¿Merece seguir siendo rey emérito?
"Parece incomprensible que quien difícilmente obtendría por su conducta un empleo en La Zarzuela pueda seguir disfrutando de los honores, pocos o muchos, de los que goza como rey emérito", la polémica del día de Isaías Lafuente
Madrid
La regularización fiscal del rey Juan Carlos supone la aceptación de un fraude elevado en la cuantía y dilatado en el tiempo. Eso ya no es presunto. Y al margen de sus consecuencias como contribuyente, cabría plantearse si su actuación no merecería además una respuesta en su condición de rey emérito. Recordemos que sólo con su imputación, que no acabó en condena, Felipe VI retiró el título de duquesa a su hermana Cristina. Y en su afán de modernizar los usos de la monarquía, meses después de ser entronizado dictó una normativa sobre regalos y un código de conducta que debían regir en La Zarzuela.
Del primero, el rey emérito se ha saltado todos los preceptos sobre inaceptables regalos “que superen los usos sociales o de cortesía” y “prestamos sin intereses o regalos de dinero”. Sobre el impecable código de conducta, aplicable al personal de la Casa del Rey, aunque se supone que también a la familia de quien lo dictó, el rey emérito habría quebrantado al menos la mitad de sus 25 principios. No solo el referido a la “observancia de las normas del ordenamiento jurídico”, sino también a la debida “ejemplaridad, austeridad, honradez e integridad”, al rechazo de cualquier “retribución, trato de favor, regalo o servicio” fuera de los usos habituales, y, en general, a las conductas que pudieran “afectar negativamente a la imagen y al prestigio” de la monarquía. En fin, que parece incomprensible que quien difícilmente obtendría por su conducta un empleo en La Zarzuela pueda seguir disfrutando de los honores, pocos o muchos, de los que goza como rey emérito.