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La película mexicana que entusiasma a Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro

'Ya no estoy aquí', la primera cinta de Fernando Frías, es la candidata de México a los Óscar y los Goya, un relato sensorial y nostálgico del desarraigo a través del amor por la cumbia rebajada de un joven pandillero

Ulises, protagonista de 'Ya no estoy aquí' / NETFLIX

Madrid

En los últimos años el cine de autor latinoamericano se ha centrado en lo social y lo político, retratos de una sociedad en cambio frente a la tradición y la violencia. El último ejemplo es ‘Ya no estoy aquí’, película del mexicano Fernando Frías que ha enamorado a Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón y que Pedro Almodóvar incluye entre sus mejores cintas del año. Una crónica musical, social y sentimental de un joven que tiene que huir a EEUU.

La película nace de tres inquietudes del joven realizador. Por un lado, el movimiento de la cumbia colombiana rebajada en los barrios marginales de Monterrey. “En 2005 recibí un CD con muchos mp3 y me gustó mucho la apropiación, el accidente cultural, la onda de volver algo tan tropical y alegre en algo oscuro”, explica en conversación con El Cine en la SER. Por otro lado, la guerra contra el narco en su país y la situación de los jóvenes que sustituyen el núcleo familiar por las pandillas. “Me impresionó que la sensación que yo tenía de violencia en México era mucho peor que lo que había sentido en Bagdad. En unos talleres, un chico me preguntó mi edad y me dijo que a mi edad él estaría muerto porque prefería vivir un año en la opulencia que una vida en la jodidencia. Empecé a preguntarme mucho sobre la falta de oportunidades para la juventud, que expira muy rápido, la falta de movilidad social en Latinoamérica, en México, en esa región, y cómo a cierta edad, los años más gloriosos, acaban muy rápido y las opciones son pocas. O eres padre de familia muy joven o estás enganchado a una droga muy mal, trabajas al margen de la ley… si quieres ir por el camino derecho, por las reglas del libro, no hay salida. Pues claro, entiendo esa postura, y antes de juzgar a la gente que toma ciertas decisiones en la vida, deberíamos entender por qué. Y además, yo he investigado mucho el tema de las pandillas, en Centroamérica y en el norte de México, y me interesa mucho el accidente cultural, la parte social de donde la familia y la sociedad le han quedado a deber, pues las pandillas llenan ese hueco, esa necesidad”, añade.

Y finalmente, había otra cuestión que le molestaba especialmente, la representación de la inmigración y la violencia de forma estilizada para consumo occidental que proponen algunos autores. “Tenía una incomodidad bastante fuerte por la forma en que se estaba retratando la violencia en México y de alguna parte de Latinoamérica como expresamente hechas para un festival europeo, para que guste ahí, explotar la violencia y la miseria. Me sentía incómodo con esa representación, esos proyectos crean unos discursos como de denuncia social pero sobreintelectualizados, de poco acceso masivo, glorificando la violencia y el shock como tema central. Quería buscar un ángulo mío donde pudiera entrar a esta situación de una manera diferente, con un personaje y su interior. No hacer de esa sordidez un producto de exportación”, remarca.

Con esas ideas compone una película en la que un joven se exilia a Nueva York forzado por los enfrentamientos entre bandas. Con una cresta rubia, unas largas patillas y ropa ancha, ese joven, Ulises, vive en la periferia a través de la música y el baile. Su comunidad es la pandilla y su forma de expresarse es la contracultura que en la adolescencia define su identidad. “Esa capacidad de generar identidad cultural desde la marginalidad es algo fundamental en la película porque hubo una investigación, una de las cosas que más me interesaba era cómo se habían representado varias contraculturas. Miren este especimen y lo fotografío, hay que entender a qué obedecen las cosas. Hay una estigmatización sistemática, Monterrey está diseñada para que la gente de la periferia se quede ahí, es una tierra de contrastes. Es la ciudad más rica con ese clasismo. Estas comunidades, sabiéndose marginadlas, en lugar de asumir que por ser de una condición social van a ser de una manera, pues no, se reinventan con la pandilla y la calle. Inventas tu propia identidad, esta idea de ocupar más espacio, con la ropa más amplia. Su presencia habla de esto. Es una creación propia desde tu situación”, explica.

La huida lo enfrenta al desarraigo en un relato sensorial y nostálgico narrado con fluidez en dos tiempos que se superponen, el aquí de la cumbia y la amenaza de la violencia en México y el allí de la pérdida y la tristeza de sus días en Nueva York. Una ciudad sin romantizar en la que este joven no encuentra sus vías de expresión ante las diferencias culturales y se enfrenta al lugar y el tiempo en la adolescencia. “Vives esa época creyendo que siempre va a ser así, y cuando regresas, ya has perdido ese momento, esa juventud, que es lo que te define. Al final en esa época es una virtud poder agarrarte a eso, es más un valor que un defecto, es lo que intenta celebrar esa película”.

Un retrato naturalista, con actores no profesionales, de esa época efímera, para la que Fernando Frías utiliza los colores rojo y verde, la fuerza expresiva de la estética de es pandilla de los Terkos, y una cámara que acompaña el viaje interior del protagonista. "La cámara también intenta mostrar que el lugar es una personaje, ver dónde sucede esta historia, y cómo los personajes se mueven dentro de los espacios. De dónde me permito observar y me doy el permiso de hacerlo, desde el viaje emocional del personaje, él, al ser desplazado, solo tiene la memoria. Y la memoria, más que información, son sentimientos. Ese es el vehículo que me permite observar. Y también no quería que fuera una película con la cámara en mano diciéndote qué sentir, manierista, con una música acentuando la tragedia. Cuando me dicen que parece una documental, es un gran halago”.

Hay muchas capas e historias de México dentro de ‘Ya no estoy aquí’, en lo social, en lo político, en lo sentimental… La estupenda fotografía y la banda sonora enmarcan este relato de añoranza de un Ulises cuya Ítaca es la cumbia rebajada. “La esencia de la película es esa combinación de la cumbia rebajada con la juventud, que expira rápido, y no quieres que termine, porque sabes que no hay futuro, no hay posibilidades”, concluye. Netflix se encarga de la distribución de la película, la elegida por México para competir en los Óscar y los Goya.

José M. Romero

José M. Romero

Cubre la información de cine y series para El Cine en la SER y coordina la parte digital y las redes...

 
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