuvieran que hacer, que disponen de un “bazoca económico” capaz de sostener a empresas y desempleados por el tiempo necesario.
Es la ventaja de tener ahorros y no deudas.
También nos informaría el soberano hace un mes en esa hipotética intervención de que, según los cálculos, mas de la mitad de los muertos se producirían de nuevo en las residencias de ancianos.
Sería terrible haber escuchado semejante mensaje, pero más terrible es que todo eso esté siendo exactamente así sin que nadie tenga el valor de reconocer que eran/son perfectamente conscientes de ello. Reconocer que nuestras limitaciones como país cuestan vidas no suena bien.
Esta semana las noticias nos informan exultantes de cómo gracias a las medidas un poco firmes, pero no demasiado, la curva se va doblegando. Algunos intentan hacernos creer incluso que 300 casos por cada cien mil habitantes es “el asombro del mundo”, y probablemente sea así, probablemente se asombren de vernos pedir a la gente “ir a tomar cañitas” mientras nuestros datos siguen multiplicando por 6 el punto de alarma. O quizás de lo que se asombren sea de que el numero de muertos en Madrid a lo largo de la pandemia sea, mas o menos el mismo que el total de fallecidos en toda Alemania. Bastante alucinante.
Salvaremos la campaña de Navidad para que nuestro comercio no se arruine y la gente no se deprima demasiado por no cenar con sus cuñados, pero de nuevo nadie querrá que seamos demasiado conscientes de que los muertos que sí hubieran sido evitables en enero y febrero si pudiéramos permitirnos perder más dinero, ya no llegarán a tiempo de beneficiarse de esas vacunas de enorme eficacia que ya están al caer.