'Shorta. El peso de la ley', furia y violencia en la Europa de los guetos
Los daneses Frederik Louis Hviid y Anders Ølholm dirigen este thriller sobre la presión policial y la segregación racial en las ciudades europeas, una cinta de género más entregada a la acción que a la reflexión política
Madrid
Desde hace unos años el cine europeo ha fijado su mirada en la integración de la inmigración y la convivencia en ciudades multiculturales. Lo han hecho los Dardenne desde el realismo social y varios autores franceses, entre ellos, Ladj Ly, retratando la violencia policial en los suburbios de París. La creación de guetos y la segregación urbanística es uno de los grandes retos de la Europa del siglo XXI, que no sabe aún dar respuesta, como en su día, hace solo unas décadas, le pasó a EEUU con la comunidad afroamericana.
En 'Shorta. El peso de la ley’, los directores daneses Frederik Louis Hviid y Anders Ølholm abordan desde el thriller policial esa tensión racial y parten, por casualidad, de una imagen similar a la de la agónica muerte de George Floyd. “Cuando ocurrió lo de George Floyd estábamos montando el tráiler. Nosotros nos inspiramos en un caso que pasó hace 30 años, el de un manifestante al que la policía arrestó, se sentó sobre él y entró en coma. Luego murió. De eso hace 30 años, cuando ocurrió lo de Floyd estábamos horrorizados y desmoralizados por el hecho de que lo mismo se repite. Lo único que cambiamos fueron unos fotogramas en el tráiler, pero la película no se tocó. Era importante que la gente pudiera verlo, que viera lo relevante que era algo que habíamos rodado un año antes y abrir un debate”, explican los directores en conversación con El Cine en la SER.
La violencia policial contra un inmigrante provoca una ola de protestas, como pasó en EEUU, y los agentes tienen que prepararse para patrullar ante la reacción furiosa de la comunidad árabe, harta de ser criminalizada y estigmatizada. La dupla de directores coloca en el centro de la trama a dos policías partiendo de arquetipos clásicos. El poli malo, temperamental, violento y racista. Un impresionante tour de force, físico y emocional, el que hace el actor Jacob Hauberg Lohmann, al que hemos visto en series como ‘La ruta del dinero’ y ‘Cuando el polvo se asienta’. Y el poli bueno, comprensivo, tranquilo y dialogante. Simon Sears asume este papel paciente, solo al principio, para no responder a las provocaciones xenófobas de su compañero.
"Desde el principio no queríamos que los personajes fueran buenos o malos. Creemos que todos deben tener algo bueno o malo, como todos los seres humanos. Los policías, al inicio de estas películas, son arquetipos, incluso estereotipos, pero aquí nos esforzamos para hacerlos tridimensionales y aportar matices, que fueran personajes de carne y hueso. A primera vista, hay un poli malo, pero le dimos un carácter jovial y un código y unos valores que va a respetar hasta la muerte. Al otro lo puedes querer más fácilmente, es un hombre amable y sensible, pero no tiene esos mismos valores", añaden los realizadores.
Ambos patrullan en ese clima de tensión cuando un coche sospechoso les hace perseguir a unos jóvenes primero y a cachear arbitrariamente a otro después. Estos incidentes les pillan en el barrio de Svalegarden justo cuando las noticias informan de la muerte del joven agredido por la policía. La ira se desata en las calles y los dos agentes se enfrentan a una ratonera. La película se entrega a partir de ese momento a la energía del thriller policial clásico. Persecuciones, escondites improvisados, enfrentamientos, disparos, todo con la potencia y fuerza expresiva de una cámara que sigue cada movimiento.
La cinta bebe más del cine comercial americano, de los thriller violentos de antihéroeso incluso de películas de Spike Lee sin su militancia política, que del realismo social europeo. “A medida que la película avanza nada es tan nítido, las dinámicas cambian. Nunca sabes por dónde van a salir los personajes, nadie nace inherentemente malo o bueno. Intentamos buscar por qué la gente hace lo que hace en ciertas condiciones. Estoy seguro de que los policías se hacen policías para hacer el bien, queríamos saber por qué actúan cómo actúan. A muchos policías les falta entrenamiento, especialmente psicológico”, rematan Frederik Louis Hviid y AndersØlholm.
Entre acción, sangre y tiroteos, la historia plantea un camino de aprendizaje frente a los prejuicios, tanto para el poli malo, al acercarse a una realidad ajena, como para el poli bueno, frente a los códigos del cuerpo. Le acompañan, entre otros, en esa experiencia de alto voltaje el joven actor Tarek Zayat, que pone rostro a la frustración y desesperanza de muchos inmigrantes de segunda generación, condenados en los suburbios de las grandes ciudades y sometidos al racismo de ‘shorta’, la palabra con la que se llama a la policía en árabe.