'Mare of Easttown', la serie sobre la clase obrera y la familia
El thriller policial de HBO protagonizado por Kate Winslet ha sido uno de los fenómenos seriéfilos de lo que va de temporada
Madrid
Mare of Easttown no es un thriller policial más. Además de haberse convertido en un pequeño fenómeno seriéfilo esta temporada, la serie de HBO es un ejemplo perfecto de ese debate surgido entre los intelectuales de izquierdas sobre el papel de la familia tradicional en la sociedad actual. El debate es intrínseco a la izquierda, pues ya estaba en Engels o Marx, pero ha resurgido con fuerza en la agenda mediática española con el discurso en la Moncloa de la escritora de Feria, Ana Iris Simón.
Kate Winslet, una de las mejores actrices de las últimas décadas, lleva con poderío el peso de la serie con un papel abrumador. Es una madre y una abuela, como esas a las que se refería la escritora española. Es de clase obrera, policía en un pequeño pueblo perdido de Estados Unidos, la América Vaciada. Un personaje herido por el suicidio de su hijo, por las cargas familiares y por un divorcio que todavía no ha superado. Con ese panorama tiene que hacer frente a una serie de asesinatos en el pueblo de niñas jóvenes.
En realidad, la serie puede leerse como una revisión de La Odisea, donde el héroe -heroína en este caso- debe cumplir un viaje, pero en este caso es emocional, no físico como el de Ulises. El viaje tiene un motivo: solucionar lo que se espera de ella: resolver los crímenes que amenazan a su comunidad, a su hogar y al resto de las mujeres.
Dice Carmen Estrada en su ensayo Odiseicas, que La Iliada habla de la guerra y lo masculino; mientras que la Odisea lo hace sobre la casa, la familia, el regreso al hogar y lo femenino. La Odisea cuenta con un héroe masculino, pero todas las ayudantes del héroe son personajes femeninos. Algo de ese espíritu permanece también en la serie, ya que esa comunidad sobrevive por la unión y sororidad de sus mujeres.
A través del costumbrismo y del thriller la serie refleja el colapso de una generación. Los hombres corrompidos por el alcohol, el sexo y la apatía. Las mujeres supervivientes de esos hombres, creando lazos entre ellas y teniendo que superar enfermedades, muertes, abandonos y una estructura patriarcal que les hizo casarse y tener hijos demasiado jóvenes, sin desarrollar sus intereses, sea el baloncesto o una carrera profesional.
Esa América blanca olvidada, a la que el discurso de Trump apelaba, es el pueblo de Easttown, que solo tiene en los jóvenes: bisexuales y sin complejos, la única esperanza para acabar con lo que parece una especie de maldición. De ahí que el personaje de la hija de la protagonista sea uno de los más luminosos de la historia. Una adolescente lesbiana, sin traumas, que es la única que sabe cómo superar el duelo, cómo salir de una familia con problemas y buscar una camino fuera de ese pueblo cerrado donde el peso de la comunidad y la religión siguen siendo fuertes. Sin embargo, la falta de expectativas y la precariedad hacen que surja la prostitución como única solución para muchas de esas mujeres, que después serán tachadas por la comunidad.
En Mare of Easttown está todo marchito. Desde el cura que llega nuevo al pueblo, hasta los padres de las familias aparentemente felices. Incluso la abuela de la familia, el personaje más cómico de la serie, también fue infeliz por ese microcosmos opresor.
En ese esquema no juega ningún papel lo colectivo y apenas se referencia a lo público. La sanidad es privada y eso es la fuente de muchos de los problemas familiares. Las mujeres que tienen que pagar al médico para tratarse de un cáncer, o la joven madre que se prostituye para costear una operación a su hijo. Todo tratado como si fuera lo más normal del mundo, porque la precariedad y la vida no digna es el día a día de pueblos como el que retrata la serie en el país más desarrollado del mundo.
Por supuesto que para salir adelante esas mujeres necesitan ayuda económica, esa que pedía en su polémico y comentado discurso la escritora Ana Iris Simón, pero también necesitan huir de esa familia tradicional, coercitiva y opresora y salir de un machismo estructural que ha dejado a estas mujeres sin voz.
Volviendo a la Odisea, la mayoría de los personajes femeninos hablan tejiendo, siguiendo el mito de Aracne. Expresan su dolor y sus injusticias a través a través de la trama y la urdimbre. Es también como las mujeres de Easttown se comunican y piden ayuda, tejiendo relaciones entre ellas, tejiendo pasos adelante que las haga salir de un entorno opresor. No solo necesitan un trabajo digno, conciliar y cobrar un salario que les permita acudir al médico sin endeudarse; también escapar del machismo que opera en ese idílico pueblo. No hay pan sin rosas. Es decir, no hay emancipación social sin igualdad de acceso a los recursos económicos, pero tampoco la hay si en esos lugares se sigue oprimiendo a cualquier colectivo por su identidad.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...