Pendemos de un hilo
Tenemos el combate de los relatos: el positivo en forma de la vacuna que ya llega, pero todavía no está aquí y el negativo sobre la relajada prudencia del mientras tanto. Por un lado necesitamos individual y socialmente salir del túnel COVID y recuperar la tan reclamada libertad. Por el otro, las ansias de que llegue ese momento nos puede hacer olvidar que el riesgo sigue allí, agazapado
Pendemos de un hilo
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Barcelona
El día nos deja la cara y la cruz de la pandemia. La moneda que nos hemos acostumbrado a usar habitualmente. En el lado positivo, el aval por parte de la administración norteamericana de la vacuna de Moderna. La segunda, después de haber empezado ayer a inyectar la de Pfizer. Vacuna ésta, por cierto, que la Unión Europea adelantará su autorización antes de Navidad para que pueda suministrarse así que cambiemos de calendario.
Y a nivel español, el acuerdo de la farmacéutica catalana Reig Jofre para producir a gran escala la de Johnson and Johnson, que se espera para el primer trimestre de 2021. La cruz está en las reiteradas advertencias de todos los gobiernos, central y autonómicos, de extremar la precaución. Tenemos un nuevo repunte de casos y el aumento de restricciones para fiestas pende ahora de un hilo. Limitaciones que en buena parte de Europa han vuelto a la dureza ya aplicada con anterioridad.
Esto ha sido tras la advertencia de Angela Merkel convertida en nuestra conciencia comunitaria. Y así tenemos el combate de los relatos: el positivo en forma de la vacuna que ya llega, pero todavía no está aquí y el negativo sobre la relajada prudencia del mientras tanto. Por un lado necesitamos individual y socialmente salir del túnel COVID y recuperar la tan reclamada libertad. Por el otro, las ansias de que llegue ese momento nos puede hacer olvidar que el riesgo sigue allí, agazapado. La prueba que uno de cada diez españoles ya se ha contagiado, según el estudio de seroprevalencia. La mitad, por cierto, durante esta segunda ola. Justo cuando nos lo hemos tomado todo con mejor filosofía que traducido significa menor concienciación. Y así ha sido como la mascarilla se ha convertido en otro objeto de consumo habituados, como ya estamos a su uso habitual. Una prenda, por cierto, que el ministro Illa no descarta que forme parte de nuestro uniforme de futuro, como ya lo es para los japoneses.